“Ser bajito es una maldición”: los hombres que pagan miles de dólares para que les rompan y alarguen las piernas

Un reportaje de ‘The Guardian’ revela esta práctica cada vez más común en Turquía, en la que algunas personas se someten a una “tortura medieval” para ganar unos centímetros

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(Imagen Ilustrativa Infobae)
(Imagen Ilustrativa Infobae)

El sonido metálico de una llave en un aparato ortopédico marca el inicio de la rutina diaria de Frank (el nombre ha sido cambiado), un hombre de 38 años que viajó a Estambul con un objetivo: ganar varios centímetros de estatura mediante una cirugía de alargamiento de piernas. Una práctica dolorosa pero cada vez más popular que ya es posible en Turquía y que el diario The Guardian acaba de analizar en un reportaje en profundidad. Este procedimiento, que implica fracturar los huesos de las piernas y afrontar meses de recuperación dolorosa, se ha convertido en una opción para quienes desean modificar su altura y, con ello, su percepción social y autoestima.

Es caso de Frank, entrevistado por el medio británico, que tomó la decisión surgió durante su luna de miel en Kuala Lumpur, tras compartir con su esposa Emilia la incomodidad que sentía por su estatura desde la adolescencia. Entonces contactó a la clínica Wanna Be Taller en Estambul y reservó una cita. Ya en Turquía, se enfrentó a la realidad del procedimiento: “Tuve muchas dudas; al final del día, alguien va a romperte las piernas”, reconoce, mientras permanece en cama con aparatos ortopédicos en ambos muslos. Emilia se ha convertido en su principal apoyo, encargándose de su medicación y cuidados básicos durante las primeras semanas de recuperación.

Procedimiento de alargamiento de piernas

El proceso quirúrgico consiste en fracturar los fémures para insertar varillas metálicas y fijadores externos. Cada día, Frank utiliza una llave para separar gradualmente las varillas, lo que permite que el hueso crezca poco a poco, a razón de poco más de un milímetro diario. Aunque los médicos recomiendan cuatro giros diarios, Frank opta por cinco, buscando un cuarto de centímetro adicional, a pesar del dolor que esto implica. Su meta es superar los 1,65 metros de Emilia y alcanzar los 1,75, lo que supone un aumento de nueve centímetros, apenas por encima del límite seguro sugerido por los especialistas.

La recuperación es ardua y prolongada. Los pacientes, alojados en hoteles de las afueras de Estambul, dedican sus días a fisioterapia intensiva, masajes, anticoagulantes y analgésicos. Aprenden a caminar de nuevo y deben vigilar de cerca la evolución de sus músculos y tendones, que se ven forzados a adaptarse a la nueva longitud ósea. El dolor es constante y, en ocasiones, insoportable. Frank, que se define como autodidacta y lleva tatuado “self made” (hecho a mí mismo) en los nudillos, asume el sufrimiento como parte del precio a pagar por su ambición: “Estoy haciendo mi propia estatura, eligiendo qué tan alto quiero ser”.

La clínica Wanna Be Taller atiende principalmente a hombres, aunque también han recibido a algunas mujeres y a quienes buscan acortar sus piernas, aunque estos casos son minoritarios. Entre los pacientes, la percepción de la baja estatura como un prejuicio socialmente aceptado es común. Una mujer que ganó cinco centímetros tras la cirugía lo resume así: “La baja estatura es el último prejuicio socialmente aceptable”. La clínica ha realizado solo nueve cirugías de acortamiento, la mayoría en mujeres.

Los médicos advierten de los riesgos del intrusismo en la cirugía estética, ya que en el último año ha habido un aumento de denuncias por negligencias médicas

Riesgos médicos

El procedimiento no está exento de riesgos médicos. Serkan Aksoy, fisioterapeuta de la clínica, advierte para The Guardian: “Siempre les digo, 1 centímetro no es más importante que tu salud”. Las complicaciones pueden incluir coágulos sanguíneos, problemas articulares, falta de crecimiento óseo, lesiones vasculares, cicatrices, dolor crónico y el llamado “síndrome de bailarina”, que impide caminar con normalidad. El año anterior, un paciente procedente de Arabia Saudita falleció por un coágulo sanguíneo tras la cirugía. Según la clínica, solo dos de sus 700 pacientes han experimentado este tipo de complicación, y una investigación oficial no halló negligencia médica en el caso saudí.

El costo económico es considerable. Frank eligió la opción más asequible, con fijadores externos, por 32.000 dólares (unos 27.000 euros), una suma que incluye la estancia en el hotel y la fisioterapia. Esta inversión supuso renunciar al dinero que la pareja había reservado para la entrada de una vivienda. Emilia, al reflexionar sobre el sacrificio, señala que su experiencia viajando por Asia les hizo replantearse sus prioridades: “Tener comida, una cama cómoda, eso es la verdadera felicidad. Después de eso, si es comprar una casa, lo haremos. Y si es romperte las piernas y ser alto, adelante”.

La técnica de alargamiento de extremidades tiene su origen en 1951, cuando el cirujano soviético Gavriil Ilizarov desarrolló un método basado en anillos metálicos externos y clavos para estabilizar huesos fracturados y, si se deseaba, alargarlos. Aunque hoy existen métodos más sofisticados, el principio básico se mantiene. En la actualidad, el procedimiento se ofrece en clínicas especializadas de todo el mundo, incluido el Royal National Orthopaedic Hospital (RNOH) del Reino Unido, aunque allí se reserva principalmente para casos de lesiones o deformidades, y el alargamiento cosmético bilateral es poco frecuente.

Las autoridades sanitarias han expresado su preocupación por el turismo médico asociado a este tipo de cirugías. Un portavoz del RNOH advierte en el medio británico sobre los riesgos significativos y la exigente rehabilitación que requieren estos pacientes. Pero para Frank, el dolor ha merecido la pena. El hombre recuerda una vida rodeada de burlas, rechazo en citas y comentarios despectivos. Todo por ser ‘bajito’, algo que describe como “una maldición”.