
Un incidente en el entorno laboral desencadenó un despido que ha recorrido todas las instancias judiciales en Italia hasta recibir el respaldo de la Corte Suprema. El caso comenzó en 2018, cuando una médica de la Asociación Italiana de Asistencia Espástica (AIAS), perdió su empleo después de dirigir un insulto a su superior en presencia de un compañero de trabajo.
La empleada, al resistirse a una orden, llamó a su jefe “lameculos”, lo que derivó en la rescisión directa de su contrato. Tras el despido inmediato por parte del presidente de la organización, la médica inició un proceso judicial solicitando su reincorporación. En un primer momento, parecía que se acabaría beneficiando a la despedida, pero la Justicia se acabó decantando por dar la razón al empleador.
Escalada judicial y distintas decisiones
En una primera etapa, el juez laboral anuló el despido y ordenó que la AIAS la readmitiera, además de abonar una indemnización equivalente a doce meses de salario. En 2021, el tribunal de Catania ratificó este fallo, considerando que la sanción había resultado desproporcionada en relación con la acción cometida.
La situación dio un giro en 2023, cuando el Tribunal de Apelación estimó el recurso presentado por la organización. Los magistrados determinaron que, según el convenio colectivo que regula al personal de la entidad, el insulto público y la negativa a obedecer instrucciones constituían una “causa justa de despido”.
La Justicia señaló que el carácter grave y flagrante de la conducta, encuadrándola en situaciones del artículo 32 del convenio, que incluye faltas graves, riñas o insubordinación severa como motivo legítimo de finalización de un contrato. Así, la reincorporación fue revocada y el despido considerado ajustado a derecho.
La Corte Suprema concluye con el despido
El fallo definitivo llegó cuando la Corte Suprema de Casación revisó el caso, avalando la resolución del tribunal de apelación. Los jueces subrayaron que insultar a un superior constituye fundamento legítimo para el despido siempre que la falta revista una gravedad considerable y afecte de forma definitiva la confianza necesaria en la relación profesional.
Los magistrados apuntaron que “la gravedad objetiva de la conducta basta para romper el vínculo de confianza”, independientemente del tiempo trabajado o de situaciones personales complicadas que pudieran haber influido en la reacción de la empleada. De esta forma, dieron la razón al tribunal de apelación.
Durante el proceso de revisión, la médica intentó argumentar que su comportamiento estaba relacionado con un estado psicológico complejo y con el malestar acumulado en el entorno de trabajo. No obstante, el máximo tribunal consideró que estas circunstancias no eliminaban la responsabilidad ni el impacto de sus palabras en la convivencia laboral.
Además, la Corte tuvo en cuenta antecedentes de comportamientos similares por parte de la trabajadora, lo que reforzó la valoración de que no debería seguir en la organización. La sentencia crea precedente reforzando la idea de que el respeto hacia la autoridad y la convivencia profesional son esenciales en el ámbito laboral, y que las faltas graves, aunque respondan a situaciones personales difíciles, pueden justificar un despido.
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