“Policía, profesor, psicóloga, padre, poder, palabra”; con esa enumeración de seis letras P, inició Patricio Zunini su diálogo con el especialista en educación Gabriel Brener en una atrapante charla que hizo referencia a la serie Adolescencia, pero que fue mucho más allá para repensarnos como adultos en la ardua tarea de enseñarle el mundo a los más jóvenes.
Brener, que es ex subsecretario de Equidad y Calidad Educativa del ministerio de Educación de la Nación, publicó un interesante artículo que invita a salirse de ser un mero espectador de la “serie del momento” para observar la práctica cotidiana del aprendizaje y el ejemplo.
Adolescencia es un drama psicológico planteado en una miniserie en la que observamos cómo Jamie, un niño de 13 años, es acusado de asesinar a su compañera de clase.
P de profesor
“En esta serie, a esos docentes de esta escuela se los muestra definitivamente impotentes”, comenzó Brener para reflexionar sobre el rol de los educadores retratado en la miniserie, aunque enseguida marcó la diferencia entre realidad y ficción cuando su hija que asiste a cuarto año de una escuela pública porteña le planteó, tras ver la propuesta televisiva: “Eso no pasa en mi escuela. Imposible que al día siguiente que matan a un compañero estemos en la escuela como si nada. Estaríamos todos patas para arriba sin saber qué hacer. Totalmente desarmados”.
Y señaló que la idea de una serie sobre la adolescencia parece más una cuestión de marketing ya que en realidad se trata del mundo de los adultos y “pone en evidencia la falta del adulto, que creo que es un síntoma que estamos atravesando como sociedad”.
“Hay muchas escuelas que tienen docentes que se hacen cargo, que están presentes, que abrazan, que escuchan, que contienen”, destacó a diferencia de lo que se observa en la producción británica.
Y subrayó el “inquietante” grado de desconexión generacional que atravesamos en la actualidad. Y señaló que no se trata de culpar a una pantalla como el celular ya que “cada época tiene su tecnología. El problema es quizás nunca como en este tiempo y la serie lo muestra, vemos adultos que no se dan por aludidos. Retengan esa imagen. Piensen en adultos escolares, pero también en adultos, familiares, adultos que no se dan por aludidos”.
“El combo explosivo es cuando se conjuntan adultos que no se dan por aludidos y pibes que no se sienten parte”, planteó Brener y Zunini acotó- en base a una charla previa que tuvo con Mariana Maggio en el auditorio de Ticmas- que Adolescencia era un “Señor de las moscas” en tiempo de redes sociales; en referencia a la novela de William Golding que invita a repensar la educación.
Encierro no es sinónimo de “seguridad”, la simulación
En la serie existe un momento en el que la madre de Jamie, el joven acusado, señala que no entiende lo que ocurrió: “Que ella sentía que su hijo estaba seguro cuando estaba en su habitación”; sin tener en cuenta el mundo sin supervisión que tenía al alcance de su pantalla.
“Seguramente nos vamos a encontrar con adultos, con mamás y papás, los que somos papás o mamás que sienten que cuando están en casa, bajo la cobija del propio hogar, la tele encendida, las pantallas atentas y nuestro hijo en la pieza, no hay imagen de mayor seguridad que esa serie Adolescencia vino a desbaratar”, reflexionó Brener y agregó: “Quizás a veces nos resbalamos en una simulación de cuidados, en una simulación de diálogos, hasta en una simulación de enseñar y aprender”
“Hacemos como que enseñamos, hacemos como que aprendemos, hacemos como que maternamos o paternamos, hacemos como que una familia está muy bien constituida. Sin embargo, cuando ocurren estas cuestiones. Y me querría distanciar de la desgracia de un episodio de homicidio, porque eso a veces obtura la posibilidad de pensar y discutir”, señaló.
P de poder incómodo
Para Brener se trata de observar este fenómeno televisivo desde la “incomodidad”.
“No hay posibilidad de poder. Y estamos hablando de la escuela y de la pedagogía y de la docencia. Por eso hablo de los adultos escolares. Pero también podrías hablar de los adultos familiares. No hay posibilidad de poder diseñar y emprender una buena escuela secundaria si no transitamos la incomodidad; y la incomodidad tiene que ver con el vínculo entre adultos y adolescentes”, indicó.
