Laura Rosato y Germán Álvarez: “El edificio de Borges reclama la vuelta de los libros”

En el auditorio de Ticmas dentro de la FIL 2025, los directores del Centro de Estudios Jorge Luis Borges revivieron la memoria del autor en el edificio que lo albergó durante casi dos décadas

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— (Cortesía Ticmas)
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Durante la 49° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, la figura de Jorge Luis Borges volvió a ocupar el centro de la escena gracias a una conversación íntima y rica en memoria entre Laura Rosato y Germán Álvarez, directores del Centro de Estudios Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional.

El diálogo, moderado por el escritor Patricio Zunini, una mirada renovada sobre el edificio histórico de la calle México y una revelación editorial y un repaso por los personajes que moldearon la institución que Borges dirigió entre 1955 y 1973.

Al abrir la charla, Zunini preguntó sobre una próxima publicación de un libro en el que está involucrado Álvarez. Si bien en un inicio se mostró renuente a hablar del tema, terminó por contar que se trata de un nuevo textp que rescata las clases que Borges dictó en 1965 en la sede marplatense de la Universidad Católica Argentina. El volumen, es de la investigadora Mariela Blanco con anotaciones de Germán Álvarez, y “tiene un origen profundamente humano”: Blanco descubrió que su madre, ya fallecida, había asistido a esas clases sin que ella lo supiera. El hallazgo de las transcripciones le permitió “recomponer una parte de la vida de su madre que desconocía”, narró Álvarez.

“Es el libro de Mariela y Germán; colaboran con Borges”, destacó Rosato. Los textos pertenecen al propio Borges, pero adquieren nueva vida gracias al trabajo académico y a la pasión por la memoria que impulsa al Centro Borges desde hace una década.

La recuperación de un lugar borgiano

Laura Rosato y Germán Alvárez
Laura Rosato y Germán Alvárez hablaron sobre el legado de Borges durante las jornadas educativas de Ticmas en la FIL 2025. — (Cortesía Ticmas)

El edificio ubicado en México 564, donde Borges trabajó dieciocho años, fue descrito como un espacio donde la ficción se entrelaza con la arquitectura. “Fue muy feliz en la biblioteca”, afirmó Laura Rosato. En ese entorno físico, Borges gozó de una materialidad que no había tenido antes: un escritorio propio, secretarias, periodistas.

“Cualquiera que entra a la biblioteca y lo primero que ve es la escalera de mármol, automáticamente se remite al Libro de arena, porque la menciona”, observó Rosato. Para ella, la felicidad de Borges se refleja en los cuentos ambientados allí, en los que se percibe su conexión emocional con ese lugar tangible.

El arquitecto del edificio, Carlos Morra, lo había proyectado inicialmente para la Lotería Nacional, pero la intervención del entonces director Paul Groussac logró torcer ese destino. Con una carta dirigida a Julio Argentino Roca, Groussac consiguió que ese palacio de 1901 se destinara a la Biblioteca Nacional. Desde entonces, la estructura se convirtió en una de las principales sedes del pensamiento cultural argentino.

Volver al edificio en 2015 fue, para Rosato y Álvarez, más que una mudanza: fue una misión de recuperación institucional.

“Siempre pensamos que estábamos recuperando algo que era nuestro”, dijo Rosato con emoción. Durante años, el lugar estuvo semiabandonado, ocupado por oficinas sin relación directa con la biblioteca. Hoy, luego de una restauración financiada por obra pública, el espacio está abierto al público con visitas guiadas, completamente reservadas hasta fin de mayo.

La expectativa crece ante la posibilidad de abrir, hacia fines de 2025, una sala de lectura dedicada a Borges. Allí, aseguran, los visitantes podrán consultar libros en el mismo entorno donde el autor de Ficciones reformuló la Biblioteca Nacional desde sus cimientos.

Groussac, precursor bajo la sombra de Borges

Poco más adelante, hablaron sobre que, aunque la figura de Borges opaca todo a su alrededor, los directores también reivindicaron el legado de Paul Groussac, a quien Borges mismo homenajea en su célebre Poema de los dones. “Hoy hablamos de Groussac gracias a Borges”, reconoció Álvarez. Groussac fue más que una sombra literaria: fue el arquitecto institucional de la Biblioteca Nacional moderna, un hombre que convirtió una colección dispersa en una institución científica.

Rosato subrayó la necesidad de no minimizar su aporte: “Había una carnadura real. Había un trabajo real”. Para ella, Groussac fue una figura tan influyente como José María Ramos Mejía o Cané en la cultura argentina. Su escritorio, circular y traído desde Francia, hoy se exhibe como el de Borges, aunque pertenece también a su precursor ciego.

Entre el mito y el presente

Laura Rosato y Germán Alvárez
Laura Rosato y Germán Alvárez hablaron sobre el legado de Borges durante las jornadas educativas de Ticmas en la FIL 2025. — (Cortesía Ticmas)

Al final de la entrevista, los entrevistados reflexionaron sobre la percepción del público. El edificio no solo impacta por su historia, sino por su estética: “Hay una nobleza en el espacio que no es habitual en la arquitectura contemporánea”, explicó Rosato. Para muchos visitantes, se trata de su primer encuentro con un palacio neoclásico.

La reapertura total, que incluirá la consulta de libros en sitio, está proyectada para fines de este año. El símbolo de Borges como metáfora viviente de la Biblioteca sigue intacto: los muros, las salas, los despachos lo evocan constantemente.

Previo al término de la plática, Zunini les preguntó por quienes consideraban como figuras clave en la historia de la institución. Ambos coincidieron en destacar a dos directores: Gustavo Martínez Zuviría (Hugo Wast) y Horacio González. El primero es una figura controvertida, “fue muy importante la cantidad de libros que se incorporaron y los servicios que se empezaron a brindar”, indicó Rosato. En cuanto a González, ambos resaltaron su rol transformador: “Agarró una biblioteca rotísima y la convirtió en lo que hoy tenemos”, sintetizó.

Para Álvarez, hay cuatro nombres que trazan la línea maestra de la Biblioteca Nacional: “Martínez Zuviría, Horacio González, Paul Groussac y evidentemente Borges”.

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