
La escena puede resultar familiar para muchas madres. Su hijo se comporta de manera ejemplar fuera de casa, pero al cruzar el distribuidor del hogar surge una actitud completamente distinta. No obstante, lejos de ser una señal de alerta, este fenómeno tiene una explicación respaldada por la psicología infantil.
Vanessa LoBue, psicóloga y profesora de Psicología en la Universidad Rutgers-Newark, explicó a Psychology Today que “los bebés cuyas madres responden a todas sus necesidades tienen más probabilidades de desarrollar un apego seguro”.
Este apego seguro permite que los niños se sientan protegidos y en confianza, expresando sus emociones sin temor a consecuencias. “Aprenden que, cuando están molestos, sus madres estarán ahí para consolarlos”, señaló la psicóloga.
Esta confianza genera que los pequeños se comporten de manera más libre con su madre, mostrando su verdadero carácter, mientras que en otros entornos, donde la seguridad emocional no es tan sólida, tienen a reprimir conductas y a mostrarse más contenidamente.
La madre, la principal figura de apego
Del mismo modo, el psicólogo Alberto Soler ha abordado este comportamiento a través de su cuenta de Instagram: “Con la madre sienten que están seguros y que pueden explorar de forma libre sin miedo a las consecuencias, algo que se traduce en ciertas conductas que los adultos calificamos como ‘malas’”.
En cambio, según Soler, cuando la madre está presente y los niños se sienten inseguros, “no se atreven a ser ellos mismos, comportándose de un modo que los adultos consideramos ‘bueno’”.
Esta diferencia se debe a que la madre es la principal figura de apego, y con ella los niños “se sienten seguros y saben que pueden arriesgar, explorar, ser ellos mismos sabiendo que no va a pasarles nada malo por hacerlo”.
Comparación con el comportamiento adulto
“Los adultos solemos contener nuestras emociones hasta llegar a casa, donde, en presencia de una figura como la madre o la pareja, nos permitimos desahogarnos”, ha comparado Soler.
“Esta tensión sale en el momento en el que nos sentimos seguros y libreas para mostrarnos tal y como somos, y es precisamente este comportamiento el que también les ocurre a los niños cuando ven a su madre después del colegio o de una tarde con los abuelos”, ha concluido el psicólogo.
El simbolismo de la madre y el padre
La psicología señala que los niños tienden a estar más apegados a la madre por su contante presencia, disponibilidad y la satisfacción de necesidades primarias.
En contraste, los padres suelen representar confianza y seguridad para tomar riesgos o jugar, lo que explica por qué los niños buscan captar su atención de la misma manera.
Una señal positiva
Lejos de ser un problema de disciplina, que un niño se porte peor con su madre es un indicador de apego seguro. “Saben que pueden tener una crisis emocional y que estaremos ahí para consolarlos y apoyarlos”, indicó LoBue.
“Saben que los seguiremos queriendo, aunque tiren sus juguetes por la habitación y se nieguen a recogerlos. Saben que pueden mostrarnos su verdadero carácter y que siempre pensaremos que son colores brillantes. Los hacemos sentir seguros de una forma que los desconocidos no pueden”, concluyó la psicóloga.
En definitiva, que un hijo se comporte de manera “rebelde” es casa refleja confianza, seguridad y un vínculo afectivo profundo con su madre, un signo de que se siente libre de ser él mismo.
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