
¿Qué le respondía una alta figura espiritual como el rabino de Lubavitch a quienes le pedían consejos? Ese tesoro indagó Levi Shmotkin buceando en las cartas que el Rebe -Menajem Mendel Schneerson- les mandaba a quienes le pedían que los guiara. Con ese material compuso un libro que sirve y reconforta mucho más allá de las fronteras de la comunidad judía. Lo llamó Cartas para la vida. Ese libro ya está en librerías y se presenta el martes 25.
Nacido en Mykolaiv, entonces parte del Imperio Ruso (actual Ucrania), el 18 de abril de 1902, y fallecido en Brooklyn, Nueva York, el 12 de junio de 1994, Schneerson -el rabino cuya tumba fue a visitar el presidente argentino Javier Milei- fue el séptimo líder de la corriente jasídica Jabad-Lubavitch -Como tal, convirtió un grupo casi extinguido tras el Holocausto en una de las corrientes más influyentes del judaísmo religioso. Bajo su dirección, surgió una amplia red de centros educativos y sociales que abarca jardines de infancia, escuelas, centros de rehabilitación para personas con adicciones, hogares para discapacitados y sinagogas.
Durante décadas, ese archivo epistolar permaneció reservado, pero Cartas para la vida se propone hacer accesible ese legado. Cartas a la vida muestra doce áreas clave respecto al bienestar emocional a partir de las respuestas del Rebe. Estas estrategias, según el autor, facilitan la superación de dificultades y contribuyen al fortalecimiento personal.

Desde la vasta tradición judía de tres milenios, el Rebe brindaba respuestas claras acerca del cuidado de la salud mental y el equilibrio anímico. Día tras día, atendía cuestionamientos de jóvenes aislados, adultos mayores, sobrevivientes del Holocausto, personas en reclusión y quienes solicitaban consejo. Para él, la vida humana “no está libre de factores que provocan desdicha”, como expresó en una de sus cartas; por eso, la búsqueda de herramientas para afrontar situaciones adversas era constante en su trabajo.
“Este libro busca respuestas en el consejo de un venerado sabio judío y maestro jasídico que vivió en nuestros tiempos y extrajo su sabiduría de un río que se extiende hasta el Monte Sinaí”, dice Schmotkin en el Prefacio.. Y aclara: “Este libro se centra en un área menos conocida de su vibrante legado, sus apreciaciones sobre la salud emocional comunicadas en audiencias y correspondencias individuales”.
¿De qué le hablan al rabino quienes lo consultan? De la angustia, la pérdida, el miedo y la confusión: de la vida.
Un fragmento de “Cartas para la vida”
Descontento
Una de las características primordiales que compartimos como seres humanos es la búsqueda de ese algo especial que llamamos felicidad. O alegría. O serenidad. Y, sin embargo, para muchos de nosotros, puede parecer perpetuamente escurridizo.

Nos decimos a nosotros mismos, “cuando mi situación se acomode (cuando me asciendan en el trabajo... cuando tenga una familia propia... cuando mis hijos crezcan...), entonces es cuando finalmente experimentaré la felicidad. ¿Pero ahora? No. El presente está demasiado roto para que la felicidad sea posible”.
La sabiduría judía, sin embargo, ofrece una perspectiva diferente.
Escoge de la mezcla
Cuando personas acudían al Rebe sintiéndose deprimidas por las dificultades de sus vidas, él a menudo les recordaba la enseñanza cabalística de que todo en este mundo está compuesto de bien y mal. Nuestra vida personal no es una excepción. Esa vida perfecta –cuya apariencia podría ocupar nuestra imaginación y amplificar todo lo que nos está faltando– en realidad no existe.

Como lo expresa una carta: Desgraciadamente, la vida humana en este mundo no está exenta de diversos factores que provocan infelicidad, y esto es universal, aunque las causas varíen. En algunos casos, son los niños; en otros, la salud; en otros, el sustento; y así sucesivamente. Ir por la vida en completa felicidad no está en el destino del hombre.
Teniendo en cuenta esta realidad, la verdadera frontera para lograr la felicidad duradera está en los ámbitos internos de nuestra mente, no en las circunstancias de nuestra vida. No importa cuán grande sea nuestro estado de cosas, siempre habrá algo por lo que sentirse deprimido. El camino principal hacia la felicidad es, por lo tanto, entrenar proactivamente nuestra mente para que se concentre en el bien.
“A pesar del tono y el contenido [de su carta]”, dice una carta de 1960 a una mujer que escribió sobre sus sombríos sentimientos sobre la vida, no he perdido, Di-s libre, la esperanza de que eventualmente vea lo bueno en la vida, incluido lo bueno en su propia vida y, además, que también lo sienta en su corazón. Esto es especialmente cierto considerando la enseñanza jasídica de que en nuestro mundo todo está compuesto de bien y mal, y los seres humanos deben elegir qué aspectos enfatizar, contemplar y perseguir. En la vida de todos hay dos caminos: ver el bien o [ver lo contrario]...
No hace falta decir que mi intención no es insinuar que alguien merezca sufrimiento, Di-s no lo quiera. Mi énfasis es simplemente subrayar la realidad: el tipo de vida que vivimos, ya sea llena de satisfacción y significado o lo contrario, depende en gran medida de nuestra voluntad, la que dicta si nos centramos en lo positivo o en lo negativo.
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