
En 1967, la vida de Kevin Carroll y Debbie Webber se cruzó en un auditorio donde ambos, adolescentes, participaban en audiciones de teatro organizadas entre sus respectivas escuelas. Kevin recuerda el primer instante en el que vio a Deb y reconoció de inmediato un fuerte sentimiento. “Le dije a un amigo mío: ‘¿Ves a esa chica? la voy a llevar a la fiesta del colegio,’” contó Kevin al programa Outlook de la BBC. Ella, por su parte, tampoco pudo evitar sentirse atraída: “Recuerdo que cuando lo vi me pareció el chico más lindo que jamás hubiera visto”, compartió Deb. Pronto, la amistad se transformó en romance y juntos comenzaron una relación marcada por la complicidad, sueños compartidos y planes de futuro.
La juventud de la pareja no impidió que imaginaran un futuro común; incluso planearon escaparse juntos a Maryland, donde podrían casarse sin consentimiento parental a los 15 años. Sin embargo, la vida tenía otros designios. Apenas dos semanas antes de ejecutar el plan, Deb descubrió que estaba embarazada, noticia que cambió el rumbo de ambos de forma irreversible.
A pesar del amor y el apoyo entre ellos, la reacción de las familias se rigió por las normas sociales vigentes en la época en Estados Unidos, especialmente restrictivas para las adolescentes embarazadas. Los padres de Deb, aunque cariñosos y comprensivos con Kevin, enviaron a su hija a un hogar de madres solteras. “Fueron muy cariñosos, amaban a Kevin, sabían que era un gran muchacho y que nos queríamos mucho. Pero en esa época las cosas eran muy distintas para las chicas que quedaban embarazadas”, contó. Allí, Deb veía a su madre solo los fines de semana, mientras el futuro de la joven pareja se volvía cada vez más incierto.

Durante ese periodo de separación involuntaria, Kevin se aferró a la esperanza de que, tras el nacimiento del bebé, podrían reunirse y construir una familia. Incluso convenció a su madre para alistarse en la infantería de Marina a los 17 años, con la idea de ofrecer seguridad económica y atención médica a Deb y al futuro hijo. “Me enteré de que si me alistaba, a pesar de no estar casados, podría enviarle dinero a Deb, y que la Marina se encargaría médicamente de ella y del bebé”, relató Kevin a la BBC. Los sueños se disolvieron abruptamente cuando, durante su entrenamiento, Kevin recibió una carta de Deb en la que anunciaba que el bebé sería dado en adopción. “Me acuerdo del sentimiento”, explicó Kevin con la voz rota. “Estaba en este entrenamiento con varios marines, en el que no podías mostrar tus sentimientos, pero mi mundo interno se desmoronó”. Aceptó la difícil decisión de Deb como la única alternativa lógica frente a la presión social.
Por su parte, Deb tampoco logró sobreponerse con facilidad. Perseguida por sueños angustiantes en los que abandonaba a su bebé, sintió cierto alivio cuando supo que una familia con cuatro hijos, deseosa de adoptar una niña, estaba interesada en su hija. “Eso lo hizo más fácil, si se puede decir algo así. Me hizo sentir mejor con toda la situación”, declaró Deb. El proceso fue doloroso y lleno de incertidumbres: la entrega de la niña se realizó en el aparcamiento de un hospital, una escena que marcó de manera indeleble su memoria. Tras la adopción, la familia de Deb se mudó a una región donde nadie conocía su pasado, pero el peso de la culpa y el dolor permaneció.
Kevin, entre tanto, fue enviado a Vietnam como parte de las fuerzas especiales de los marines. Allí vivió situaciones límite, incluyendo un rescate donde resultó gravemente herido por metralla. “No pensé que fuera a salir de ahí y tuve esta pelea con Dios. Le dije: ‘No puedo creer que me vayas a dejar morir acá, en la mitad de la nada, a 18.000 millas de mi hogar, sin volver a ver a Debbie, sin ver a mi bebé,’” narró Kevin a la BBC.
Tras meses de rehabilitación y numerosas cirugías, intentó retomar su vida, nunca olvidando a Deb. Ambos trataron, cada uno a su manera, de reconstruir sus existencias: Kevin enviudó y Deb se casó varias veces y fue madre de tres hijas, pero el recuerdo del amor adolescente y de la hija perdida nunca desapareció.

Décadas después, el peso de los recuerdos llevó a Deb a compartir con sus hijas el secreto guardado por años: había tenido una hija durante su juventud y la entregó en adopción. “Era el día de la madre. Estábamos en la cocina y les dije: ‘Tengo algo que contarles: cuando era muy joven, tuve un bebé,’” relató Deb. Movidas por el deseo de conocer su historia, una de sus hijas ayudó a rastrear las pocas pistas que conservaban sobre la familia adoptiva. Fue suficiente para dar con la hija biológica, Val. El reencuentro entre madre e hija estuvo marcado por la comprensión y el perdón. “Tenía la madurez para comenzar la conversación reconociendo que teníamos mucho de que hablar, pero que yo apreciaba lo que había hecho y lo que había pasado. Que no había rencores de ningún tipo”, contó Val a Outlook.

Impulsada por este nuevo capítulo, Deb decidió buscar también a Kevin, a quien localizó gracias a un obituario publicado tras el fallecimiento de la esposa de él. Le escribió una carta sencilla, proponiendo retomar el contacto y recordando sus años escolares. Kevin, sorprendido y emocionado, no dudó en llamarla, y juntos revivieron los recuerdos de su juventud. Poco después, Deb le comunicó la noticia más impactante: había encontrado a su hija. El reencuentro fue inmediato.
La historia culmina con el reencuentro entre los tres protagonistas. Kevin y Deb se reunieron con Val, compartiendo anécdotas, emociones y confesiones que mantuvieron en silencio durante cuatro décadas. Más allá del reencuentro con su hija, Kevin y Deb comprobaron que el amor juvenil persistía. “Le confesé que nunca había dejado de amarla” recordó Kevin. Deb le puso una condición: “Si en seis meses seguía siendo la persona maravillosa que recordaba, podríamos seguir juntos.” Más de 40 años después de aquel primer romance, Kevin y Deb se casaron y ahora, a los 70, se acompañan cada día. “Somos capaces de cuidarnos y amarnos durante esta etapa de la vida. Francamente, no hay nada más que me haga falta,” concluyó Deb para la BBC.
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