
El mundo de las criptomonedas en Manhattan se vio sacudido este año por un caso inédito: dos inversores, William Duplessie y John Woeltz, fueron acusados de secuestrar y torturar durante semanas al programador italiano Michael Carturan para obtener las contraseñas de sus cuentas de activos digitales.
El episodio, considerado el primer secuestro cripto documentado en Nueva York, puso en evidencia los riesgos y la falta de regulación que rodean a la economía digital, según reportó The Intelligencer.
La denuncia de Carturan se produjo tras una huida la mañana previa al fin de semana del Memorial Day. Descalzo y con la cabeza ensangrentada, el joven de 28 años logró salir del townhouse de cinco pisos en Prince Street, Manhattan, y pedir ayuda a un agente de tráfico.

Según su testimonio, había sido retenido y sometido a torturas físicas y psicológicas por Duplessie y Woeltz, quienes buscaban acceder a sus criptomonedas. La policía, tras su declaración, detuvo a los presuntos captores y halló en la vivienda pruebas que respaldaban la versión de la víctima: sangre en varias habitaciones, fotografías de los acusados amenazando a Carturan con una motosierra y un arma, así como documentos en los que se le exigía entregar las claves de sus wallets.
Además, se incautaron herramientas y materiales que, según la acusación, podrían haber servido para deshacerse de un cuerpo.
William Duplessie y John Woeltz: perfiles y antecedentes en el mundo cripto
El perfil de los acusados revela trayectorias marcadas por el exceso y la inestabilidad. Duplessie, criado en un entorno privilegiado en Greenwich, Connecticut, junto a figuras del mundo financiero, acumuló desde joven episodios de violencia y adicción.

Tras abandonar varias universidades y fracasar en distintos negocios, encontró en las criptomonedas una vía para acceder a grandes sumas de dinero y círculos exclusivos.
Junto a su padre, impulsó el fondo Pangea en Suiza, que atrajo inversiones millonarias, pero terminó envuelto en sospechas de fraude y promesas incumplidas. Su vida se caracterizó por fiestas ostentosas, relaciones turbulentas y una constante huida, desde California hasta Miami y Europa.
Woeltz, por su parte, era conocido en la comunidad cripto como un experto en ciberseguridad y un inversor precoz en bitcoin.

De carácter reservado, amasó una fortuna superior a los USD 100 millones y se dedicó a proyectos de agricultura regenerativa y filantropía local en Kentucky. Sin embargo, testimonios de su expareja y allegados describen un giro hacia comportamientos paranoicos y violentos tras su asociación con Duplessie, incluyendo episodios de control extremo y amenazas armadas.
Modus operandi y auge de los delitos vinculados a criptomonedas
El modus operandi desplegado en Manhattan combinó el lujo con tácticas de intimidación y control. El townhouse de Prince Street se transformó en un epicentro de fiestas, con la presencia de modelos, empleados de tiendas de moda y una plantilla de seguridad privada que incluía a policías fuera de servicio.
Las noches se alternaban entre derroches de dinero, consumo de drogas y exhibiciones de armas. Carturan, presentado a veces como socio, otras como asistente o incluso como objeto de bromas, fue sometido a una serie de humillaciones y castigos físicos.

Videos y testimonios recabados por The Intelligencer muestran desde juegos de novatadas hasta episodios de violencia explícita, como descargas eléctricas con un cattle prod (vara o dispositivo eléctrico usado para arrear ganado), cortes con una motosierra y amenazas de muerte.
Según la acusación, los agresores buscaban doblegarlo para obtener acceso a sus activos digitales, valorados en decenas de millones de dólares.
Este caso se inscribe en una tendencia global de delitos violentos vinculados a las criptomonedas, conocidos como “wrench attacks”. En 2024, se han registrado al menos 33 secuestros de este tipo en el mundo, con víctimas en Francia, Reino Unido, Alemania, Canadá, Japón y Uganda.

La naturaleza descentralizada de las criptomonedas, la ausencia de intermediarios y la facilidad para transferir fondos sin dejar rastro bancario convierten a los inversores en objetivos especialmente vulnerables. Los delincuentes solo necesitan obtener la clave privada o el dispositivo físico donde se almacenan los fondos para apropiarse de fortunas enteras en segundos. A diferencia de los fraudes tradicionales, las víctimas no pueden recurrir a bancos ni a reguladores para revertir las transacciones.
La defensa de Duplessie y Woeltz ha intentado desmontar la versión de Carturan, alegando que su estancia en la casa fue voluntaria y que participó activamente en las fiestas y actividades del grupo. Argumentan que los videos y mensajes muestran a la supuesta víctima sonriente y disfrutando de la vida nocturna, y que su tardanza en denunciar y su libertad de movimiento contradicen la hipótesis de un secuestro.

Sin embargo, la fiscalía ha presentado mensajes y testimonios de asistentes que describen a Carturan como “roto” y “sin vida en los ojos”, así como pruebas de que fue presionado y amenazado para entregar sus contraseñas. El caso plantea interrogantes sobre los límites entre la coacción, la manipulación psicológica y la violencia física en entornos de lujo y exceso.
Actualmente, Duplessie y Woeltz enfrentan cargos de secuestro en primer grado, asalto, coacción, intento de gran robo y posesión ilegal de armas, delitos que pueden acarrear penas de hasta cadena perpetua.

Mientras la investigación federal y estatal sigue su curso, solo Woeltz fue liberado bajo fianza. El proceso judicial deberá determinar si Carturan fue realmente una víctima de tortura o si, como sostiene la defensa, se trató de una serie de novatadas que terminaron fuera de control.
En medio de este escenario, Woeltz manifestó su sorpresa ante los agentes tras su detención: proveniente de Kentucky y dedicado a las finanzas, nunca imaginó que su paso por Nueva York lo situaría en el centro de un caso que ha puesto en jaque la seguridad y la ética en el universo de las criptomonedas.
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