
El 5 de junio se conmemora el nacimiento de Federico García Lorca, una de las voces más potentes y originales de la literatura en lengua española.
Nacido en 1898 en Fuente Vaqueros, un pequeño pueblo granadino, Lorca se convirtió en símbolo universal de la poesía, la libertad y la tragedia. A 127 años de su llegada al mundo, su figura aún provoca emociones intensas, debates abiertos y lecturas renovadas. No solo fue un escritor talentoso, sino también un puente entre la tradición literaria española y las nuevas formas de expresión poética del siglo XX.
Para entender plenamente a Lorca es necesario situarlo dentro de un colectivo literario que marcó una época: la Generación del 27. Este grupo de escritores y poetas transformó la poesía española con una combinación de herencia clásica y audacia vanguardista. Pero entre todos ellos, fue Lorca quien logró trascender más allá de su tiempo, no solo por su obra, sino también por la violencia de su muerte, su compromiso con el arte popular y su conexión espiritual con lo trágico.
Contexto histórico: entre la tradición y la vanguardia
La Generación del 27 no fue un movimiento con manifiestos ni programas cerrados, sino una confluencia de autores nacidos entre 1891 y 1905 que comenzaron a sobresalir en la década de 1920. El nombre del grupo se acuñó en torno al homenaje que varios de ellos rindieron en 1927 a Luis de Góngora, en el tricentenario de su muerte. Este acto simbólico reflejaba bien su espíritu: modernizar la poesía sin romper con su legado.

Los poetas del 27, muchos de ellos vinculados a la Residencia de Estudiantes en Madrid, compartieron una voluntad de experimentación formal, apertura a las vanguardias europeas (como el futurismo, el ultraísmo o el surrealismo) y, al mismo tiempo, un profundo respeto por la tradición literaria española del Siglo de Oro.
Estética e ideas compartidas
Entre los nombres más reconocidos se encuentran Pedro Salinas, Jorge Guillén, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Rafael Alberti, Dámaso Alonso y Gerardo Diego. Pese a sus diferencias, compartieron ciertos rasgos: una poesía centrada en la imagen, un lenguaje elaborado, la búsqueda de una “poesía pura” y, posteriormente, un giro hacia la angustia existencial y la comprometida dimensión social.
En sus inicios, predominaron las influencias gongorinas, el simbolismo y el modernismo. Pero con los años, y especialmente tras el estallido de la Guerra Civil, muchos de ellos se orientaron hacia una poesía más comprometida, sensible al sufrimiento colectivo y marcada por el exilio.

Lorca: el poeta que unió lo popular y lo universal
Federico García Lorca fue parte esencial de este grupo, aunque con un perfil muy singular. Su formación musical, su pasión por el teatro y su profundo arraigo andaluz le dieron una voz propia. Supo integrar como pocos la poesía popular española —los romances, las canciones, los símbolos del folclore andaluz— con los recursos de las vanguardias.
Su poesía temprana, como Libro de poemas (1921) y Romancero gitano (1928), destilaba lirismo, imágenes potentes y una conexión directa con el alma popular. Sin embargo, fue en Poeta en Nueva York —escrito tras su estancia en Estados Unidos en 1929 y 1930— donde exploró una dimensión más oscura, con influencias del surrealismo, denunciando la deshumanización de la modernidad y mostrando su sensibilidad ante la injusticia y la opresión.
Un legado poético y dramático sin igual
Lorca no solo renovó la poesía, también revitalizó el teatro español, con obras como Bodas de sangre, Yerma o La casa de Bernarda Alba, donde conjugó lo trágico, lo poético y lo simbólico con una crítica velada —pero profunda— a la España conservadora y patriarcal.

La riqueza de su lenguaje, su capacidad de fusionar lo culto con lo popular, y su voz cargada de humanidad lo convirtieron en una figura admirada tanto por el público como por sus contemporáneos. Como señaló Vicente Aleixandre, Lorca era “viejo y mítico”, una figura conectada con la raíz ancestral de la poesía hispánica.
Vigencia y reconocimiento
El asesinato de Federico García Lorca en 1936, al comienzo de la Guerra Civil, truncó una carrera que aún prometía mucho más. Fue ejecutado por su condición de intelectual, republicano y homosexual, y su cuerpo aún no fue hallado. Su muerte, aún impune, lo convirtió en un símbolo de la represión franquista, y su obra en un emblema de la libertad creativa y de la resistencia cultural.
Hoy, en cada aniversario de su nacimiento, se renueva el reconocimiento a su genio y a la Generación del 27, que sigue siendo una de las cumbres de la literatura en lengua española. Su influencia alcanza no solo a poetas y dramaturgos actuales, sino también a lectores que encuentran en su palabra la belleza, la tragedia y la verdad del alma humana.
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