Qué son las verrugas y cómo pueden tratarse, según los dermatólogos

No existe un tratamiento universalmente eficaz para las verrugas, por lo que todavía son un reto para la dermatología

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Las verrugas son a menudo
Las verrugas son a menudo un reto para la dermatología (Foto: RS)

La confusión que rodea a la definición de “verruga” es en buena medida la responsable de que todavía hoy sea un reto para los dermatólogos. De hecho, ninguno de los tratamientos disponibles ha demostrado ser universalmente eficaz. Conocerlas puede ayudar a saber cómo actuar ante la aparición de una.

El término “verruga” suele utilizarse de manera imprecisa para describir cualquier tumor benigno que sobresale de la piel, aunque en realidad debería reservarse exclusivamente para las infecciones cutáneo-mucosas provocadas por el virus del papiloma humano (HPV), explican desde la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV).

La clasificación de las verrugas abarca varios tipos, entre los que destacan las verrugas comunes, las verrugas planas y las verrugas genitales. Aunque la literatura científica sobre su epidemiología es limitada, la AEDV indica que entre el 10 % y el 12 % de los casos se presentan en la infancia, con una mayor incidencia en niñas que en niños. En las niñas, la aparición suele producirse alrededor de los 13 años, mientras que en los niños se observa hacia los 14,5 años.

Las manifestaciones clínicas de las verrugas son diversas. Las verrugas vulgares se presentan como elevaciones papulosas de tamaño y número variables, con una superficie que recuerda a una “cresta de gallo”. Estas lesiones suelen localizarse en áreas expuestas a traumatismos, como las manos y las rodillas. En ocasiones, pueden observarse “puntos negros” en su superficie, que corresponden a capilares trombosados.

El tratamiento de las verrugas

No existe un tratamiento único y universalmente eficaz para las verrugas, lo que ha dado lugar a una amplia variedad de opciones terapéuticas. Entre las más habituales, la AEDV destaca el ácido salicílico en concentraciones del 10 % al 20 %, que ofrece buenos resultados, es económico y bien tolerado, aunque requiere un uso prolongado debido a su acción lenta. La cantaridita, derivada de la Cantárida (Lytta Vesicatoria), se utiliza en una concentración del 0,7 % y debe aplicarse sobre la lesión durante 3 a 4 horas, logrando una respuesta del 70 % tras dos aplicaciones.

La crioterapia con nitrógeno líquido es rápida, pero dolorosa, puede dejar cicatrices y suele requerir varias sesiones. La electrocoagulación es un método agresivo y doloroso que precisa anestesia y cuidados postoperatorios, con eficacia relativa y riesgo de cicatrices. El imiquimod está indicado para verrugas genitales, pero su eficacia en verrugas no genitales es limitada y su coste elevado. La bleomicina, administrada por vía subcutánea en dosis de 0,3 mL (0,15 U), puede provocar efectos secundarios como dolor, fenómeno de Raynaud, cicatrices y pigmentación, sin que los estudios randomizados hayan demostrado su efectividad. Una alternativa más inocua es la escarificación directa de la verruga.

El láser de colorante pulsado es rápido, pero no ha demostrado eficacia, produce dolor, deja cicatrices y es costoso. Los retinoides se reservan para verrugas grandes y resistentes, debido a sus conocidos efectos secundarios, y su uso tópico es preferido en verrugas planas. La inmunoterapia busca inducir una reacción inflamatoria local para eliminar la verruga, empleando infiltraciones con extracto de levaduras o soluciones de difenciprona o dibutilester del ácido esquárico, mientras que el dinitroclorobenceno está contraindicado por su capacidad mutagénica.