
En el corazón del Bosque de Budongo, Uganda, de vez en cuando, un acto de solidaridad entre chimpancés deja caer pistas sobre el origen de ciertos impulsos humanos. Un nuevo estudio encabezado por la primatóloga Elodie Freymann, de la Universidad de Oxford, ha documentado durante tres décadas cómo estos grandes primates no solo curan sus propias heridas, sino que, en ocasiones, extienden su ayuda a otros miembros del grupo, a menudo sin parentesco alguno. La investigación, publicada en Frontiers in Ecology and Evolution, sostiene que estas conductas - puntualmente observadas en otras poblaciones de chimpancés - podrían ser más frecuentes y extendidas de lo que se pensaba.
Los chimpancés se curan a si mismos y a otros miembros de sus comunidades
Según informan desde Science News, desde los años noventa hasta 2022, el equipo pudo presenciar 34 instancias en las que un chimpancé de Budongo recurría al autocuidado. Algunos actos tenían un carácter higiénico, como frotarse con hojas después de defecar o copular, pero muchos otros caerían en la definición de “primeros auxilios”: curan sus propias heridas después de pelear, ser atacados por otros chimpancés, o tras caer en alguna trampa humana. Lamer heridas y aplicarles determinadas hojas resultó la respuesta más común. Según los investigadores, la saliva y ciertas plantas poseen compuestos antimicrobianos capaces de prevenir infecciones, lo que sugiere un conocimiento de estas propiedades transmitido a lo largo de generaciones.
Existen también registros reveladores de solidaridad entre individuos. En siete ocasiones, chimpancés brindaron cuidado a otros - no solo a parientes, sino también a miembros del grupo sin relación directa - , lo que desafía la clásica imagen de estos animales movidos exclusivamente por el interés propio. Uno de los casos más extraordinarios documenta a un macho que liberó a una hembra sin parentesco atrapada en un lazo de caza, probablemente salvándole la vida. La presencia de estas trampas en Budongo y otras zonas de África es habitual, y se sabe que los chimpancés cooperan para socorrerse en situaciones así. “El hecho de que los chimpancés traten no solo sus propias heridas sino también las de otros refleja un grado de conciencia social a menudo infravalorado”, opina Christine Webb, primatóloga de Harvard, que no participó en el trabajo. “Eso insinúa una sensibilidad empática que solemos reservar para nuestra especie”.
Existen indicios que sugieren un aprendizaje social de estas técnicas curativas
Freymann fue testigo de gestos de este tipo entre dos jóvenes machos, sin vínculo de parentesco: uno de ellos presionó con sus labios y lamió la herida del otro, a pesar del riesgo potencial. “Pensé: esto podría ser peligroso para él, podría estar exponiéndose a patógenos o enfermedades contagiosas”, relata la investigadora. “Pero aun así lo hizo. Ahí hay compañerismo… quizá algún día sean rivales, y hoy literalmente se están ‘lamiendo las heridas’”.
El origen de este aparente altruismo no se ha esclarecido, aunque existen indicios de cómo se difunde en la comunidad. En 2021, un chimpancé llamado Kirabo aplicó corteza masticada en su rodilla herida mientras un joven lo observaba con atención. “Es una señal de que ese chimpancé trataba de aprender socialmente”, explica Freymann. El archivo de registros contiene otra anécdota, fechada en 2008: una joven chimpancé llamada Night observó cómo su madre, Nambi, curaba una lesión vaginal tras una pelea violenta, e imitó la técnica aplicando a su madre una hoja masticada y doblada en la zona inflamada.
Los investigadores también observaron que, a pesar de esa aparente “filosofía” comunitaria, no todos los heridos obtienen ayuda, y parece arbitrario: la selección de a quién se auxilia y a quién se deja a su suerte sigue siendo un misterio para la ciencia. “Si a veces saben cómo liberar a otros de una trampa, por ejemplo, ¿por qué no ayudan siempre? ¿Por qué son selectivos en estos cuidados y por qué algunos chimpancés parecen merecerlo y otros no?”, se pregunta Freymann. Más allá de las incógnitas, el hallazgo desafía la visión tradicional de la medicina como patrimonio exclusivo humano y revela un matiz empático y pragmático en la naturaleza más profunda de los simios. Lo que parece estar claro es que aquel ancestro común, del que llegaron los chimpancés, los bonobos, y todas las especies de seres humanos, debía ser más “humano” de lo que se suele creer.
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