
En una concentración en Nueva York el 8 de octubre de 2023, manifestantes agitaban banderas palestinas y coreaban consignas de celebración. Algunos imitaban el gesto de degollar. Para Eva Illouz, esa escena marca el punto de quiebre moral de una parte de la izquierda progresista, incapaz de sentir compasión ante la matanza de civiles israelíes cometida un día antes por Hamás. “El 8 de octubre fue la fecha en la que la compasión, por fría y convencional que fuera, estuvo tan misteriosamente ausente”, escribe la socióloga.
El 8 de octubre. Genealogía de un odio virtuoso, publicado por Katz Editores y traducido por Alejandro Katz, no es un análisis sobre la guerra de Gaza, sino sobre el desconcierto moral e intelectual que produjo el modo en que parte de la izquierda celebró la masacre como “resistencia anticolonial”. Illouz, que se define a sí misma como una intelectual de izquierda y crítica de la política israelí, intenta entender por qué el humanismo progresista se desvió hacia la indiferencia o el júbilo.
Desde las primeras páginas, la autora establece su punto de partida: “Me equivocaba. Gran parte de la izquierda global negó la existencia de estas atrocidades o las celebró”. El libro indaga cómo esa indiferencia se volvió posible dentro de un universo cultural que, durante medio siglo, identificó al poder, la dominación y la opresión con Occidente y el capitalismo, y al bien con sus víctimas simbólicas. El resultado, sostiene, es un nuevo tipo de antisemitismo, “virtuoso”, que convierte el odio en un principio moral.

La compasión ausente
Illouz reconstruye el paisaje intelectual que permitió esa inversión moral. Recurre a la filosofía y a la psicología evolutiva para recordar que la compasión es un instinto humano básico: “Una repugnancia natural a ver perecer o sufrir a cualquier ser sensible”, citando a Rousseau. También menciona a Schopenhauer y a Darwin, quienes vieron en la compasión el fundamento de la moral y la cooperación. Pero, advierte, algo se quebró en el ámbito que más la defendía: la izquierda.
La autora examina cómo esa compasión puede desaparecer cuando la víctima es percibida como culpable, poderosa o lejana. Israel, afirma, reúne esas tres condiciones. Por eso, mientras genocidios en Sudán del Sur o el Congo suscitan apenas indiferencia, los crímenes de Israel despiertan una pasión condenatoria. “Esta asimetría va acompañada de otro hecho insólito: la razón de ser de Hamás es la masacre de los judíos”, dice citando al experto en terrorismo Bruce Hoffman.
En ese desplazamiento, la autora detecta la aparición de un antisemitismo revestido de virtud: un rechazo que ya no se reconoce como racismo, porque se presenta como defensa de los oprimidos. “A diferencia de su primo de extrema derecha —escribe—, este antisemitismo toma un camino sinuoso porque pretende encarnar la moral misma”.

Las humanidades como semillero ideológico
Una de las secciones más incisivas del ensayo se titula “Las ciencias humanas, sospechosas n.º 1”. Allí, Illouz observa que el apoyo a Hamás en los campus estadounidenses provino sobre todo de profesores de humanidades, mientras que los de ciencias y economía expresaron su repudio. Esa fractura la lleva a revisar el legado intelectual de la French Theory, desde Foucault y Derrida hasta Edward Said.
La autora llama “pantextualismo” a la tendencia de convertir toda realidad social en discurso, y “poderismo” al hábito de leerlo todo como expresión del poder. Esa deriva, según Illouz, transformó el pensamiento crítico en un acto moral performativo: “La hermenéutica se ha convertido en una actuación de protesta y resistencia”, anota. Cuando todo es texto y poder, desaparecen los hechos y las diferencias entre verdad y mito.
A partir de ahí se instala lo que llama “supercrítica”: una carrera por denunciar cada vez más opresiones, donde la moralidad se mide por la intensidad de la acusación. En ese clima, Israel se convierte en el objeto supremo de condena. El antisemitismo, oculto bajo la retórica de los derechos humanos, se reviste de pureza moral.
De la alianza solidaria a la competencia identitaria
El análisis de Illouz se extiende al vínculo histórico entre judíos y afroamericanos en Estados Unidos. Recuerda que en 2020 más de seiscientas organizaciones judías firmaron una carta de apoyo a Black Lives Matter, pero que tras los ataques de Hamás muchos sectores del movimiento guardaron silencio o justificaron la violencia. La autora describe ese giro como un síntoma de la “competencia entre minorías”, donde la jerarquía del sufrimiento sustituye al ideal universalista.
A su juicio, esa lógica identitaria, sumada al decolonialismo y al relativismo moral, consolidó una división maniquea del mundo: blancos, occidentales, varones y capitalistas como fuerzas del mal; pueblos indígenas, mujeres y colonizados como depositarios del bien. Dentro de esa cartografía moral, Israel ocupa el lugar del mal absoluto.
Epílogo: un odio moralizado
El ensayo concluye con un diagnóstico inquietante. Illouz propone mirar la reacción del 8 de octubre no como un episodio aislado, sino como el síntoma de una transformación cultural más profunda: la conversión de la virtud en instrumento de odio. “El antisemitismo virtuoso —escribe— no nace del odio al judío, sino de los vericuetos que toma para que el odio al israelí encarne la virtud”.
La última escena que evoca es la intervención pública de Judith Butler en París, en marzo de 2024. Al ser preguntada por las violaciones de mujeres israelíes, la filósofa respondió: “Haya o no pruebas de las supuestas violaciones… si hay pruebas, entonces lo deploramos, pero queremos ver esas pruebas”. Illouz cita esas palabras como el emblema de una nueva insensibilidad moral, donde la sospecha se confunde con pensamiento crítico.
La autora concluye que la izquierda, para defender genuinamente a los palestinos, debe recuperar las virtudes democráticas de la verdad y la complejidad.
♦ Eva Illouz nació en Fez, Marruecos, en 1961. Socióloga y ensayista franco-israelí, es profesora en la Universidad Hebrea de Jerusalén y en la École des hautes études en sciences sociales de París. Sus obras, traducidas a más de diez idiomas, incluyen Intimidades congeladas, Por qué duele el amor, El fin del amor, La vida emocional del populismo y Modernidad explosiva. En 2024 recibió los premios Aby Warburg y Franz Schirrmacher por su contribución al pensamiento contemporáneo.
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