El desgarrador testimonio del padre del adolescente asesinado con una espada samurái en Londres tras escuchar la sentencia

La sentencia a cadena perpetua contra Marcus Monzo por el asesinato del joven Daniel Anjorin puso fin al proceso judicial, pero abrió un momento de profunda exposición para su familia, que compartió con entereza el vacío irreparable que dejó el crimen en sus vidas y en la comunidad de Hainault, al este de Londres. En el centro del juicio, que concluyó con una pena mínima de 40 años de prisión, sobresalió el testimonio del padre de la víctima, Dr. Ebenezer Anjorin, quien relató con crudeza el instante en que encontró a su hijo sin vida en la vereda, a solo metros de su casa.

“Supe de inmediato que estaba muerto”, declaró. Aquel 30 de abril de 2024, poco antes de las 7 de la mañana, Daniel, de 14 años, se dirigía a la escuela cuando fue atacado por Monzo, armado con una espada samurái. El agresor, de 37 años, desató una secuencia de violencia indiscriminada que se extendió durante unos 20 minutos y dejó además cuatro personas heridas, entre ellas policías y vecinos.

El Dr. Anjorin reconstruyó el momento en que salió a buscar a su hijo y lo encontró desplomado en el asfalto, tras escuchar los gritos desesperados de otros transeúntes. “Fue mi peor pesadilla. Ver a mi hijo allí, sin posibilidad de ayudarlo, es algo que ningún padre debería vivir”, expresó en la audiencia, el 27 de junio de 2025, después de que Monzo fue sentenciado. Añadió que la forma en que murió —atacado por la espalda mientras usaba su uniforme escolar— hizo que el dolor fuera aún más insoportable.

Tras la sentencia, Ebenezer y Grace Anjorin, madre de Daniel, ofrecieron una declaración conjunta en la que agradecieron que se haya hecho justicia, aunque subrayaron que ninguna decisión judicial podrá reparar la pérdida. “Ningún veredicto o sentencia puede devolvernos a nuestro hijo Daniel, a quien amábamos tanto”, afirmaron.

La familia recordó a Daniel como un joven inteligente, amable y generoso, cuya presencia dejaba huella entre quienes lo conocían. “Tenía un gran potencial: era un estudiante brillante, con un espíritu generoso que conmovía a todos. Llevamos esa luz con nosotros, incluso en estos tiempos difíciles”, expresaron sus padres. Agregaron que su muerte los obligó a aprender a vivir con una ausencia diaria, marcada por la brutalidad de un acto sin sentido.

El crimen ocurrió en un entorno cotidiano. Era una mañana común en Hainault, y las calles comenzaban a llenarse de personas camino al trabajo o la escuela. En ese contexto, Monzo —bajo los efectos de droga y en un estado psicótico— atacó a peatones al azar, gritando frases desconectadas como “¿Alguien cree en Dios?”. El juez Mark Lucraft Bennathan describió la escena como una ruptura total del orden habitual, transformada por la violencia en apenas minutos.

Durante el juicio, se consideró el estado mental del agresor. Aunque presentaba rasgos de un trastorno esquizotípico, el magistrado subrayó que fue el consumo de drogas lo que precipitó el ataque. El historial previo de Monzo, sin antecedentes violentos, influyó en la sentencia final, que fue fijada en cadena perpetua con un mínimo de 40 años, reducida a 38 años y 309 días según la legislación británica.

El juez destacó que, pese a su estado mental, Monzo debía haber reconocido que Daniel era un niño en uniforme escolar. Aún así, lo atacó por la espalda, provocándole una herida fatal. En sus palabras: “Durante los 20 minutos que siguieron, esa escena pacífica fue devastada... y un joven muy querido fue asesinado con un salvaje golpe de espada. Tú, Marcus Monzo, hiciste todo eso”.

Durante la audiencia, Monzo —de nacionalidad brasileña— no mostró ninguna reacción visible. Escuchó la sentencia en silencio, sin gestos de arrepentimiento ni expresión emocional, en contraste con la conmoción de la familia Anjorin.

Al finalizar el proceso, los padres de Daniel reafirmaron su voluntad de mantener viva la memoria de su hijo. “Honramos la memoria de Daniel, no a la sombra de esta tragedia, sino a través del amor y la felicidad que nos trajo a nosotros y a todos los que lo conocieron”, señalaron. También agradecieron el respaldo recibido por parte de la comunidad y las autoridades que intervinieron en la causa.

El asesinato de Daniel Anjorin dejó una huella profunda en Hainault. El dolor de su familia, articulado en palabras precisas y dignas, convirtió su testimonio en un llamado al reconocimiento, la justicia y el recuerdo. Un niño asesinado camino a la escuela, una comunidad herida, y una familia que eligió transformar su duelo en memoria activa.