Y agregó: “La incomodidad tiene que ver con animarse a escucharlos de manera genuina, no hacer que los escuchamos. Escucharlos significa estar dispuesto a que cuando preguntamos las respuestas no sean de nuestra conveniencia. Hay que estar dispuesto a meterse en la aventura de ir a buscar la respuesta, porque todos los que estamos pasados los 40 años venimos de una escuela en la que las preguntas ya tenían las respuestas de antemano”.
Citando el trabajo de Richard Sennett sobre la importancia de la pregunta existencial, Brener planteó que muchos chicos atraviesan la angustia de formularse: “¿Soy necesario para los demás? Esa pregunta que tiene que ver con un pibe adolescente en su casa y en la escuela. Y los adultos tenemos que poder hacerle sentir a cualquier pibe que es muy importante que esté hoy con nosotros”.
P de ¿adultos perdidos?
“La serie, también nos muestra adultos que de alguna manera están perdidos, desorientados, como pudimos estar muchos adultos. Ahora, el problema no es que exista cierta alteración en la frontera que separa a adultos y adolescentes. Eso pasa hace rato”, indicó. Y agregó que es necesaria esa frontera de la experiencia que da un adulto: “Los chicos necesitan del amparo nuestro, de los adultos, para que los ayudemos a constituirse como sujetos y hacerse responsables de sí mismos”.
P de Palabra
Cuando se habla de poner límites a los niños y jóvenes suele haber cierto movimiento de incomodidad y una necesidad de dar explicaciones. Brener que investigó el tema de la violencia escolar marcó que a veces se da una judicialización de las relaciones escolares y parece que hablar de límites entra en una frontera de “mala palabra”.
“Creo que la tarea es humanizar lo que se está despojando de humanidad. Lo que nos muestra un nivel de fisura y de desconexión que alerta es que se pone en juego la verdadera transmisión de la cultura, que es en todo caso, uno de los objetivos claves que tiene que tener una escuela”, destacó.
Para retomar la importancia de la palabra, Brenner contó al público presente parte de su historia familiar y lo que ocurrió en el gueto de Varsovia, en Polonia, y el campo de exterminio nazi de Treblinka. Para ello, retomó el mensaje que dejó a la humanidad Jerry Goldsmith, más conocido como Janusz Korczak, quien siendo miembro de una relevante familia judía decidió no salvarse y acompañar el inhumano destino de los niños huérfanos que cuidaba en los hornos nazis.
Korzcak notaba que existía una violencia circundante entre los niños que cuidaba de 4 a 12 años y a pesar del pedido de los cuidadores y docentes esta continuaba en aumento. Por ello, ideó un plan que aquel que quisiera golpear a un compañero debía escribir el motivo en un papel y depositarlo en una caja de cartón con ranura que llamó “La Caja de las peleas”.
Para Brener se trata de un ejemplo histórico de lo que significa “reponer la palabra” en un mundo de hoy vertiginoso donde se trata de desacelerar. Y destacó: “Desacelerar es una tarea contracultural que puede hacer la escuela. Hay que reponer la palabra, y la palabra es quizás la mejor estatura que puede tener la escuela para salir a batallar en este contexto de tanto odio y de tanta violencia que se está tornando natural”.
Con E de escuchar

Por último reflexionó: “Vuelvo a eso que dije a ver si nos animamos a escuchar de manera más sincera. Cuando yo decía anteponer la escucha al juicio demoledor como papá, como docente a veces”.
“Yo creo firmemente en la alteración del aprendizaje. Es imposible ser buena enseñante si no estás dispuesto a aprender”, señaló y argumentó: “También lo que quiero acompañar a esa disposición de escucha es que los pibes necesitan que le pongamos los puntos”
“Pero no es el límite cuando es un punto de llegada. Porque si no es una versión punitiva del límite. Y todo lo que pasa en una escuela tiene que servir para educar, no solo para sancionar”, finalizó Gabriel Brener.