Un geriatra critica el problema común que sucede cuando una persona más joven acompaña a un anciano a la consulta: “No dejan que se explique”

Según Coll-Rolduá, las personas mayores de 75 años suelen acudir con alguno de sus hijos. Pero esto no siempre es positivo

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Personas mayores. (Freepik)
Personas mayores. (Freepik)

Ignasi Coll-Rolduá (Barcelona, 1966), especialista en medicina interna con más de 30 años de experiencia, ha dedicado gran parte de su carrera a la atención de las personas mayores, y en sus redes sociales habla de los problemas más comunes que se encuentran en una consulta de geriatría.

Con un discurso claro y firme, Coll hace un gran esfuerzo por visibilizar y concienciar a la sociedad acerca de que las personas mayores también tienen derechos y, sobre todo, derecho a conocer su estado de salud y no ser discriminado por la edad. “Muchos hijos de los pacientes mayores se ponen en contacto conmigo antes de la consulta, pidiéndome que no informe a su padre o a su madre de su estado de salud. Nunca lo hago, todos tenemos el derecho a ser informados”, comenta en uno de sus posts recientes de Instagram. Y añade: “La actitud excesivamente protectora hacia las personas mayores corre el riesgo de privarles de un derecho elemental como es el derecho a ser informados de su estado de salud”.

Una situación que se vive dentro de las consultas

A pesar de que es un gesto que se hace de manera involuntaria y sin ninguna mala fe, el médico señala que es una situación que se vive con frecuencia dentro de la consulta, sobre todo cuando se trata de enfermedades como cáncer o demencia.

“Mi tarea como médico es saber detectar, a medida que avanza la entrevista, si esa persona quiere que le dé más información o no. Si al paciente le proporcionas información, y ves que con lo que le has comunicado ya está conforme, probablemente significa que no quiere saber más”, explica.

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Según Coll-Rolduá, las personas mayores de 75 años suelen venir acompañadas siempre por alguno de sus hijos o, sobre todo, hijas, puesto que en nuestra sociedad son las que adoptan mayoritariamente el papel de cuidadoras. Cuando esto pasa, es el familiar el que empieza a hablar, sin dejar turno de palabra al paciente.

“No permito que la entrevista llegue a ese punto. Normalmente, los primeros 15 minutos, el paciente me explica el motivo de su visita. A partir de ahí, yo puedo conocer su caso perfectamente y continuar con la consulta, liderando la comunicación, utilizando para ello las herramientas y estrategias adecuadas en función del paciente”, cuenta el doctor.

En cuanto a cuáles son las medidas que podrían ayudar a mejorar la comunicación, la más sencilla es evitar el lenguaje infantilizado y evitar diminutivos para dirigirse al enfermo, o apelativos como “abuelo”. Además, también es muy necesaria la comunicación no verbal, mirando a los ojos o con una buena postura. Otra fórmula para evitar el edadismo es reconocer y respetar su existencia, sin tratar a estas personas como si fueran niños pequeños.

Con más de 30 años de experiencia, Ignasi Coll-Rolduá defiende un principio tan simple como poderoso: la edad no resta derechos. Su mensaje, cada vez más presente en medios y redes sociales, recuerda que la autonomía y la dignidad deben estar en el centro de la atención geriátrica.