La filigrana es un asunto familiar para estos guardianes de la tradición mexicana

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La fabricación de joyas en los Valles Centrales de Oaxaca se remonta a sus antepasados zapotecos y mixtecos, pero el trabajo en plata ha ido desapareciendo en algunas partes de México.

"Ya llevo 50 años haciendo este trabajo y cada día me gusta más", dijo Arturo Salgado mientras enroscaba con destreza trozos de alambre de plata para formar diseños en espiral.

El maestro Arturo, como le llaman a menudo, empezó a hacer filigrana cuando era adolescente y ahora, a los 67 años, trabaja junto a su mujer, Martha Téllez, sus tres hijas y a veces uno o dos nietos. Valiéndose de pinzas de punta y otras herramientas sencillas, fabrican a mano joyas con detalles intrincados.

El taller del negocio familiar, Antiguas Maravillas, está habilitado para mostrar a los visitantes el proceso artesanal de convertir el grano de plata en bruto en aretes y collares listos para la venta.

A pocos kilómetros del centro de Oaxaca, capital del estado homónimo del sur de México, el taller ocupa la parte delantera de la casa de la pareja. Cada una de las hijas de los Salgado Téllez --Donají, de 45 años; Rubí, de 41; y Yesenia, de 38-- tiene su propia casa en la propiedad, y todas comparten un patio sombreado.

Poder vivir "juntos pero no revueltos" mantiene unida a la familia y facilita compartir ideas y tomar decisiones conjuntas, dijo Donají.

La labor que constituye su sustento requiere paciencia, concentración y tranquilidad, dijo el patriarca de la familia, y añadió que es importante disfrutarlo porque requiere mucho tiempo. Un par de aretes detallados, por ejemplo, puede tener más de 100 componentes y tardar tres o más días en hacerse, dijo, aunque los artesanos a menudo montan varias piezas a la vez.

Yesenia por momentos ha encontrado en el minucioso trabajo un refugio que la ha ayudado a superar un divorcio: "Todo lo de alrededor puede estar sucediendo, pero uno se enfoca en el trabajo, en la pieza, y lo demás se puede olvidar".

En esta parte de Oaxaca, los llamados Valles Centrales, los plateros suelen utilizar una técnica de filigrana llamada cartoneado, que emplea hebras sencillas de alambre aplanado en lugar de dos hebras de calibre fino trenzadas. "Se distingue porque los pasos para su elaboración son un poco diferentes a los de la filigrana que hacen en otros lados", dijo Rubí.

En el taller, la familia hizo una demostración del proceso. Primero, fabrican su propio alambre al verter plata fundida en un molde para crear una varilla del tamaño de un lápiz. Luego, con un laminador de manivela y una placa de tracción con agujeros cada vez más pequeños, presionan y estiran gradualmente la varilla hasta convertirla en alambre lo bastante fino como para moldearlo fácilmente.

A continuación, dan textura al alambre al pasarlo por una pequeña placa de acero con agujeros roscados; la textura da al alambre un borde dentado al aplanarlo. Luego, se doblan trozos cortos de alambre en diversas formas onduladas, se ensamblan como un rompecabezas y se prensan en carbón blando para mantenerlo todo en su sitio durante la soldadura.

Una vez unidos los componentes, la pieza se pule, se le aplica un acabado oxidado para darle un aspecto antiguo y se fijan adornos, por ejemplo hileras de perlas cultivadas de agua dulce o cuentas, compradas a proveedores.

Además de la filigrana, la familia también hace fundición a la cera perdida, que consiste en crear un molde resistente alrededor de un modelo de cera; en presencia de calor intenso, la cera se funde, lo cual deja una cavidad para añadir metal fundido.

Los artesanos suelen combinar las técnicas en una sola pieza, y a veces añaden toques de filigrana a una flor o un pájaro fundidos. El equipo que utilizan es básico y a veces incluso casero, como una máquina manual de fundición centrífuga que el maestro Arturo fabricó con piezas de una lavadora de ropa.

En el taller de la familia, los precios oscilan entre los 500 pesos mexicanos (27 dólares) por un par de pequeños aretes en forma de corazón y los 17.400 pesos (unos 930 dólares) de un conjunto que incluye un collar de perlas con un gran colgante de filigrana y aretes a juego.

La familia también vende en ferias de arte y artesanía de todo México y del extranjero, incluido el Mercado Internacional de Arte Popular que comenzará el 10 de julio en Santa Fe, Nuevo México, aunque sus precios suelen ser más altos en estos eventos para sufragar los gastos.

Arte de los antepasados

La fabricación de joyas en la región de los Valles Centrales de Oaxaca se remonta a sus antepasados zapotecos y mixtecos, dijo el maestro Arturo.

