
Como tantas veces ha ocurrido y todavía ocurre en la historia de la ciencia, el descubrimiento que dejó atónitos a un equipo de investigadores japoneses sucedió casi por casualidad. Una serendipia que ha revolucionado la concepción de los científicos sobre la evolución y sobre lo que significa estar vivo o no vivo.
Cuando un grupo de investigadores de la Universidad de Tsukuba trabajaban en la secuenciación genética del plancton marino, observaron una anomalía: un bucle de ADN desconocido se repetía en sus datos sin mostrar ninguna coincidencia con otro ser registrado hasta entonces. Aquella huella genética revelaba la presencia de un inquilino secreto que no se sabía que vivía dentro de aquella muestra de plancton.
Intrigados por el hallazgo, los científicos nipones analizaron exhaustivamente a aquel misterioso inquilino, descubriendo que se trataba de una forma de vida completamente nueva: una arquea que ponía en entredicho todo lo que se sabe sobre las clasificaciones establecidas en materia evolutiva. Es la historia de Sukunaarchaeum.
Lo misterioso de este microbio es que presenta características propias tanto de los virus como de los organismos celulares. Según han publicado los autores del estudio en la revista bioRxiv, Sukunaarchaeum cuenta con 238.000 pares de bases, que supone menos de la mitad del tamaño del genoma arqueológico más pequeño conocido hasta la fecha. Esto significa que el organismo, por necesidades evolutivas, se deshizo de todo lo que no fuera absolutamente esencial para su supervivencia.
Los investigadores coinciden en que esta eliminación de prácticamente todas las vías metabólicas normales implica que Sukunaarchaeum tenga únicamente tres funciones: replicación, transcripción y traducción del ADN. De esta manera, el microbio oscila entre la autonomía celular y la dependencia parasitaria absoluta.
Un ser entre lo vivo y lo no vivo
La paradoja de esta arquea es que se encuentra a caballo entre lo que es estar vivo y no vivo, entre las características de un organismo celular y un ser incapaz de vivir de forma autónoma. Por un lado, produce su propio ARN mensajero y sintetiza sus propios ribosomas, a diferencia de los virus, que no pueden hacerlo. Esto lo convierte en vivo. No obstante, Sukunaarchaeum no puede producir por sí solo las moléculas esenciales para la supervivencia, actuando como una especie de virus aunque más inteligente.
Esta existencia híbrida que le sitúa en el limbo de la vida ha suscitado un debate de nuevas preguntas en la ciencia, ante la dificultad para encajar a Sukunaarchaeum en la clasificación del árbol de la biología. A su vez, cuestiona las diferencias fundamentales entre la vida celular y la viral, al constituirse como “la entidad celular más cercana descubierta hasta la fecha que se aproxima a una estrategia de existencia viral”.
A pesar de que aún quedan muchas preguntas por resolver, los autores de la investigación apuntan a que estudios futuros en torno a Sukunaarchaeum podrían ayudar a expandir el conocimiento sobre el origen y la vida en la Tierra, así como abrir todo un nuevo mundo de criaturas de tamaño submicrométrico. Sukunaarchaeum es la prueba de que todavía nos queda mucho por explorar.
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