Fósil de un tiburón prehistórico de hace 114 millones de años fue identificado en Villa de Leyva: habría medido más de 6 metros

El fósil de un tiburón gigante de 6.6 metros, el más antiguo y completo de su tipo hallado, salió a la luz en el municipio boyacense gracias a la labor de la Universidad Nacional

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Equipo de trabajo e investigación
Equipo de trabajo e investigación - crédito Cristian David Benavides Cabra / Universidad Nacional

Un tiburón gigante de 6.6 metros, el más antiguo y completo de su tipo jamás hallado, salió a la luz en Villa de Leyva, Boyacá, gracias a la labor de la Universidad Nacional.

Este fósil, perteneciente a la especie Protolamna ricaurtei, representa un hito para la paleontología mundial y refuerza el valor patrimonial de la región y de Colombia en el estudio de los grandes depredadores marinos del pasado.

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El hallazgo se remonta a 1993, cuando un habitante de la vereda Cañuela, en Villa de Leyva, encontró fragmentos de roca que contenían vértebras y dientes.

La comunidad local entregó estos restos a la Fundación Santa Teresa de Ávila, que los custodió hasta que investigadores de la Universidad Nacional de Colombia (Unal) y del Servicio Geológico Colombiano (SGC) asumieron su estudio. Lo que en un principio parecía un fósil más de la reconocida Formación Paja terminó revelando uno de los tiburones más enigmáticos y mejor conservados del Cretácico Temprano.

Investigadores hallaron en Villa de
Investigadores hallaron en Villa de Leyva un ejemplar de Protolamna ricaurtei de 6,6 metros, el más antiguo y mejor conservado, lo que redefine el conocimiento sobre depredadores marinos prehistóricos y métodos de estimación de tamaño - crédito Cristian David Benavides Cabra, magíster en Geología de la Unal

El ejemplar de Protolamna ricaurtei destaca por su estado de conservación excepcional. Reúne al menos 107 vértebras, más de un centenar de dientes, restos de cartílago y, de manera poco común en tiburones fósiles, fragmentos de piel, dentículos dérmicos y fibras musculares.

Esta riqueza de elementos es inusual, ya que los tiburones están formados principalmente por cartílago, un tejido que rara vez se fosiliza. Por lo general, solo los dientes, la parte más mineralizada, sobreviven al paso del tiempo.

El geólogo Cristian David Benavides Cabra, magíster en Geología de la Unal, lideró el análisis científico del fósil bajo la guía de la profesora María Páramo. El equipo de la Universidad Nacional aplicó una combinación de técnicas avanzadas: midió más de un centenar de vértebras para estimar la longitud y el crecimiento del animal, utilizó microscopía electrónica de barrido para examinar los dentículos dérmicos y restos de tejido blando, y comparó la morfología dental con la de otros tiburones de la época.

Uno de los resultados más llamativos del estudio fue la desproporción entre el tamaño corporal y los dientes del tiburón. Aunque el animal alcanzaba los 6.6 metros de longitud, sus dientes eran pequeños, lo que contradice la fórmula tradicional utilizada para estimar la talla de los tiburones fósiles.

Durante décadas, los paleontólogos calcularon el tamaño de estos animales a partir de la altura de sus dientes, bajo la premisa de que un tiburón grande tendría dientes grandes. Sin embargo, el caso de Protolamna ricaurtei demuestra que existieron tiburones gigantes con dentaduras modestas, lo que obliga a revisar los métodos y a reconsiderar estimaciones previas sobre otras especies extintas.

El descubrimiento de Protolamna ricaurtei
El descubrimiento de Protolamna ricaurtei en Colombia obliga a revisar teorías sobre la evolución y el tamaño de los tiburones, situando a la región como epicentro de la paleontología mundial - crédito Cristian David Benavides Cabra, magíster en Geología de la Unal

El análisis de los dientes y escamas también permitió comprender aspectos de la ecología y la reproducción de este depredador.

Sus piezas dentales, puntiagudas y con pequeñas cúspides laterales, eran adecuadas para desgarrar presas medianas, como peces, calamares, crustáceos e incluso pequeños tiburones, aunque no para triturar huesos grandes. La piel, cubierta por dentículos de formas aerodinámicas, indica que era un nadador activo, aunque menos veloz que los tiburones blancos actuales.

Además, el estudio reveló que las crías de Protolamna ricaurtei nacían vivas y medían cerca de 1.5 metros, un dato novedoso que solo fue posible conocer gracias al excelente estado de conservación del fósil. “Estamos ante el registro más antiguo de un tiburón lamniforme gigante”, afirmó Benavides Cabra en declaraciones recogidas por la Universidad Nacional.

“Gracias a su descubrimiento entendemos su reproducción, sus crías nacían vivas y medían cerca de 1,5 m. Esto es una novedad, pues antes solo se hablaba de la dieta por no tener especímenes tan bien conservados”, añadió el investigador.

El hallazgo de este tiburón gigante tiene profundas implicaciones para la paleontología. Demuestra que los linajes de tiburones grandes surgieron mucho antes de lo que se pensaba, en pleno Cretácico Temprano, y que estos depredadores ya compartían los océanos con reptiles marinos como plesiosaurios, ictiosaurios y cocodrilos marinos.

La doctora María Eurídice Páramo
La doctora María Eurídice Páramo Fonseca fue una científica de la Unal que dejó un legado igual de gigante a este tiburón prehistórico - crédito Cristian David Benavides Cabra, magíster en Geología de la Unal

Además, la necesidad de revisar los métodos de estimación de tamaño en tiburones fósiles podría modificar la comprensión de la evolución de estos animales y de los ecosistemas marinos prehistóricos.

Más allá de su relevancia científica, el fósil de Protolamna ricaurtei posee un enorme valor patrimonial y cultural. Colombia, y en particular Villa de Leyva, se consolida como un referente mundial para el estudio de la vida del Cretácico. La Formación Paja, célebre por la abundancia y calidad de sus fósiles, ha proporcionado restos de reptiles marinos, tortugas, peces y ahora el tiburón lamniforme más antiguo y completo conocido. Este entorno se ha convertido en un laboratorio natural donde se reconstruye la historia de los mares prehistóricos, capa por capa.

El ejemplar se conserva actualmente en la Fundación Santa Teresa de Ávila y forma parte del Inventario Nacional Geológico y Paleontológico de Colombia.