Carl Honoré sobre la educación en tiempos de la IA: “La presión por sacar lo máximo de nuestros niños es devoradora”

En su visita a la Argentina, el referente del mundo slow reflexionó sobre la importancia de volver a las grandes preguntas y no perder de vista que los “niños son ya objeto de mayor preocupación e intervención de los adultos que en cualquier otro momento de la historia”.

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Carl Honoré
Carl Honoré

El sol y el silencio son protagonistas en la sala de la avenida Córdoba, en la Ciudad de Buenos Aires, en la que Carl Honoré espera para su próxima entrevista. El tráfico es solo un murmullo, el agua en los vasos está fresca y recién servida. Con una remera a rayas y un hablar pausado y de un español perfecto; el periodista y experto en tendencias de la sociedad actual- nacido en Escocia, aunque “canadiense de adopción”- se abre a la charla y a la reflexión.

Honoré, autor de Bajo Presión: Cómo educar a nuestros hijos en un mundo hiperexigente (RBA, 2008); entre otros libros, subraya la importancia de abordar la lentitud en lo educativo en un presente donde todo gira demasiado rápido; en especial con la revolución de la IA en las aulas y en lo cotidiano.

“En la actualidad, el mismo mensaje se repite en todas partes: la infancia es algo demasiado precioso para dejarlo en manos de los niños, y los niños son algo precioso para dejarlos solos”, escribe en este road trip reflexivo sobre diversas experiencias educativas slow en Europa, América y Asia.

En su visita a Buenos Aires, Honoré quien es una de las figuras más importantes del llamado slow movement invita a la pausa pero no como una de falta de acción; sino todo lo contrario, como una forma de vida que invita a estimular un pensamiento crítico sobre lo vertiginoso; sobre el hoy y el futuro próximo.

El periodista canadiense es uno
El periodista canadiense es uno de los referentes del mundo slow

¿De qué hablamos cuando hablamos de lentitud? En realidad son dos preguntas en una porque ¿Hay una lentitud o hay tantas lentitudes como personas? Así como se habla de los ritmos ¿cada uno a su ritmo o a su lentitud?

—Yo no soy extremista de la lentitud. A mí me encanta la velocidad, a veces más rápido es mejor, lo sabemos todos, pero no siempre; y esta es la clave del movimiento slow, del credo slow. Consiste en hacer las cosas a la velocidad correcta. Al ritmo adecuado, a lo que los músicos llaman el tempo justo. A veces rápidamente, otras veces bajás un cambio y vas un poco más lento. Si vas más profundo con esto del slow, en el fondo es una mentalidad. Es privilegiar la calidad sobre la cantidad, es estar presente, vivir plenamente el momento.Es hacerlo todo, no lo más rápido posible, sino lo mejor posible. Es una idea sumamente sencilla, pero tiene la capacidad para revolucionarlo todo, desde el sexo, hasta el trabajo. Y es por eso que en todos los ámbitos de la vida ahora hay movimiento por la lentitud.

Sobre la segunda parte de la pregunta, cada uno de nosotros, somos únicos, cada uno tiene su propio metrónomo interior.Y esto hace que lo que para mí puede ser lento, que sea para vos muy rápido. Así que cada uno tiene su tiempo, su forma de lentitud. Y no hay ninguna receta universal, mágica, no podés descargar de Amazon una fórmula mágica que te diga “Vos tenés que moverte a tal velocidad”. Pero es interesante esto del ritmo, porque muchas veces la lentitud se asocia con una pausa, con el detenerse.Y la lentitud también es un ritmo. Es el momento de citar al gran filósofo argentino, [Alejandro] Fantino, “Pará, pará, pará” (risas) A veces hay que parar, pero en otros momentos toca ir, moverse más lento.

