Pólipos, quistes y miomas: cómo distinguirlos y cuál es su efecto en la fertilidad femenina

Estas alteraciones ginecológicas pueden tener un impacto perjudicial en la salud reproductiva de la mujer

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Una paciente en la consulta
Una paciente en la consulta de ginecología (Shutterstock)

En ocasiones, las mujeres y la sociedad general pueden no tener del todo claro la diferencia entre pólipos, quistes y miomas, son alteraciones ginecológicas relativamente comunes. Aunque muchas veces son asintomáticas y se descubren por casualidad durante revisiones ginecológicas rutinarias, pueden tener un efecto en la fertilidad.

Según informan los profesionales de la Clínica Gynea, estas tres condiciones médicas pueden tener un impacto sobre la capacidad reproductiva, ya que pueden disminuir la fertilidad y dificultar que los embarazos lleguen a término.

Pólipos endometriales

Los pólipos endometriales, presentes en aproximadamente el 10 % de las mujeres, son crecimientos anómalos de la mucosa uterina con aspecto similar a una verruga. Su prevalencia es mayor en mujeres con baja fertilidad y se han identificado en hasta el 45 % de pacientes que se someten a tratamientos de fecundación in vitro (FIV). Su presencia también es común en mujeres con endometriosis (47 %).

Aunque no se conocen con exactitud los mecanismos mediante los cuales interfieren en la fertilidad, se sospecha que podrían dificultar el paso de los espermatozoides, impedir la implantación del embrión o provocar inflamación en el endometrio, reduciendo así su receptividad.

En muchos casos, estos pólipos desaparecen de forma espontánea, pero cuando se requiere su eliminación, la histeroscopia permite tanto el diagnóstico como la extirpación en un solo procedimiento. No obstante, la indicación de extirparlos antes de tratamientos como la FIV sigue siendo un tema de debate.

Quistes ováricos

Los quistes ováricos aparecen con frecuencia durante la edad fértil, aunque también pueden desarrollarse después de la menopausia. Se trata de cavidades llenas de líquido, en su mayoría benignas, siendo los más habituales los quistes funcionales como los foliculares o los del cuerpo lúteo.

Existen también quistes de tipo patológico, como los endometriósicos, los dermoides o los asociados al síndrome de ovario poliquístico. Su relación con la infertilidad es compleja y aún discutida, ya que depende tanto del tipo de quiste como del tratamiento aplicado. Durante años, se optó por la cirugía preventiva, pero se ha comprobado que en algunos casos puede resultar más perjudicial que beneficiosa para la fertilidad.

Durante el embarazo, lo habitual es adoptar un enfoque conservador, limitándose al seguimiento mediante ecografías, aunque en determinadas situaciones puede ser necesaria una intervención laparoscópica.

La técnica desarrollada en el Hospital del Mar de Barcelona da la opción de ser madres a las mujeres con tumores en la zona pélvica (Hospital del Mar)

Miomas uterinos

Los miomas uterinos, también llamados leiomiomas o fibromas, son tumores benignos que se desarrollan en el tejido muscular del útero y afectan a entre el 40 y el 60 % de las mujeres mayores de 35 años, aumentando su incidencia con la edad. Aunque son asintomáticos en muchos casos, se encuentran en el 5–10 % de las mujeres con infertilidad y en el 12 % de los embarazos.

Los miomas submucosos y de gran tamaño se asocian con mayor frecuencia a problemas reproductivos como abortos espontáneos, partos prematuros o complicaciones en la implantación del embrión. Algunos factores como la obesidad, la hipertensión arterial, el inicio temprano de la menstruación o el consumo de alcohol y café aumentan el riesgo de desarrollarlos.

El tratamiento quirúrgico, aunque eficaz en ciertos casos, puede dejar cicatrices en el útero, lo que incrementa el riesgo de rotura uterina en futuros embarazos. Por ello, se recomienda esperar entre seis meses y un año tras la cirugía antes de intentar una nueva gestación. En casos específicos, se puede recurrir a medicación para reducir el tamaño del mioma antes de la intervención.