
El fútbol profesional colombiano vive un nuevo y negro capítulo en su historia, tras conocerse del asesinato del presidente de Tigres Fútbol Club, uno de los 36 clubes afiliados a la Dimayor. La muerta de Édgar Páez, que fue ultimado por dos sicarios que le propinaron tres disparos cuando transitaba en un vehículo por el sector de Puente Aranda, en la capital de la República, causó estupor en la escena nacional.
El hombre de 63 años, que desde 2016 era la cabeza visible de esta institución, fue asesinado justo después de que su equipo, en el estadio de Techo, perdiera (2-3) ante Atlético Fútbol Club de Cali, por la fecha 13 del torneo de Ascenso. Primeras informaciones estarían enfocadas a establecer si este suceso estaría relacionado con apuestas deportivas, o si hay otros fines detrás del homicidio.
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El dirigente, que fue investigador del extinto Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) y del Cuerpo Técnico de Investigación (CTI) de la Fiscalía General de la Nación; no obstante, antes de aterrizar en el FPC, fue condenado a siete meses de cárcel por el cargo de lesiones culposas. En la primera era de Eduardo Méndez al frente de Independiente Santa Fe, fue llamado a participar en el club, como inversionista.

A su vez, en su momento fue relacionado con personajes como Julio Lozano Pirateque, Claudio Javier Silva Otálora y Luis Caicedo Velandia; hombres que estuvieron, al parecer, implicados en lavado de activos, como presuntos testaferros de Daniel El Loco Barrera. Se presume que habrían movido una cifra cercana a los 1.500 millones de dólares, simulando ventas ficticias de esmeraldas.
Es importante mencionar que Silva fue asesinado en localidad de Barrios Unidos, en noviembre de 2022; en tanto que Caicedo resultó sin vida en julio de 2021, por el sector de Pablo VI. A diferencia de Lozano, que tras pagar cárcel ahora vive en Dubai. Por ello, las autoridades investigan si este nuevo crimen está vinculado, de alguna manera, con estos asesinatos.
Historia de crímenes en el fútbol profesional colombiano
Este hecho causó que se encendieran las alarmas en el país futbolero, pues a lo largo de más de siete décadas diferentes sucesos violentos han puesto en “jaque” el desarrollo de los diferentes torneos. Presidentes de clubes y dirigentes han caído bajo el accionar de los criminales, en una larga lista que creía cerrada, pero que, a juzgar por este nuevo hecho, despertó otra vez el sentimiento de miedo de los hinchas.
César Villegas, recordado por ser presidente de Santa Fe en dos periodos (1985-1986 y 1996-1997), fue asesinado el 4 de marzo de 2002. El empresario, que en aquella época era miembro de la junta directiva del club, pese a las denuncias por testaferrato y enriquecimiento ilícito, fue blanco de 10 disparos por parte de dos hombres armados, que lo alcanzaron cuando abandonaba su oficina, en un céntrico sector de Bogotá.

Otro de los casos más recordados es el de Gustavo Upegui. A sus 53 años tenía a su mando las riendas del Envigado Fútbol Club, semillero de talentos, cuna del hoy volante de la selección Colombia, James Rodríguez, cuando el 3 de julio de 2006, fue asesinado en una finca ubicada en el municipio de San Jerónimo, a manos de sicarios, al momento de oponerse a un secuestro. Se mencionó durante años que el hombre sería presuntamente el jefe de la temida Oficina de Envigado.
“Yo a él le decía el Alcalde mayor, por su manejo en Envigado”, reveló en su momento Diego Fernando Murillo, alias Don Berna, en relación con el presidente del cuadro envigadeño, elenco que estuvo incluido en la Lista Clinton por sus supuestos contactos con el crimen organizado. Capturado el 13 de noviembre de 1998 en el estadio Polideportivo Sur, a mediados de 2001 fue absuelto por un juez de Medellín.

A su vez, el 8 de junio de 1988, matones acabaron la vida de Octavio Piedrahíta, que llevó las riendas de clubes como Deportivo Pereira y Atlético Nacional, tras permanecer en cautiverio durante varios días. Acusado del blanqueo de dinero, y de sus nexos por el narcotráfico, estaba en la mira por haber contratado a los sicarios que ultimaron a Rodrigo Lara Bonilla, ministro de Justicia. Este homicidio por poco ocasiona la salida de Francisco Pacho Maturana del club verdolaga.
Igual suerte corrió José Pablo Correa Ramos, presidente de Independiente Medellín, que perdió la vida cuando practicaba sóftbol en la unidad Atanasio Girardot. Al momento de su muerte era el máximo accionista de la institución, y se dijo en su momento que su crimen estaba relacionado con el actuar de los mafiosos, en lo que se denominó un ajuste de cuentas, pues su socio, Héctor Mesa, también fue asesinado un tiempo después.
Otros personajes ultimados y que se metieron al FPC fueron Jorge Arturo Bustamante, que pasó por clubes como DIM, Envigado y Cúcuta Deportivo. En un asesinato que se produjo en un estadero de la capital antioqueña en 1992 y quedó en la impunidad. Asimismo, Antonio Roldán Betancur, presidente de Nacional en 1984, alejado de actividades delictivas, pero que masacró la mafia cuando ejercía funciones políticas, tras ser gobernador de Antioquia

Otros casos en Colombia
Millonarios, que durante años tuvo la influencia de los narcos, como Gonzalo Rodríguez Gacha, también tuvo el fuerte impacto del crimen. Guillermo Gómez Melgarejo, miembro de la Junta Directiva por 11 años y que ocupó el cargo de vicepresidente, fue asesinado el 11 de junio de 1992, cuando salía de un restaurante del barrio Rosales, llamado La Embajada Antioqueña.
Y Deportes Tolima también se vio salpicado por presuntos nexos con la delincuencia, pues Ignacio Aguirre, alias El Coronel, que de acuerdo con el libro Los jinetes de la cocaína, accionista del club bajo el mandato de su primo, Manuel Cruz, cayó muerto en medio de un acto de venganza, a inicios de la década de 1980.
A estos casos se suman dirigentes que han tenido problemas con la justicia por sus supuestos negocios ilícitos y/o relación con narcotraficantes, como el hoy presidente de Santa Fe, Eduardo Méndez; al igual que Juan José Bellini y Ricardo León Ocampo (América), Eduardo Dávila (Unión Magdalena), Hernán Botero (Atlético Nacional) y Mario Valderrama (DIM), por citar los casos más relevantes.
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