Para citar a otro “filósofo”, tenés al director técnico de fútbol “Mostaza” Merlo que siempre decía “paso a paso”; no hay que detenerse, pero todo a su debido tiempo…

—Estas son verdades de todos los tiempos. Porque sale en la Biblia, en el libro de Eclesiastés: cada cosa tiene su tiempo. Tiempo de amar, tiempo de descansar, tiempo de trabajar, tiempo de sembrar. No es nada nuevo, el movimiento slow es un nuevo lenguaje para decir cosas que siempre han existido. Yo elegí aferrarme a la idea, a la palabra slow, porque es una palabra tan contraintuitiva, tan contracultural; en una sociedad que venera la velocidad. Una sociedad infectada hasta los poros del virus de la prisa. Esta es una sociedad en la cual existe un tabú muy fuerte contra la lentitud. Lento es sinónimo de muchas cosas desrelativas, de perezoso, de estúpido, de improductivo.

Incluso en términos educativos cuando alguien dice que “un chico es lento” está lo peyorativo

—Un chico lento, claro. Pero fíjate que el año pasado escribí un ensayo para un capítulo en un libro llamado Slow Learning, el aprendizaje slow. Es decir, ¿cómo aprender? ¿Cómo catalizar el aprendizaje? No es acelerarlo, sino darle al chico el espacio y el tiempo para explorar el mundo a su ritmo, para jugar libremente, incluso a veces para aburrirse, y darle más rienda suelta al chico. Hacer del alumno el protagonista de su propio aprendizaje, en lugar de ponerlo en una máquina con una sola velocidad para todos en el aula al mismo tiempo. Es variar y honrar los ritmos diferentes de cada chico.

“Bajo presión” es una gran reflexión para repensar la crianza y lo educativo, la primera edición es del 2008 y la segunda del 2024, pero con este presente algorítmico que va más allá de la inteligencia artificial ¿Cómo es pensar el movimiento slow en la educación del hoy? ¿Por qué escribiste “Bajo presión”, con esa urgencia?

—¿Sabés qué? Ahora que tengo varios libros, me doy cuenta de que en todos mis libros, el punto, la chispa, es siempre alguna crisis existencial, personal. Algo que ocurre en mi vida y me hace pensar que tengo que cambiar de rumbo.

Y ahí fue donde arranca el libro, con ese encuentro con el profesor en el colegio de mi hijo. Vivía en un barrio muy competitivo, muy de altos recursos, muy paquete de Londres. Y había mucha presión. Cuando mi primogénito empezó en el colegio me entró un pánico. Empecé a sentir esa presión, que antes no tenía. Porque antes de ir al colegio vivíamos en nuestra burbuja de slow y todo bien. Pero ni bien puso los pies en el colegio, empecé a sentir esa cosa de comparar: ¿Y ese chico? ¿Y esos padres de esa familia? Y sabía, por toda la trayectoria que había hecho con La Lentitud, que esto no tenía lógica, no era sano, pero me costaba resistirlo.

“En la actualidad, la presión
“En la actualidad, la presión por sacar lo máximo de nuestros niños resulta devoradora", dice Honoré

La presión devoradora

En su libro, Honoré cuenta cómo su hijo se destacaba dibujando, pero sin embargo no quiso un tutor para “profesionalizar su arte” sino solo continuar con el disfrute que le producía la actividad. Una decisión firme: “No quiero ir a clase para que un profesor me diga lo que tengo que hacer… solo quiero dibujar”, recrea el autor el diálogo con su hijo y reflexiona sobre el impacto de esa frase: “En la actualidad, la presión por sacar lo máximo de nuestros niños resulta devoradora.”

—Me sacudió ese encuentro con mi hijo, me sacudió en lo más íntimo y volví a casa después de eso. Me acuerdo que estaba tumbado en la cama pensando: “He perdido la brújula acá un poquito, ¿no? Se me ha ido la mano”. En casi todos los ámbitos de mi vida, he logrado vivir lo que predije con Elogio de la Lentitud. Pero con este nuevo capítulo, como padre, en un barrio muy competitivo, en un mundo competitivo,sentí la necesidad de hacer otra investigación.

