Cristina Lora, experta en seguridad alimentaria, explica los errores más comunes en la cocina: “Los anillos son un nicho para microorganismos”

La tecnóloga alimentaria recuerda que la elección de los materiales y la correcta manipulación de los utensilios en la cocina pueden reducir el riesgo de sufrir intoxicaciones

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Un repostero hace masa de
Un repostero hace masa de pan en una tabla de madera (Pexels)

La elección de los materiales y la correcta manipulación de los utensilios en la cocina pueden marcar la diferencia entre una comida segura y el riesgo de intoxicaciones alimentarias. Cristina Lora, tecnóloga alimentaria y experta en seguridad alimentaria, ha advertido en una entrevista con el podcast Hábito cero sobre los errores más frecuentes que se cometen en los hogares y que, en muchos casos, pasan inadvertidos para quienes cocinan a diario.

Uno de los principales fallos identificados por Lora es la forma en que se realiza la descongelación de los alimentos. Según explicó en Hábito cero, muchas personas optan por sacar productos como el salmón del frigorífico poco antes de cocinarlos y los dejan a temperatura ambiente, incluso expuestos al sol, con la intención de acelerar el proceso. Esta práctica, lejos de ser inocua, favorece el desarrollo de microorganismos. “Cuanto más tiempo le des a las bacterias y más a gusto estén, porque va subiendo lentamente la temperatura, eso hace que se desarrollen”, advirtió Lora en el podcast.

La experta recomienda planificar con antelación y descongelar los alimentos en la zona más fría del frigorífico, situada justo encima del cajón de frutas y verduras, donde la temperatura ronda los 2 grados. Este método reduce el riesgo de proliferación bacteriana. Como alternativa, Lora sugiere utilizar el microondas en modo descongelación, aunque advierte que el resultado puede ser desigual, ya que algunas partes del alimento pueden quedar frías mientras otras se calientan en exceso. Otra opción válida consiste en sumergir el alimento, protegido por su envase, en un bol con agua, cambiando el líquido cada 20 o 30 minutos para evitar que se caliente demasiado. En este caso, es fundamental que el alimento no entre en contacto directo con el agua para prevenir la contaminación cruzada.

Olvidar la higiene antes de cocinar

El lavado de manos es otro aspecto que suele subestimarse en la cocina doméstica. Lora señala que muchas personas no se lavan las manos después de ir al baño o lo hacen sin retirar anillos, lo que convierte a estas joyas en reservorios ideales para microorganismos. “Da igual que yo me haya comprado un salmón que me haya costado 20 euros el kilo, si es que me estoy lavando las manos con el anillo, que ahí es un nicho perfecto para los microorganismos”, destaca la tecnóloga alimentaria.

No usar nunca utensilios de madera

En cuanto a los materiales de los utensilios, la experta desaconseja el uso de madera tanto en tablas de cortar como en cucharas y otros instrumentos. La madera, por su naturaleza porosa, facilita la acumulación de bacterias y resulta difícil de limpiar en profundidad. Lora fue tajante al afirmar en el podcast: “La mejor, acero inoxidable. La peor, la madera”. Incluso las tablas de madera tratadas no ofrecen garantías suficientes, ya que la porosidad persiste y, salvo un mantenimiento extremadamente riguroso, pueden convertirse en focos de contaminación. De hecho, detalla que en el ámbito de la restauración colectiva, el uso de madera está completamente prohibido.

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El plástico y la silicona aparecen como alternativas más seguras, aunque el primero presenta el inconveniente de la generación de microplásticos con el uso continuado. La silicona, en cambio, es valorada por su facilidad de limpieza y resistencia. Lora recomienda priorizar el acero inoxidable para tablas y utensilios, y optar por la silicona en aquellos casos en los que sea posible.

Desechar las esponjas a tiempo

La limpieza de los utensilios de cocina, en particular de esponjas y bayetas, constituye otro punto crítico. La experta relató en Hábito cero que muchas personas utilizan el estropajo sin aclarar previamente los restos orgánicos de las ollas, lo que favorece la acumulación de residuos en la esponja. La humedad constante y la falta de secado adecuado crean un entorno propicio para la formación de microfilmes bacterianos, perceptibles cuando la bayeta adquiere una textura viscosa o pegajosa. “Se va creando como una especie de microfil, que decimos. Y eso es como una red de bacterias que eso no hay tutía para quitarlo después”, explicó Lora.

La recomendación de la experta es renovar las esponjas y bayetas cada una o dos semanas, o antes si presentan signos de deterioro, como deshilachado o roturas. Además, insiste en la importancia de desinfectarlas regularmente para evitar la proliferación de microorganismos.