La ciudad de Monte Albán, Patrimonio de la Humanidad de la Unesco con más de 2000 años de antigüedad y situada a poca distancia de la casa de los Salgado Téllez, fue la capital zapoteca hasta el siglo IX. Posteriormente, fue ocupada por los mixtecos, quienes realizaban trabajos avanzados en metal mucho antes de que los españoles llegaran a principios del siglo XVI a lo que hoy es México.

De hecho, en una tumba de Monte Albán se encontraron piezas de oro mixtecas precolombinas con el aspecto de encaje que tiene la filigrana. (A menudo se denomina a este estilo "falsa filigrana" porque entonces se utilizaban técnicas de fundición, en lugar de alambre doblado).

Aunque la técnica de la filigrana tiene miles de años de antigüedad, la habilidad para fabricar y doblar alambre fino no parece haber existido en Latinoamérica antes de la llegada de los españoles, según Marta Turok, antropóloga mexicana que ha escrito mucho sobre arte y cultura populares. (Dijo que no conocía a la familia Salgado Téllez).

Turok dijo que el trabajo tradicional de filigrana ha ido desapareciendo en algunas partes de México porque requiere mucha mano de obra y los materiales son muy caros. "Es un acto de amor", añadió.

Antiguas Maravillas no es el único negocio de filigrana de Oaxaca, pero sí uno de los más conocidos. Un libro de 2016 sobre el trabajo en metal oaxaqueño describía el taller familiar como uno de los ocho que aún utilizan métodos de fabricación tradicionales. Y a principios de este año, en el Museo Nacional de Culturas Populares de Ciudad de México, las familias Salgado Téllez y Pacheco Pineda fueron objeto de una exposición titulada "Labradores de historias: orfebrería tradicional oaxaqueña".

Linda Hanna, una estadounidense que vive en Oaxaca y lleva más de 20 años dando visitas guiadas de arte popular allí, dijo que a menudo lleva grupos a Antiguas Maravillas porque a los visitantes les encanta aprender sobre el proceso.

"La gente ha visto el trabajo en las tiendas, quizá, pero realmente no tienen ni idea de que un artista tiene que fabricar el alambre antes de hacer la pieza", dijo. Otra parte del atractivo, añadió, es que el trabajo lo realizan tres generaciones, incluidas las mujeres de la familia.

Varias generaciones

El maestro Arturo dijo que siempre quiso que su esposa y sus hijas participaran en su trabajo y señaló que todas hacen de todo, desde fundir la plata hasta dar los últimos toques a una pieza. "Antes este oficio era de varones nada más", dijo, y añadió que aún conocía a personas que pensaban así, actitud que achacaba al machismo.

Su propio interés por la filigrana comenzó hacia los 15 años, cuando se trasladó a la capital del estado de Oaxaca desde un pueblo situado a varias horas de distancia. Un hermano mayor, aprendiz en un taller local de orfebrería, empezó a enseñarle. Tras la muerte de su hermano un par de años después, el joven Arturo continuó su formación con otras personas y tomó algunos cursos.

En aquella época, la joyería oaxaqueña de filigrana se fabricaba principalmente en oro, y durante muchos años produjo piezas de oro para establecimientos locales.

Martha Téllez, de 63 años, dijo que al principio ayudaba a su marido con tareas sencillas. Con el tiempo, descubrió que le gustaba el trabajo "y ya no me sacó de allí", dijo con una carcajada. Y una a una, a medida que terminaban sus estudios, las hijas se unieron a la empresa familiar.

La familia ha tenido contratiempos, como la pérdida de una casa durante una crisis económica nacional en la década de 1990 y un robo unos años más tarde. Pero Donají dijo que el trabajo duro y la perseverancia de sus padres les permitieron salir adelante.

Los cinco nietos de la pareja saben moverse por el taller: desde Samuel Chávez Salgado, de 5 años, que es uno de los tres hijos de Yesenia, hasta Frida Cruz Salgado, de 22 años, hija de Rubí, que ganó su primer concurso de manualidades a los 8 años y ahora estudia para ser abogada.

Yesenia dijo que, cuando piensa en el futuro de sus hijos, a veces siente que sería más fácil que fueran médicos, ingenieros u oficinistas. Pero una parte de ella espera que quieran continuar la tradición familiar.

En febrero, su hijo Mateo, de 7 años, fue el ganador más joven de un concurso patrocinado por Amigos del Arte Popular Oaxaqueño, una organización sin ánimo de lucro con miembros en Estados Unidos y México, y el Museo Estatal de Arte Popular Oaxaca, un museo local. Diseñó un pendiente redondo con secciones de filigrana en forma de los polígonos de un balón de fútbol.

El museo expuso su pieza y un comentario suyo: "Cuando sea grande quiero ser joyero como mi abuelo y futbolista como Ronaldo".