
La literatura de terror se define tradicionalmente como aquel conjunto de narraciones capaces de provocar en el lector sensaciones de miedo, angustia o inquietud. Y que mejor momento para incursionar en este mundo que Halloween.
Es que este género ocupa un lugar fundamental dentro de los estudios literarios por su capacidad para explorar los límites de la experiencia humana frente a lo desconocido, enfrentando a sus personajes —y a sus lectores— a situaciones extremas donde el peligro, la amenaza o lo inexplicable están siempre presentes.
En la teoría literaria, el terror se analiza no solo como una estética o un repertorio de recursos, sino como un fenómeno cultural que funciona en diferentes niveles. Puede actuar como advertencia, reflejar miedos sociales o individuales, y operar incluso como canal de catarsis colectiva.
El cuento de terror, en particular, suele recurrir a estructuras narrativas clásicas, en las que conviven el suspenso, la sorpresa y el uso de la atmósfera como motor principal del relato.

Estas historias tienden a presentar mundos donde la lógica de la realidad se quiebra por la irrupción de fuerzas sobrenaturales, monstruos o entidades inquietantes; otras veces el horror se instala en la psicología de los personajes, mostrando la fragilidad humana ante el aislamiento, la locura o el dolor.
Teóricos del género caracterizaron al terror como una forma de literatura liminal, situada entre lo familiar y lo extraño, lo visible y lo oculto, lo aceptado y lo prohibido. El lector, a través de este tipo de ficción, enfrenta lo innombrable y accede a un territorio de incertidumbre donde lo cotidiano puede volverse inclemente o siniestro.
En el ámbito argentino, el terror literario funciona como puente entre la tradición oral y la experimentación moderna. El género supo tomar elementos del folklore local y de leyendas transmitidas entre generaciones, pero también se adaptó a contextos históricos y realidades urbanas, impregnando con nuevas capas de significado la convivencia entre lo real y lo fantástico.

Estas ficciones frecuentemente introducen espacios rurales, calles citadinas, casas familiares, escuelas o edificios abandonados donde lo terrorífico deja marcas imborrables. En la construcción de sus personajes y escenarios, el terror argentino exhibe un despliegue de recursos poéticos, imágenes perturbadoras y temas que aluden a conflictos sociales, traumas colectivos y la presencia de la muerte.
En la actualidad, el género continúa expandiendo sus fronteras para pensar la memoria, la violencia, la otredad y la identidad, mostrando su vigencia a través de nuevas propuestas que abordan miedos colectivos y personales.
Con Halloween como escenario, este día se presenta como una oportunidad para aproximarse a estas narrativas y revisar cómo, desde diferentes perspectivas, los escritores argentinos configuran espacios donde lo siniestro, lo insólito o lo desconocido adquieren una potencia transformadora.
Mariana Enriquez — “Las cosas que perdimos en el fuego”

Mariana Enriquez es reconocida por su habilidad para exponer el horror en entornos cotidianos con una voz única dentro de la narrativa argentina contemporánea. Nacida en Buenos Aires en 1973, publicó novelas y colecciones de cuentos traducidas a varios idiomas.
Su libro Las cosas que perdimos en el fuego reúne relatos donde la violencia, los rituales y la marginalidad social construyen atmósferas opresivas y perturbadoras. The Guardian celebró su capacidad para transformar géneros y narrar con intensidad escenas de violencia psicológica y física.
La autora recibió el Premi Ciutat de Barcelona por este volumen y en 2024 publicó otro libro de relatos titulado “Un lugar soleado para gente sombría”. Enriquez representa a una generación de escritores argentinos que crecieron bajo la dictadura y abordan el terror con una perspectiva política y social.
Melisa Corbetto — “La quietud”

Melisa Corbetto, nacida en Navarro en 1990, integra una nueva camada de autoras argentinas que exploran el lado oscuro de la vida rural y urbana. Licenciada en Edición por la Universidad de Buenos Aires, dirige un sello de ficción juvenil - VRYA - y promueve la lectura a través de redes sociales.
En su libro La quietud explora la melancolía como fuente de espanto, utilizando cuentos que narran castigos sobrenaturales, rituales en comunidades pequeñas y tormentas internas en mujeres desbordadas por la locura y el dolor. La obra instala una estética donde la quietud y el silencio son previos al horror.
Demián Rugna — “Aterrados”

Demián Rugna es director y guionista, especializado en cine y literatura de terror. Nacido en Buenos Aires, se recibió de diseñador audiovisual y se destacó con películas como Aterrados y Cuando acecha la maldad, multipremiada en festivales como Sitges y elogiada por Rotten Tomatoes como la mejor película de terror del año en 2022.
Su debut literario, Aterrados, retoma la trama de su filme homónimo y amplía el universo de Ciudad Jardín, donde lo paranormal invade hogares y desafía la realidad.
El libro introduce elementos no incluidos en la película, como “El libro de Jano”, y pone el foco en un forense y un policía enfrentados a fuerzas inexplicables, acompañados por una experta en fenómenos paranormales.
Mariano Cattaneo — “No hay verano para los muertos”

Mariano Cattaneo nació en 1979 en Avellaneda, provincia de Buenos Aires. Se inició en la literatura de terror tras descubrir la obra de Edgar Allan Poe y estudió cine antes de desarrollar una carrera como escritor y director audiovisual.
No hay verano para los muertos coloca a los lectores en la costa atlántica argentina, donde un asesinato trastoca las vacaciones adolescentes, mientras un misterioso asesino serial manipula a los protagonistas.
El autor dirigió la serie Del Amor a la Muerte y la película La chica más rara del mundo, adaptada a partir de esta novela. La novela mezcla el subgénero slasher con recursos autobiográficos y tópicos de la cultura popular argentina.
Agustina Bazterrica — “Cadáver exquisito”

Agustina Bazterrica, nacida en Buenos Aires en 1974, es licenciada en Artes, gestora cultural y autora de renombre internacional. Ganadora del Premio Clarín de Novela por Cadáver exquisito, la creadora narra un futuro distópico donde el canibalismo se naturaliza a causa de un virus mortal.
La novela cruzó fronteras, fue traducida a más de veinticinco idiomas y recibió elogios de medios internacionales como The New York Times y Le Monde. “La trama instala interrogantes sobre la ética y la identidad en una sociedad extrema”, publicó The Wall Street Journal.
La novela está en proceso de adaptación audiovisual y Bazterrica fue elegida por The Guardian como referente de la literatura argentina actual para entender nuevas formas del terror.
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