Vos tenías tu brújula con tus formas y tus maneras de entender la vida y de repente te chocás contra el sistema ¿Cómo podemos hacer que las brújulas que uno cree que son las mejores para trazar la vida de uno, las personales e incluso de sus hijos no choquen todo el tiempo con el sistema, con un sistema tan puntual como es el educativo?

—No es tan fácil, porque el sistema es el sistema. La respuesta depende mucho de donde vivas, en qué país. Yo siempre le recomiendo a los padres que en lugar simplemente de aceptar, “Ok, mi hijo va a este colegio y punto”, hay que investigar un poquito, pasar un día en ese colegio, visitar otros colegios y tratar por lo menos de elegir el colegio que tenga más sintonía con el movimiento slow. Va a ser difícil, en algunos casos va a ser casi imposible. Lo que he visto es que en general es que los profesores entienden el valor de la lentitud, de un enfoque slow, pero se encuentran en un sistema o bajo presión de los padres que quieren algo mucho más fast. Si vos enviás a tu hijo a un colegio slow, puede ayudar forjar una relación con el profesor y juntar capaz un grupo de aliados, de padres que tengan la misma visión y hablar con el director del colegio,con los profesores y estimular una discusión dentro del colegio para cambiarlo.

Estas cosas no cambian de la noche a la mañana, no soy utópico. Otro flanco es, obviamente, a nivel global de la sociedad mandarle cartas a tu ministro de educación y hablar con los políticos y tratar de movilizar.

En tu libro subrayás varias veces que hay que pensar a los niños como personas y no como proyectos, sin embargo cuando hoy uno escucha ciertas ideas educativas que se proponen como superadoras nos encontramos con esta idea del niño en potencia, el niño proyecto que debe aprender las “habilidades del siglo XXI” que son las misma habilidades que siempre fueron claves y necesarias para vivir en sociedad: pensamiento crítico, empatía ¿Cómo crees que es posible romper con la idea del niño proyecto?

—Un primer paso es involucrar al chico en el proceso. Si va a haber un cambio en un colegio o pequeños cambios, en la medida que sea posible que participen los chicos en la discusión. Escucharles su experiencia, cómo viven ellos los métodos de hoy, qué sueñan tener. Los chicos tienen que ser protagonistas, tienen que ser miembros y parte de esa discusión. Y eso también con chicos muy jóvenes, porque puede que no tengan las palabras para expresarse, pero a veces simplemente su presencia cambia la onda, la energía y suaviza o baja esa cosa del “proyecto” porque la persona está ahí. Círculos de palabras para compartir, para explicar y los adultos pueden ir sacando hilos y cosas útiles para tejer una nueva red, de darle vuelta a la tortilla, de pasar de proyecto a persona. El proyecto en realidad es un futuro, una falta de presencia, es como algo más abstracto, esto lo hacemos para el niño, pero cuando ese niño está ahí sentado creo que cambia un poco la dinámica.

¿Qué posibilidades ves de potenciar lo slow a través de la tecnología?

—Uff, lo veo complicado. Yo creo que soy menos optimista. Tengo una visión un poco más crítica de la tecnología, que cuando escribí este libro. No soy tan apocalíptico, pero acepto que un apocalipsis es una posibilidad. Porque no sabemos, es una caja negra la IA; no sabemos muy bien hacia dónde vamos, qué impacto va a tener. Nadie tiene una bola de cristal, ni siquiera la gente que está desarrollando la tecnología. Esto genera ansiedad y bastante miedo.

Cuando escribí ese libro, tenía una visión un poco más optimista. La tecnología debería ser en la educación una herramienta bien usada en situaciones controladas. No debería ser el piloto automático. Desde la salida del libro, hay muchos estudios que demuestran la importancia de pasar menos tiempo con el ojo aferrado a la pantalla y tener más experiencia sensorial y táctil con el mundo y más conexión con otros seres humanos y socializar en un espacio real. Vimos durante la pandemia el daño generado a chicos viviendo por pantalla en burbujas tecnológicas encerrados en casa.

