
Todos sabemos que X (antes Twitter) es la red social por antonomasia donde surgen los debates más candentes. Política, economía, sociedad, pero también temas del día a día que afectan a las personas de una determinada comunidad. Las personas debaten y comparten diversas opiniones y, aunque a veces coincidan en puntos de vista, otras veces, sus perspectivas difieren. Esta diversidad de opiniones convierte a X en un verdadero espacio de debate, donde es posible observar lo que preocupa, interesa o indigna a distintos sectores de la población. Además, no es raro que un simple tuit desencadene una oleada de respuestas, réplicas o, en ocasiones, discusiones acaloradas. Así, lo que comienza como una reflexión personal puede transformarse rápidamente en un fenómeno viral que moviliza a decenas de usuarios.
Un debate de lo más cotidiano
Según informa el Huffpost, esto fue precisamente lo que le sucedió a un usuario de la red social. @EstifMcQueen escribió en X una crítica a un elemento de la playa que ahora estaba prohibido en la zona que frecuentaba y que, según él, siempre había sido muy cómodo para los bañistas. Se trata de las duchas de la playa. Este servicio era esencial, pues permitía a las personas lavarse después de un día de la playa, quitándose la arena y la sal marina. Además, permitía, según su comentario, ahorrar agua en casa.
“Lo de prohibir las duchas públicas en la playa para ahorrar agua parece un plan sin fisuras, porque esa misma agua que te gastas al llegar a casa la naturaleza ya no la computa”, escribía en el tuit.

No obstante, la reacción predominante entre los usuarios de X fue opuesta a lo que, quizá, el autor del tuit esperaba. Una amplia mayoría de los usuarios expresó su desacuerdo de forma clara y contundente. En lugar de sumarse al tono crítico del tuit original, muchos optaron por rebatir sus argumentos aportando razones que, a su juicio, legitiman plenamente la medida de prohibición. En conjunto, la respuesta colectiva reflejó no solo un rechazo a la opinión inicial, sino también un intento por generar un debate más informado sobre los motivos de la norma.
Decía un usuario: “He visto gente lavándose con champú la cabeza en la playa, ocupando las 2-4 duchas más tiempo del razonable. Eso luego va a la arena y a las plantas de alrededor en las playas que no están en medio de la ciudad”
A lo que añadía otro: “El agua de las duchas de playa no es para que te vayas limpio, sino esencialmente para que la arena se quede en la playa y sumar el beneficio de no atascar tuberías”.
Además, la cuestión del ahorro en casa también indignó a algunos usuarios que opinaban que era lógico que cada uno se tuviera que pagar el agua y el gas. El ayuntamiento no tenía porque cubrir estos gastos, a su parecer. Sus testimonios apuntaban a que las personas derrochaban el agua al no encontrarse bajo su responsabilidad monetaria y esto era un fiel reflejo de la falta de compromiso y respeto para con las cosas que no eran suyas.
Colectivización VS. Privatización
Este tipo de debates, donde se discute la colectivización o la privatización de un determinado bien o servicio siempre presenta puntos a favor y en contra. Alguna de las ideas en contra, ya comentadas anteriormente, suelen estar relacionadas con el costo público y el mal uso del servicio por parte de algunos usuarios. En el caso de las duchas públicas de la playa hablamos de una inversión municipal acompañada de un compromiso real de las personas de que se trata de un bien público cuyo carácter comunitario debe ser respetado.
Por ello, partiendo de esta concienciación, el carácter comunal de estos bienes puede tener muchas beneficios a favor. En primer lugar se constituye como un bien social colectivo que pone sobre la mesa la idea de que el espacio natural pertenece a todas y todos, y que los servicios asociados deben gestionarse como bienes comunes. No solo suponen algo positivo en términos de comodidad, sino que expresan una forma no segregada de relaciones sociales entre las personas y el espacio que, de forma colectiva, habitan. Apostar por la colectivización gratuita de estos servicios constituye una apuesta de convivencia ciudadana, en función de unas necesidades que nos involucran a todos. Eso sí, siempre y cuando haya un compromiso real de las personas hacia el hecho de que se trata de un bien público y no un elemento que puedan monopolizar para sus intereses.
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