Ni amoniaco ni vinagre: el truco infalible para quitar la grasa de los muebles de la cocina

Eliminar la grasa acumulada en los muebles de la cocina representa uno de los mayores desafíos durante la limpieza del hogar. Las superficies de alacenas, campanas extractoras, azulejos y electrodomésticos suelen presentar una capa pegajosa con la que muchos lidian diariamente, especialmente tras cocinar habitualmente o preparar frituras y guisos. Ante este problema recurrente, surgen muchas dudas sobre cómo abordarlo de modo eficaz y seguro para la salud y los propios muebles.

Tradicionalmente, muchas personas han recurrido a métodos de limpieza transmitidos de generación en generación o difundidos por el boca a boca. Entre las soluciones más populares, destacan el uso de productos como el amoníaco o el vinagre. Este tipo de compuestos han sido valorados por su supuesto poder desengrasante, su capacidad para descomponer residuos complejos y, en el caso del vinagre, por su reputación como producto natural y seguro.

No obstante, en la práctica cotidiana, la experiencia demuestra que la grasa pegajosa que se instala en puertas de armarios, campanas, azulejos y pequeños electrodomésticos suele resistirse a una limpieza superficial. El esfuerzo requerido para eliminarla puede ser agotador y no siempre garantiza resultados satisfactorios. Además, la tendencia al uso doméstico de productos no destinados originalmente para determinadas superficies puede acarrear consecuencias indeseadas.

La respuesta al desafío cotidiano de la grasa acumulada reside en una mezcla casera, sencilla de preparar y accesible para cualquier hogar. Este truco, recomendado por expertos en limpieza, utiliza ingredientes fáciles de encontrar en supermercados o tiendas de barrio y destaca por su bajo costo y efectividad comprobada en múltiples tipos de superficies.

El preparado reúne cuatro componentes principales: jabón neutro, bicarbonato de sodio, aceite esencial de limón o naranja y agua caliente. Cada uno cumple una función específica dentro de la fórmula. El jabón neutro —puede ser un lavavajillas ecológico o similar— disuelve las moléculas de grasa sin agredir las superficies. El bicarbonato de sodio actúa como abrasivo suave, capaz de desprender suciedad incrustada sin rayar materiales delicados. El aceite esencial potencia la acción desengrasante, aporta un aroma fresco y cítrico, y ofrece un leve efecto antibacteriano. Finalmente, el agua caliente favorece la solubilidad de la mezcla y agiliza la limpieza.

Las proporciones recomendadas para este truco casero son:

• 1 cucharada de jabón neutro.
• 2 cucharadas de bicarbonato de sodio.
• 10 gotas de aceite esencial de limón o naranja.
• 1 taza (aproximadamente 250 ml) de agua caliente.

El paso a paso comienza con mezclar todos los ingredientes en un recipiente hasta obtener una pasta cremosa y homogénea. Luego, con una esponja suave, se aplica la mezcla directamente sobre las superficies afectadas por la grasa. Es fundamental realizar movimientos circulares suaves, evitando ejercer demasiada presión, lo que previene rayaduras, especialmente sobre melaminas, lacas o acero inoxidable.

Después de tratar toda el área, se retira el exceso de la mezcla con un paño húmedo y limpio. Por último, se seca con una bayeta o paño de microfibra, logrando así que no queden marcas, rastros de grasa ni auréolas. La pasta se adapta a diferentes zonas de la cocina: puertas de armarios, campanas extractoras, encimeras no porosas, azulejos, tiradores, electrodomésticos como microondas o neveras y hasta baldosas.

Este método, además de rápido y sencillo, evita los olores fuertes característicos de productos industriales y no requiere ventilaciones especiales. La ausencia de compuestos agresivos y de residuos tóxicos garantiza una experiencia de limpieza confortable y segura.