La IA es otra cosa. Va a ser un verdadero cambio si cumple con la mitad de las fantasías que se escuchan. Va a ser un cambio tectónico o sísmico. Y a esta altura es muy difícil saber cómo va a impactar en la educación o cómo la podemos usar.

Yo, por un lado, veo la posibilidad de honrar los ritmos del aprendizaje personalizado. Creo que la IA podría ser súper útil en eso. Pero tenemos que evitar caer en que todo pase por la IA, que todo pase por la pantalla. Ya se ve en las universidades que los chicos o los alumnos escriben sus trabajos con IA y pasan de antes 14 horas a hoy 14 minutos. Y se sacrifica el proceso. El proceso de metabolizar la información, de pensar, de reflexionar. Y eso es un enorme peligro en la educación. Y ya se ve también que los profesores están usando IA para evaluar. Entonces, hace que estemos en una situación ya casi absurda. Que hay una IA que evalúa a otra IA. Yo suelo decir que lo que hace la prisa es que nos deshumaniza y la lentitud nos re-humaniza. Porque los seres humanos somos lentos , somos del mundo natural. La tecnología más reciente, más moderna, nos deshumaniza.

Estamos en un momento en el cual toca poner sobre el tapete las grandes preguntas. ¿Qué es el ser humano? Qué es una vida digna del hombre? ¿Cuál es nuestro rol en este mundo? ¿Cómo usamos el tiempo? Estas preguntas son enormes, gigantes. La IA representa un desafío épico para el ser humano. Estamos en modo correcamino, hiper acelerados, distraídos, sobre cafeinados, multitarea. En ese estado de modo turbo, es imposible parar y reflexionar y lidiar con estas grandes preguntas. Tengo la sensación de que todavía tenemos la capacidad de guiar a la IA un poquito. Aunque la caja negra está cobrando cierto instinto de autopreservación.

Es interesante también el planteo de si uno entrena o educa a la IA, no es sutil la diferencia

—Es una perspectiva interesante, como una forma de mantener todavía ese control. Y cómo uno puede educarse para bajar ese ritmo, para cambiar esa presión, para ir más lento y re-humanizarse.

Diez tips slow para docentes y escuelas

Cerramos la entrevista, intercambiamos mails, Carl me comparte información y tips slow para repensar en el aula y me desea ¡suerte!

1. Comenzar cada lección con uno o dos minutos de silencio. Es una oportunidad para realizar ejercicios de respiración o atención plena (mindfulness), o para leer en privado.

2. Antes de iniciar un debate en clase, dé a los alumnos unos minutos para ordenar sus ideas y preparar sus argumentos.

3. Incentive a los alumnos (y al personal) a caminar más, tanto para ir y volver de la escuela como durante la jornada escolar, para estimular su creatividad.

4. Pruebe el Juego del Aburrimiento: reserve de 20 a 30 minutos para que el profesor se aleje y deje que los alumnos creen su propio entretenimiento, proyectos, etc.

5. Organice una mañana, tarde o día sin escritura para fomentar otras formas de enseñar y aprender.

6. Citar a figuras ​​que invocan el poder y la sabiduría de la lentitud. Charles Darwin se autodenominó un “pensador lento”. Maryam Mirzakhani, la primera mujer en ganar el premio de matemáticas más prestigioso del mundo, también lo hizo.

7. Promover y celebrar el arte de no hacer nada ocasionalmente.

8. Poner más énfasis en el progreso individual de cada niño en lugar de compararlo siempre con el grupo.

9. Sea travieso. ¿Por qué no nominar al “alumno más lento del mes” para que alumnos y padres reflexionen sobre los beneficios de la reflexión pausada y el aprendizaje profundo?

10. Reunir al personal y al alumnado para explorar maneras de reducir la carga de tareas.

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