Ocho comportamientos de las personas que han crecido en hogares infelices, según la psicología

Hipervigilancia, desconfianza, superación o ansia de estabilidad son algunas de las secuelas de estos adultos

Guardar
Pelea de padres e hijos
Pelea de padres e hijos (Imagen Ilustrativa Infobae)

Las experiencias de la infancia influyen de manera directa en la personalidad de las personas. Crecer en un hogar infeliz puede dejar secuelas duraderas, que a menudo se manifiestan en determinados comportamientos en la vida adulta.

Existen ocho comportamientos comunes que suelen presentar los adultos que crecieron en hogares infelices.

Hipervigilancia

Crecer en un entorno inestable suele significar estar en alerta máxima. Este estado puede persistir en la edad adulta y manifestarse como hipervigilancia.

Estas personas pueden tener cambios bruscos del estado de ánimo y pueden reaccionar con fuerza ante ruidos o movimientos repentinos. Esto puede, en ocasiones, dificultar las interacciones sociales.

Desconfianza en los demás

Es un pilar fundamental de cualquier relación. Pero para alguien que creció en un hogar infeliz, puede ser una verdadera lucha. Este estado tiene relación con lo hablado anteriormente sobre el estado de alerta. Por ello, estas personas están continuamente pendientes de si el de al lado los decepcionará o no.

Esto puede reconocerse como un mecanismo de defensa que el adulto había desarrollado de niño.

Superación

En estos lugares, los niños buscan tienen la necesidad de tener una necesidad generalizada de validación, que puede manifestarse en forma de superación en la edad adulta. Estas personas pueden tener un afán constante de sobresalir en todos los campos a los que se dedican, creyendo que su valor está ligado a sus logros.

Qué dice la psicología de las personas que ayudan a los camareros a recoger la mesa.

Un estudio publicado en el Journal of Personality and Social Psychology descubrió que los adultos que declararon haber sido muy criticados por sus padres en la infancia tenían más probabilidades de ser perfeccionistas.

Ansia de estabilidad

En la edad adulta, las personas que han pasado por ese tipo de experiencias suelen ansiar la estabilidad. Anhelan la sensación de control que les faltó en sus años de formación.

Esto se manifiesta de varias maneras: tal vez sea un hogar meticulosamente organizado, o un trabajo con responsabilidades claras y horarios predecibles, o quizá unas relaciones estables que no evolucione con altibajos.

Hay una cierta paz que viene de saber qué esperar. No se trata de ser controlador o rígido, sino de crear una zona segura sin ningún imprevisto.

Miedo al abandono

En la edad adulta, este miedo suele manifestarse en las relaciones. Puede que te aferres demasiado o puedes alejar a la gente preventivamente. Es un ciclo difícil de romper, sobre todo cuando estos miedos provienen de experiencias muy arraigadas.

Comportamiento defensivo

La actitud defensiva puede ser a menudo un mecanismo de defensa aprendido en la infancia. En la edad adulta, este comportamiento puede continuar cuando no existe ninguna amenaza. Es posible que se pongan a la defensiva en situaciones cotidianas, percibiendo a menudo críticas donde no las hay.

Aunque es natural querer protegerse, una actitud defensiva excesiva puede dificultar la comunicación abierta y crear barreras en las relaciones.

Resiliencia

Tal vez sea el comportamiento más importante a reconocer en los adultos que crecieron en estos hogares. Esta resiliencia no se refiere sólo a la supervivencia, sino a su capacidad para crecer y transformarse a pesar de la adversidad.

Aunque los comportamientos derivados de una infancia infeliz pueden ser un reto, también son un testimonio de fortaleza y adaptabilidad.