
El juicio de Erin Patterson, acusada de matar a tres familiares de su exmarido utilizando setas venenosas, acaba de comenzar en Australia.
La mujer, de 50 años, se enfrenta a cargos de asesinato por la muerte de sus exsuegros, Don y Gail Patterson y su cuñada, Heather Wilkinson, además de uno de intento de asesinato de Ian Wilkinson, el esposo de Heather, quien fue el único superviviente del envenenamiento ocurrido en su casa en Leongatha, al sureste de Melbourne, el 29 de julio de 2023.
Durante su testimonio, Patterson defendió su inocencia y aseguró que lo ocurrido fue un accidente. “Ahora creo que existe la posibilidad de que hubiera hongos silvestres en la comida”, declaró ante el jurado.
Así, explicó que su interés por las setas surgió tras los primeros meses de la pandemia cuando, tras un paseo con sus hijos en el Jardín Botánico de Korumburra, notó la abundancia de setas en la zona. “Tienen un buen sabor y son muy saludables”, afirmó.
Sin embargo, la fiscalía sostiene que Patterson actuó con intención al servir la letal Amanita phalloides, conocida como oronja verde, una de las setas más venenosas del mundo, en una comida familiar.

Los informes de toxicología confirmaron que los hongos presentes en la comida fueron responsables de la intoxicación mortal. La acusación también señala que Patterson fingió padecer cáncer para atraer a las víctimas a su casa y generar compasión.
“No quería que dejaran de preocuparse por mí, así que lo mantuve. No debí haberlo hecho”, confesó la acusada entre lágrimas. Cuando se le preguntó si había mentido sobre su enfermedad, respondió: “Sí, les mentí”.
Un menú letal
En la fatídica comida, Petterson preparó un beef Wellington con hojaldre, puré de patatas y judías verdes. Según ella, modificó la receta original debido a que no pudo conseguir un trozo grande de filete, por lo que utilizó filetes individuales, lo que la llevó a añadir más hongos para la mezcla.
Tras cocinar los hongos durante unos 45 minutos, probó la mezcla y la encontró insípida, por lo que buscó hongos secos en su despensa. “En ese momento, solo hongos… de Melbourne”, aseguró.
Sin embargo, más tarde admitió que “existía la posibilidad de que también hubiera hongos recolectados allí”, haciendo referencia a los hongos silvestres que había encontrado durante sus paseos.

Después de la comida, Patterson se sintió enferma, con dolor abdominal y vomitó, pero atribuyó los síntomas a una indisposición pasajera. “Me sentí enferma, demasiado llena, así que fui al baño y vomité”, declaró.
Al día siguiente, la acusada decidió acudir al hospital, donde un médico le dijo: “La estábamos esperando”. Esta reacción sorprendió a la mujer, quien no entendía la gravedad de lo sucedido hasta ese momento.
Mentiras, pánico y familia rota
Además de mentir sobre su diagnóstico de cáncer, Patterson admitió ante el tribunal que le había mentido a sus invitados sobre una cirugía de bypass gástrico que planeaba realizarse.
“No me siento orgullosa de esto, pero les hice creer que podría necesitar algún tratamiento… en relación con el cáncer de ovario en las próximas semanas y meses”, confesó.
El deterioro de la relación entre Patterson y su exmarido, Simon Patterson, también fue abordado durante el juicio. El tribunal escuchó testimonios sobre desacuerdos familiares, especialmente sobre la manutención de los hijos.
Se presentaron mensajes enviados por la acusada a varios amigos, en los que expresó frustración hacia la familia Patterson. “Ojalá nunca lo hubiera dicho. Me da vergüenza decirlo y ojalá la familia no tuviera que oír que lo dije”, señaló.

Un momento clave en el juicio fue cuando Simon Patterson le preguntó a Erin si había usado un deshidratador para envenenar a sus padres. “Dije ‘por supuesto que no’”, declaró la acusada. Sin embargo, más tarde reconoció que había utilizado un deshidratador para secar hongos recolectados y, por miedo a que los trabajadores de protección infantil lo encontraran, lo arrojó al vertedero.
Además, admitió haber restablecido la configuración de fábrica de su teléfono móvil porque contenía fotos de hongos y del deshidratador. “Entré en pánico y no quería que los vieran”, explicó.
El juicio continúa con la defensa de Patterson insistiendo en que el envenenamiento fue un “terrible accidente” y rechazando la versión de la fiscalía de un acto premeditado. Si es hallada culpable, Erin Patterson podría enfrentarse a una condena de cadena perpetua.
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