Este es el rasgo que comparten las personas más inteligentes, según un neurocientífico: “Esto es necesario para que las ideas florezcan”

Aunque la productividad y el esfuerzo son importantes, llevarlos al extremo puede ser contraproducente en cuanto al fomento de la creatividad

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Una mujer reflexiona frente a
Una mujer reflexiona frente a una taza de café y un cuaderno con notas (Freepik)

Vivimos en una sociedad completamente adicta al trabajo y a la productividad. Ocupamos nuestro tiempo con un infinito de tareas para no dejar espacio al respiro. La cultura del esfuerzo nos ha hecho creer que, si se trabaja duro, se puede llegar hasta donde se desee; sin embargo, más peligroso aún es que se haya instaurado la creencia de que, si no se trabaja constantemente, es un fracaso.

Todo esto provoca que llenemos nuestra rutina con miles de planes para aprovechar el tiempo, para no sentir que lo estamos perdiendo por vaguería o pereza. De esta manera, sentirse productivo se convierte en sinónimo éxito. Lo que ocurre es que detrás de ese ocupar cada minuto del día con cualquier tarea, por nimia que sea, puede esconderse el miedo al aburrimiento.

Esto, sin embargo, es contraproducente y un error. Joseph Jebelli, doctor en Neurociencia por la University College de Londres, ha explicado en CNBC que las personas que disfrutan de la soledad y el aburrimiento suelen ser las más inteligentes. Esto quiere decir que dedican tiempo al descanso, a prescindir de la compañía y a enfrentarse a sus pensamientos.

“Cognitivamente hablando, la soledad puede impulsar la creatividad al ofrecer el espacio necesario para que florezcan las ideas”, explica el neurocientífico. De esta manera, el aislamiento fortalece las “habilidades y capacidad para absorber nueva información”. Sin aburrimiento (que en muchas ocasiones solo se consigue abrazando la soledad), no hay espacio para el aprendizaje y la reflexión.

Consejos para alcanzar y aprovechar la soledad

En un momento temporal en el que nuestro cerebro está completamente expuesto a estímulos de todo tipo, a muchas personas les resulta casi inconcebible dedicar algunas horas a la desconexión. En el transporte público, esperando para entrar en una reunión o en cualquier rato muerto que se tenga, la mano toca el bolsillo y saca el teléfono móvil con el objetivo de sumergirse en la vorágine infinita de contenidos multimedia que ofrecen las redes sociales.

Una mujer descansando (Freepik)
Una mujer descansando (Freepik)

Esto es una forma de buscar el entretenimiento constante y, de igual manera, de huir de cualquier resquicio de aburrimiento que pueda asomar. Por ello, a veces no es sencillo ajustarse a este modelo de reducir la productividad para potenciar la imaginación. Por este motivo, Jebelli da algunos consejos sobre cómo conseguirlo para que las ideas tengan espacio para brotar.

“Te obliga a salir de tu zona de confort, estimula tus sentidos de maneras inesperadas y proporciona el entorno perfecto para la introspección y la creatividad”, explica el neurocientífico con respecto a la recomendación de realizar algún viaje o retiro en solitario, fundamental para “alejarse de la rutina diaria y sumergirse en un nuevo entorno”.

En este sentido, es importante participar en planes en solitario que requieran la atención plena, “como caminar, escribir un diario o practicar yoga": ”Estas actividades no solo te brindan los beneficios de la soledad, sino que también te ayudan a conectar con el presente, relajando aún más el cerebro".

Estos pasos, sin embargo, puede resultar todavía demasiado grande para muchas personas, por lo que el experto aconseja comenzar “con tan solo 10 minutos de soledad al día”: “Este pequeño paso puede ayudar a que el cerebro entre en un estado de relajación y a iniciar el proceso de activación de la red neuronal por defecto”.

Y para poner en práctica ese espacio de soledad es importante ser selectivo con el tiempo social, eliminando en la medida de los posible las quedadas con personas con las que no se desea estar o que tienen actitudes tóxicas que elevan el nivel de cortisol.

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Los momentos que se destinen a la soledad son ideales para reflexionar y reevaluar, ya sea de forma mental o a través de la escritura. Esto “ayuda a procesar emociones y pensamientos, lo que te permite comprenderte mejor”, fundamental también para alcanzar estadios superiores trabajando nuestras capacidades y flaquezas.