
En la remota isla escocesa de Sanday, la identificación de un naufragio de 250 años como el Earl of Chatham permitió reconstruir la historia de un barco con pasado militar y ballenero. Un hallazgo que proyecta nueva luz sobre el patrimonio marítimo de la región.
La colaboración entre científicos, arqueólogos y la comunidad local resultó clave para rescatar y conservar los restos de la embarcación, una acción que resalta la importancia de la arqueología y la tecnología moderna, así como el impacto de la participación ciudadana en la protección del legado histórico.
El hallazgo tras la tormenta movilizó a toda la comunidad
El descubrimiento emergió en febrero de 2024, cuando una fuerte tormenta desplazó la arena de una playa de Sanday, una de las islas Orcadas al norte de Escocia.

Las costillas de madera sobresaliendo entre las dunas fue lo que generó una reacción inmediata de los 500 habitantes de la isla, cuya identidad y memoria están ligadas al mar.
Sanday tiene una larga historia de naufragios: desde el siglo XV se registraron cerca de 270 incidentes similares en sus proximidades, en una extensión de unos 50 kilómetros cuadrados (20 millas cuadradas).
La aparición de los restos reavivó el interés local y motivó a los residentes a integrarse en la recuperación del pecio.
Un esfuerzo colectivo para rescatar el pecio
La reacción de la comunidad fue inmediata y contundente. Agricultores emplearon tractores y remolques para extraer de la playa doce toneladas de madera de roble pertenecientes a la estructura del barco. Posteriormente, investigadores y voluntarios se sumaron a las labores de identificación y documentación del hallazgo.

Sylvia Thorne, una de las investigadoras comunitarias, relató a Associated Press: “Fue muy divertido, y se sintió muy bien en la comunidad: todos uniéndose para recuperarlo. Muchas personas se están interesando mucho y se están convirtiendo en expertas”.
El entusiasmo colectivo fue determinante, pues permitió que la investigación progresara con rapidez y rigor. Ben Saunders, arqueólogo marino senior de Wessex Archaeology, señaló: “Creo que si se hubiera encontrado en muchos otros lugares, no necesariamente habría tenido ese impulso comunitario, ese deseo de recuperar y estudiar ese material, y también el espíritu comunitario para hacerlo”.
Ciencia y archivos, la clave de la identificación
La identificación del pecio como el Earl of Chatham se basó en la combinación de técnicas científicas y el análisis de archivos históricos. Los expertos utilizaron la dendrocronología, técnica para datar la madera según sus anillos de crecimiento.
Los datos señalaron que el material provenía del sur de Inglaterra y databa de mediados del siglo XVIII, coincidiendo con el inicio de registros más detallados sobre la construcción y pérdida de barcos en la administración británica.

“Fue un golpe de suerte, porque coincide con el momento en que la burocracia británica estaba empezando a despegar y se mantenían registros detallados”, explicó Saunders. El proceso incluyó descartar naufragios nórdicos, barcos demasiado pequeños o de origen en el norte de Inglaterra. Finalmente, el análisis de los datos llevó a identificar el pecio como el Earl of Chatham.
De fragata de guerra a ballenero ártico: la vida del Earl of Chatham
Las investigaciones permitieron recomponer la trayectoria del navío. Antes de tomar el nombre de Earl of Chatham, la nave fue conocida como HMS Hind, una fragata de la Marina Real británica con 24 cañones, construida en Chichester en 1749.
En su etapa militar, el barco participó en asedios clave en la expansión y contracción del Imperio Británico, como Louisbourg y Quebec en la década de 1750, facilitando el control británico de Canadá. En los años 1770, escoltó convoyes durante la Guerra de Independencia de Estados Unidos, en el frustrado intento de Gran Bretaña por retener las colonias americanas.
En 1784, la fragata pasó a manos privadas y fue rebautizada como Earl of Chatham, orientando su actividad hacia la caza ballenera en el Ártico. El aceite de ballena que se obtenía en las expediciones era esencial en la Revolución Industrial, utilizado para lubricar maquinaria, suavizar telas e iluminar ciudades. Saunders detalló que en 1787 existían 120 barcos balleneros con base en Londres operando en el mar de Groenlandia, incluido este barco.

El destino del Earl of Chatham quedó sellado en 1788, cuando una tormenta provocó su naufragio frente a las costas de Sanday mientras se dirigía a la zona ballenera. Los 56 tripulantes sobrevivieron, lo que Saunders calificó como señal de la buena fortuna del navío pese a su final.
Preservación y legado: Sanday refuerza su vínculo con el mar
Tras su recuperación, los restos del Earl of Chatham permanecen en un tanque de agua dulce en el Centro del Patrimonio de Sanday, mientras se debaten planes para su exhibición permanente y para difundir su historia.
Saunders destacó que el proyecto es un ejemplo de participación comunitaria en la arqueología: “La comunidad ha mostrado gran entusiasmo, gran deseo de participar y de descubrir cosas que aprender, y están muy orgullosos de ello. Gracias a ellos se descubrió, se recuperó, se estabilizó y se protegió”.
El descubrimiento ha fortalecido el lazo de Sanday con su pasado marítimo y ha generado reflexión sobre el futuro de la isla. Ruth Peace, investigadora comunitaria, enfatizó: “Una de las cosas más importantes que he aprendido de este proyecto es darme cuenta de lo mucho que el pasado en Sanday está constantemente contigo, ya sea visible o apenas debajo de la superficie”.
Los expertos advierten que el cambio climático podría descubrir otros pecios, ya que la transformación costera expone restos ocultos durante siglos. Según la experiencia de Sanday puede repetirse en otras regiones, impulsando nuevas investigaciones y reforzando la colaboración entre ciencia y comunidad.
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