
Apenas unas semanas después de su nacimiento, Addison McArthur recibió la noticia que determinaría el rumbo de su vida y la de toda su familia. El corazón de la pequeña, nacida en Vancouver, sufría una falla severa: el lado izquierdo había dejado de funcionar correctamente.
Los médicos diagnosticaron a Addison con miocardiopatía no compactada del ventrículo izquierdo, un raro trastorno que ocasiona insuficiencia cardíaca y amenaza la vida del paciente desde edades muy tempranas. Enfrentada a una situación crítica en la que la única alternativa era un trasplante, fue colocada rápidamente en la lista de espera, dada la urgencia de su caso.
Durante esas primeras semanas, los padres de Addison vivieron momentos de incertidumbre, a menudo dominados por la angustia ante la posibilidad de una pérdida inminente. La situación, sin embargo, cambió radicalmente en el primer Día de la Madre de Elaine Yong, madre de Addison.
En esa fecha, la familia recibió el aviso de que existía un corazón disponible para la pequeña. Este anuncio fue el punto de inflexión en una historia marcada por la esperanza y la generosidad anónima, ya que la donación de órganos de lactantes es un acontecimiento poco común y, en ocasiones, representa la única oportunidad de vida para quienes esperan.
A cientos de kilómetros de distancia, en Nevada, otra familia vivía una conmoción opuesta. Audrey Sullenger, una bebé recién nacida, fallecía inesperadamente seis días después de haber llegado al mundo. Su madre, Felicia Hill, debió enfrentarse al dolor más profundo que puede vivir un ser humano: la pérdida de una hija tan solo unos días después de su nacimiento.
Frente a la tragedia y movida por la convicción de ayudar a otros, Felicia tomó una decisión trascendental: donar los órganos de Audrey con la esperanza de salvar la vida de otros niños.

Las cifras avalan la importancia de estas decisiones. Se estima que un solo donante puede salvar hasta ocho vidas. Audrey, con apenas seis días de vida, se convirtió en la donante más joven de ese año en el estado de Nevada. Entre los órganos donados, su corazón fue enviado al norte, con destino a Canadá y específicamente a Addison, cuya vida dependía de ese milagro médico y solidario. Así, se tejió el primer vínculo entre dos familias que, sin conocerse aún, quedarían unidas para siempre.
El trasplante de corazón a Addison fue exitoso: el órgano de Audrey funcionó correctamente y permitió que la bebé canadiense pudiese continuar su desarrollo. El sentido de gratitud de Elaine Yong era inconmensurable, aunque el anonimato que frecuentemente rodea estos procesos suele dificultar el contacto entre las familias de donantes y receptores.
Aun así, motivada por la necesidad de agradecer, Yong escribió una nota de reconocimiento y empatía, que hizo llegar a la familia de Audrey a través de la organización encargada del trasplante.
El contacto directo llegó un año después, cuando Felicia Hill decidió responder públicamente a un blog en el que Yong narraba el viaje médico y emocional de Addison. Tras verificar la conexión, ambas comenzaron a comunicarse y no tardaron en acordar conocerse en persona.
El encuentro se dio en la Caminata Dona Vida celebrada en California. Hill trajo una camiseta conmemorativa para Addison, mientras que Yong llevó un estetoscopio. En un momento lleno de simbolismo, Felicia pudo escuchar, en el pecho de Addison, el corazón de su hija Audrey, experimentando una conexión emocional que trascendía la pérdida.

Este primer encuentro forjó un lazo íntimo y permanente entre ambas familias. Felicia expresó la profunda alegría que sentía por permitir que otra madre tuviera la oportunidad de criar a su hija, mientras que Elaine compartió la gratitud de ver a Addison crecer gracias al legado de Audrey.
Ambas mujeres se convirtieron, a partir de ese momento, en defensoras activas de la donación de órganos, compartiendo su historia en campañas de concienciación y participando en eventos conmemorativos.
La enorme repercusión personal y comunitaria de la experiencia llevó a Elaine Yong a trabajar profesionalmente como gerente de comunicaciones en BC Transplant, la organización que gestiona la donación de órganos en Columbia Británica.
El eco de la historia persiste en la vida de Addison, quien en abril celebró su decimocuarto cumpleaños. Su madre publicó un emotivo recuento de momentos vividos: nadar con manatíes, contemplar la aurora boreal, asistir a conciertos y disfrutar de las experiencias cotidianas que solo fueron posibles gracias al corazón de Audrey.
El mayor homenaje reside, precisamente, en los logros y sueños alcanzados por Addison, evidencia de cómo el gesto de una familia puede perpetuar la esperanza en otras.
Mientras la promesa de nuevas aventuras acompaña a Addison rumbo a su décimo quinto aniversario, tanto su familia como la de Audrey mantienen vigente la responsabilidad y el agradecimiento mutuo, demostrando que, más allá de la pérdida y la tragedia, la donación de órganos puede sembrar lazos inquebrantables y dar vida más allá del propio dolor.
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