
Recientemente, la hija de Tom Hanks, Elizabeth Ann Hanks, publicó su libro The 10: A Memoir of Family And The Open Road, en el que narra su complicada infancia al lado de su madre, la fallecida actriz Samantha Lewes.
En el libro, la periodista afirma que Samantha Lewes sufría problemas de salud mental que afectaron profundamente su comportamiento como madre.
“Me empujaba, me sacudía, me tiraba del pelo y una vez me encerró en un armario”, recordó E.A. Hanks, quien añadió que en ocasiones la actriz le hablaba de bebés que había perdido durante embarazos y le decía que ella “se uniría a ellos en el limbo eterno”.
Durante la alfombra roja del estreno de su nueva película The Phoenician Scheme, Tom Hanks fue consultado sobre el libro y no dudó en expresar su respaldo.

“Es un orgullo, porque creo que ella lo comparte conmigo. Ha sido muy abierta sobre el proceso. No me sorprende que mi hija tuviera el temple, la curiosidad, e incluso —digámoslo así— la temeridad de examinar algo tan doloroso con tanta honestidad”, declaró a Access Hollywood.
Sin embargo, el protagonista de Forrest Gump comparte el mismo rechazo por su infancia que su hija, ya que en una entrevista concedida a The Guardian en octubre de 2017, Hanks rompió el silencio sobre el peso emocional que arrastró desde que era pequeño.
Sus palabras no solo desnudaron una parte íntima de su historia, sino que también ofrecieron una clave esencial para entender el origen de su capacidad de conectar con el público desde la autenticidad más pura.
Nacido el 9 de julio de 1956 en Concord, California, Thomas Jeffrey Hanks vivió desde muy pequeño una vida marcada por la inestabilidad. Tras el divorcio de sus padres, su madre, Janet Marylyn Frager, prácticamente desapareció de su día a día.
Fue criado principalmente por su padre, Amos Mefford Hanks, un cocinero que trabajaba largas jornadas fuera de casa. La figura paterna, aunque presente físicamente, no lo fue emocionalmente. La atención, el cariño y el acompañamiento no eran tan frecuentes.

“Cuando era niño, ni siquiera se daban cuenta de que estaba en casa, estaban muy ocupados con sus propios problemas.”, recordó.
Esa falta de estructura lo llevó a tener que adaptarse una y otra vez a entornos nuevos, teniendo que buscar por sí mismo la parte positiva de cada situación.
“Las pocas veces que le he tenido miedo a un entorno nuevo, lo he superado. Y una vez que aprendes que puede ser malo por un tiempo, entonces estás bien”, expresó.
Incluso, el actor reconoció que ser optimista no significa ser ingenuo ni desconocer las duras realidades del mundo. “Simplemente no es así. Lo sopeso todo. Pero no puedo evitar despertarme por la mañana y pensar: ¿Qué cosas buenas me van a pasar?“, señaló.
De hecho, Tom Hanks afirmó que él y sus hermanos vivían en su sucio apartamento. “¡Si hubieras raspado la cantidad de sopa de tomate quemada de la estufa, habría sido como una excavación arqueológica!”, recordó.

Con el paso del tiempo, Tom Hanks no solo se consolidó como uno de los grandes actores de su generación, sino también como una voz reflexiva. En la misma conversación con The Guardian, confesó que le gusta envejecer.
“La verdad es que me gusta envejecer. De pequeño, siempre me sentí como si tuviera un trasero enorme y una voz chillona", expresó en referencia a que en su juventud no tenía una buena autoestima.
En una entrevista con Graham Bensinger, la estrella de Hollywood detalló cómo la falta de atención lo afectaron: “Quizás había cierto grado de soledad porque, en realidad me quedé atrás y no tuve adultos que me cuidaran”, comentó.
Aunque, el descuido de sus padres lo llevaron no solo a tener una herida emocional, ya que su propia salud se vio comprometida. Diagnosticado con diabetes tipo 2, entendió que el cuerpo —como la mente— necesita cuidados.

“No comía bien, no le ponía comida sana a la máquina. Y mi médico me dijo: ‘Felicidades, idiota, ahora tienes diabetes tipo 2’. No es que cambies tus hábitos automáticamente, pero esa fue una señal importante que me decía: ‘Esto es opcional, amigo. Son decisiones. Y si quieres, adelante. Pero hay consecuencias”, indicó.
El peso invisible de crecer ignorado
Lo que diferencia a Tom Hanks de muchos otros actores de éxito no es simplemente su talento sino su capacidad para humanizar lo que interpreta. Ese “don”, como muchos críticos han llamado a su habilidad para tocar el alma del espectador, parece tener su raíz en esa infancia rota.
De niño, se sentía invisible. Y con ello vino un proceso de autoafirmación emocional. Aprendió, por las malas, a entender el silencio de la soledad. Su autoestima, como él mismo contó, no estaba en su mejor momento.
La figura que hoy vemos como una de las más estables de Hollywood, comenzó su vida como un chico lleno de dudas, en un entorno donde no había nadie que le asegurara que las cosas iban a estar bien. Y, sin embargo, lo estuvieron.
Una carrera nacida de la necesidad de pertenecer
Quizás fue esa sensación de desarraigo la que lo llevó, años más tarde, a buscar un lugar en el escenario. El teatro escolar y las primeras incursiones en la actuación no fueron solamente una vocación artística, sino un refugio.
“Me divertí más de lo que jamás hubiera imaginado”, dijo en una entrevista.

El aplauso del público —aunque pequeño— fue, en muchos sentidos, el primer reconocimiento que Tom Hanks sintió en su vida.
Durante los años 80, se ganó un lugar en la industria gracias a comedias ligeras y entrañables. En 1984, Un, dos, tres... Splash, de Ron Howard, lo catapultó a la fama.
Ese mismo año protagonizó Despedida de soltero, y en 1986 participó en Esta casa es una ruina, dos títulos que reforzaron su imagen de tipo simpático y confiable.
Pero fue en 1988 cuando la crítica comenzó a tomarlo en serio: su actuación en Big, interpretando a un niño atrapado en el cuerpo de un adulto, lo hizo merecedor de su primera nominación al Oscar.
Durante la década de los 90, Tom Hanks dejó atrás la comedia para abrazar el drama. Lo hizo con convicción y coraje, y el mundo lo premió por ello. Philadelphia (1993), en la que interpretó a un abogado enfermo de VIH, le valió su primer Oscar.
Un año después, volvió a llevarse la estatuilla por Forrest Gump (1994), otra historia profundamente emocional sobre un hombre marginado por su diferencia.
En ambos personajes, el núcleo era la misma soledad que Hanks conocía bien. Un hombre que lucha por ser visto, por ser aceptado, por ser amado. Son esos hilos invisibles, tejidos en su propia historia, los que hacen que sus actuaciones no sean meramente técnicas, sino vividas.
Después vendrían Rescatando al soldado Ryan, Milagros inesperados, Náufrago, Camino a la perdición, Atrápame si puedes y muchas más.

En un mundo donde los escándalos, las polémicas y las máscaras son moneda corriente en la industria del entretenimiento, Tom Hanks representa la autenticidad, la constancia y la integridad.
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