
Una de las principales barreras para el crecimiento de los países de América Latina es la desigualdad en diversos aspectos sociales, sin embargo, la que existe en la educación está presente desde los primeros años de vida. La brecha de desigualdad en la educación no solo se refleja en las diferencias en los recursos didácticos disponibles, la infraestructura y la calidad educativa, sino también en el acceso y oportunidades de educación formal desde la primera etapa escolar.
Si los niños, niñas y adolescentes de la región no pueden acceder a la educación, no tendrán una ruta para construir mejores mañanas y lograr un futuro sostenible e inclusivo. Pese a la problemática, Lourdes Chehaibar Náder, investigadora y exdirectora del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación de la UNAM, considera que estamos lejos de que ese derecho humano fundamental, que es habilitador de otros, sea disfrutado por todas las personas.
En México, el 15.9% de la población escolar entre 3 y 21 años no cuenta con educación obligatoria y un 36.7% de mayores de 22 años no han completado la educación media superior, de acuerdo con cifras del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).

A nivel mundial hay alrededor de 250 millones de niños y jóvenes que están fuera del sistema educativo, y 763 millones de adultos son analfabetos, mientras que en la región hasta 2018 había 750 millones de personas que son analfabetas. Estos datos reflejan una dimensión del desafío educativo global que, según expertos, se agrava entre poblaciones vulnerables.
Ante esta problemática, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Cultura y la Ciencia (Unesco) recalca la necesidad de una educación de calidad para romper el ciclo de pobreza y alcanzar la igualdad de género. Asimismo, enfatiza en la urgencia de implementar un modelo educativo inclusivo y equitativo.
Parte de la emergencia educativa está ligada a los retrocesos que generó la pandemia de COVID-19, que también afectó la socialización y la seguridad en la población entre 5 a 20 años de edad, por lo que la recuperación y las acciones que se hagan en función de ella deben abordarse desde la resiliencia y un desarrollo sostenible, impulsando conocimientos y valores que permitan a los estudiantes desenvolverse como ciudadanos comprometidos con el medio ambiente y la igualdad de género.
¿Cómo lograr una educación inclusiva?
De acuerdo con la organización internacional, la educación de calidad debe cumplir con ciertas características:
-Que sea inclusiva

-Equitativa
-Con perspectiva de género
-Promotora de las garantías fundamentales y de desarrollo sostenible
-Resiliente
Estos aspectos son necesarios para que la educación sea sostenible y puedan generarse los cambios necesarios para las nueva generaciones.
De acuerdo con la especialista de la UNAM, en la educación hay numerosas soluciones a los problemas que enfrentamos, pero sólo funcionaran si se toma en toda su amplitud y complejidad. “Se requiere apuntalar un ámbito formativo integral para las personas, que atienda la desigualdad de manera rigurosa”, agregó.
Asimismo, la investigadora sugiere promover en las aulas que las redes sociodigitales se usen más como medio de aprendizaje, que de comunicación, podrán abonar grandes aportes desde el aprovechamiento del sentido didáctico, pedagógico y de conocimiento.
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