Los orangutanes salvajes de Sumatra han demostrado una sorprendente capacidad para regular su sueño: cuando duermen menos durante la noche, compensan esta carencia con siestas más largas durante el día.
Así lo revela un estudio reciente publicado en la revista Current Biology y difundido por la Max Planck Society, que analizó durante más de una década el comportamiento de 53 orangutanes adultos en la zona de Suaq Balimbing, en la isla indonesia de Sumatra. Los resultados no solo proporcionan nueva información sobre la biología y adaptación de estos grandes simios, sino que también plantean interrogantes sobre la evolución del sueño en los animales y los desafíos que enfrentan en su entorno natural.
El equipo de investigación, liderado por el Max Planck Institute of Animal Behavior y colaboradores internacionales, se propuso entender cómo los orangutanes salvajes mantienen el equilibrio de su sueño (homeostasis) y qué factores sociales, ecológicos y de comportamiento influyen en la duración de sus periodos de descanso.
El hallazgo central es claro: “Los orangutanes usan las siestas diurnas para compensar la pérdida de sueño nocturno”, concluye el estudio, lo que sugiere una flexibilidad adaptativa ante las presiones de su entorno.
El trabajo se basó en un extenso conjunto de datos recolectados entre 2007 y 2021, que incluyó observaciones directas de 53 orangutanes adultos de la especie Pongo abelii. Los investigadores cuantificaron el sueño a partir del tiempo que cada individuo pasaba en su nido, tanto de noche como de día, considerando este periodo como un indicador del tiempo dedicado a dormir.
Para el sueño nocturno, se midió desde el momento en que el orangután cesaba toda actividad y vocalización en su nido al anochecer, hasta que reanudaba la actividad al amanecer. Las siestas diurnas se definieron como los periodos en que el animal permanecía inmóvil y silencioso en un nido construido durante el día.
El estudio también incorporó variables sociales (como el número de congéneres presentes cerca del nido), ecológicas (temperatura, lluvia, disponibilidad de alimento) y de comportamiento (distancia recorrida y consumo calórico diario). Además, se controlaron diferencias entre clases de edad y sexo, así como factores ambientales como la duración de la oscuridad y la fase lunar.
De acuerdo con el comunicado de la Max Planck Society, la metodología permitió analizar no solo la duración del sueño, sino también las correlaciones entre el sueño nocturno y las siestas, y cómo distintos factores externos e internos afectan estos patrones.
De acuerdo con los resultados difundidos, la compensación entre sueño nocturno y siestas revelaron que los orangutanes de Sumatra pasan en promedio 12 horas y 50 minutos en sus nidos durante la noche. Sin embargo, cuando este periodo nocturno se acorta, los animales extienden la duración de sus siestas diurnas al día siguiente.

Específicamente, por cada hora menos de sueño nocturno, los orangutanes aumentan en un 12,3% el tiempo total dedicado a las siestas, lo que equivale a unos 10 minutos adicionales de descanso diurno si la noche anterior durmieron una hora menos.
El estudio también encontró que, en los días en que los orangutanes tomaban siestas, la duración acumulada de estas alcanzaba un promedio de 76 minutos, repartidos en aproximadamente 1,4 nidos diferentes. Además, cuando las siestas eran más cortas, los individuos tendían a tomar un mayor número de ellas a lo largo del día, lo que sugiere la existencia de una “cuota” de sueño que los animales buscan cumplir.
La información, publicada por la Max Planck Society, subraya que este mecanismo de compensación mediante siestas es una estrategia eficaz para mitigar los efectos negativos de la falta de sueño nocturno, como la disminución de la memoria o la eficiencia en la búsqueda de alimento.
Cuáles son los factores que afectan el sueño
El análisis detallado de los datos permitió identificar varios factores que influyen significativamente en la duración del sueño de los orangutanes. Uno de los más destacados es la interacción social: “Las asociaciones con congéneres interfieren con los periodos de sueño de los orangutanes”, señala el estudio.
Tanto el sueño nocturno como las siestas diurnas se acortan cuando los animales pasan tiempo cerca de otros orangutanes. Por cada compañero adicional presente durante la noche, el periodo de sueño se reduce en 13,7 minutos. Durante el día, cada “socio” adicional implica una reducción del 5,9% en la duración de las siestas.

La distancia recorrida también tiene un impacto: los orangutanes que viajan más durante el día duermen menos por la noche. Por cada 100 metros adicionales recorridos, el sueño nocturno se acorta en casi 4 minutos. Este patrón sugiere que los animales sacrifican tiempo de sueño para desplazarse en busca de recursos, parejas o para evitar interacciones no deseadas.
En cuanto a la alimentación, el consumo calórico diario no mostró una relación significativa con la duración del sueño nocturno, pero sí con las siestas: los orangutanes que ingieren menos calorías durante el día tienden a dormir más en sus nidos diurnos. Esto podría deberse a una estrategia de conservación de energía o a la necesidad de priorizar el descanso cuando la ingesta es insuficiente.
El clima también juega un papel relevante. Las temperaturas nocturnas más bajas se asocian con periodos de sueño nocturno más cortos, mientras que las siestas diurnas se prolongan en días lluviosos y cuando la temperatura máxima es más baja. En días calurosos, las siestas tienden a ser más breves, lo que sugiere que los orangutanes ajustan su comportamiento de descanso para evitar el estrés térmico.
Implicaciones para la salud, cognición y evolución del sueño
El descanso cumple funciones esenciales para la salud fisiológica y cognitiva, tanto en humanos como en animales. La privación de sueño puede debilitar el sistema inmunológico y afectar la memoria, la atención y la toma de decisiones. En el caso de los orangutanes, que enfrentan altos costos energéticos debido a su gran tamaño cerebral y corporal, así como a la complejidad de su entorno y dieta, obtener suficiente descanso resulta especialmente importante.

El estudio destaca que la capacidad de los orangutanes para compensar la falta de sueño nocturno mediante siestas podría estar vinculada a su notable flexibilidad cognitiva y a su habilidad para aprender y utilizar herramientas. Además, la construcción de nidos tanto para dormir de noche como para las siestas diurnas parece facilitar un sueño más profundo y menos fragmentado, lo que podría ser clave para mantener sus capacidades cognitivas.
Comparando con otros primates y con los humanos, los autores sugieren que la regulación flexible del sueño observada en los orangutanes puede ofrecer pistas sobre la evolución de los mecanismos de sueño en los grandes simios y en nuestra propia especie.
“Nuestros resultados sugieren que la capacidad de los orangutanes para amortiguar la falta de sueño nocturno mediante siestas diurnas se verá cada vez más comprometida a medida que las selvas tropicales se vuelvan más cálidas”, advierte el estudio. Al tiempo que señala el impacto potencial del cambio climático en la calidad del sueño y, por ende, en la supervivencia de estos animales.
El trabajo reconoce algunas limitaciones inherentes a la investigación en animales salvajes, como la incapacidad de contar con un indicador indirecto del sueño (en vez de medir el tiempo en el nido), no poder medir parámetros como la eficiencia o la profundidad del sueño o la imposibilidad de analizar factores individuales más detallados, como el estado hormonal o el estrés.
El estudio subraya la necesidad de seguir investigando cómo los cambios ambientales, especialmente el aumento de las temperaturas y la alteración de los hábitats, pueden afectar el bienestar y la supervivencia de los orangutanes y otros grandes simios. La regulación del sueño, lejos de ser un proceso pasivo, emerge como una estrategia activa y flexible para enfrentar los desafíos de la vida en la selva tropical.
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