
En un giro sin precedentes dentro del sector de la aviación comercial, Singapur ha anunciado que, a partir de octubre de 2026, se convertirá en el primer país en gravar el combustible utilizado por los pasajeros aéreos mediante un recargo enfocado en la sostenibilidad.
Esta medida, que aplicará a todos los billetes adquiridos después del 1 de abril del mismo año, coloca a la ciudad-estado asiática a la vanguardia de los esfuerzos globales por mitigar el impacto medioambiental de los vuelos, un medio de transporte reconocido por sus altos niveles de emisiones contaminantes.
Si bien la conciencia sobre la huella ambiental de la aviación es cada vez mayor, las opciones alternativas suelen estar limitadas por el tiempo o las características geográficas de cada destino. Frente a esta realidad, Singapur ha decidido optar por un camino directo: implementar un impuesto específico que busca incentivar la descarbonización y promover la adopción de combustibles menos contaminantes. Adoptar medidas regulatorias como establecer impuestos al sector, más allá de los simples llamados a la conciencia, supone una señal global de compromiso y liderazgo ecológico.
El nuevo impuesto, denominado recargo por combustible de aviación sostenible (SAF, por sus siglas en inglés), afectará a todos los pasajeros cuyos trayectos tengan origen en Singapur, ya sea para vuelos domésticos o internacionales. Sin embargo, la medida no solo recaerá sobre la compra de billetes ordinarios, ya que también alcanzará los servicios de carga y los vuelos de negocios. Los cambios aplicarán a los boletos vendidos a partir del 1 de abril de 2026, pero será efectivo en los vuelos que partan desde Singapur desde octubre del mismo año.

En cuanto a los destinatarios, la Autoridad de Aviación Civil de Singapur (CAAS) esclarece que el recargo no será universal ni indiscriminado. Solo los pasajeros que inicien su vuelo en Singapur deberán abonar la nueva tasa, estando exentos quienes simplemente hagan escala en el aeropuerto de Changi (o en Seletar) y continúen su viaje con vuelos de conexión. De igual modo, no afecta a vuelos de entrenamiento, misiones humanitarias ni a ciertos servicios chárter, lo que representa una política de aplicación selectiva orientada a preservar la funcionalidad y los objetivos humanitarios o formativos de ciertas operaciones aéreas.
Detrás de esta iniciativa, el objetivo expuesto por las autoridades singapurenses es claro: acelerar la transición hacia formas de transporte aéreo más ecológicas y sostenibles, concretamente a través del impulso al uso de combustibles de aviación sostenibles. El plan de Singapur toma como base la cantidad de SAF que se requeriría para cubrir el 1% del consumo total de combustible de aviación del país en el año 2026.
Teniendo en cuenta que este tipo de combustible se produce a partir de aceites reciclados y residuos agrícolas —lo que reduce significativamente su huella de carbono— su uso resulta notablemente más amigable con el medio ambiente frente a los combustibles convencionales. No obstante, producir SAF conlleva costos considerablemente más altos, lo que justifica la imposición del recargo como vía para asumir la “prima verde” y poner en marcha una solución concreta frente a la crisis climática.
En términos económicos, la estructura tarifaria ha sido diseñada para evitar un sobrecargo excesivo al viajero promedio. Por ejemplo, para los vuelos de corta distancia, el recargo será de 1 dólar singapurense por pasajero, lo que equivale aproximadamente a 0,58 libras esterlinas. En el caso de trayectos de larga distancia en clase económica, el gravamen ascenderá a 10,40 dólares singapurenses (6,08 libras esterlinas).

Los pasajeros de primera clase o ejecutiva afrontarán el máximo recargo, de 41,60 dólares singapurenses (24,33 libras esterlinas). Según el gobierno singapurense, incluso el monto más elevado mantiene un nivel inferior al de servicios adicionales tradicionales, como el pago por equipaje facturado.
La determinación de la tarifa aplicable combina dos criterios principales: la distancia recorrida y la clase del boleto adquirido. Esta diferenciación atiende a la justicia contributiva, considerando tanto la huella de carbono real como la capacidad económica de los viajeros en distintas categorías. Asimismo, se establece un sistema de cuatro grupos geográficos en función del destino final del pasajero.
El grupo uno abarca el Sudeste Asiático; el grupo dos incluye el Noreste y Sur de Asia, Australia y Papúa Nueva Guinea; el grupo tres comprende África, Asia Central y Occidental, Europa, Oriente Medio, islas del Pacífico y Nueva Zelanda; el grupo cuatro corresponde al continente americano. De este modo, se logra que el aporte económico al fondo de descarbonización de la aviación sea proporcional al trayecto realizado y la región de destino.
Otro detalle relevante reside en que la tasa solo se aplicará al vuelo cuyo origen sea Singapur y con destino final determinado. Así, si el pasajero realiza una conexión, el cobro se efectuará únicamente sobre el tramo inicial hasta el punto de conexión, y no sobre el itinerario total, lo que busca evitar dobles recargos innecesarios a quienes viajan con escalas intermedias.
La nueva política de Singapur marca un precedente ambicioso e innovador en la industria aeronáutica, estableciendo no solo lineamientos tarifarios diferenciales, sino también criterios de exención y segmentaciones geográficas, todo ello enfocado en la descarbonización progresiva del transporte aéreo. Resta por ver si el ejemplo singapurense terminará por ser replicado en otras latitudes o permanecerá, al menos por ahora, como un caso pionero a nivel mundial.
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