
Un descubrimiento arqueológico inusual ha captado la atención de especialistas en el norte de Canadá. Cerca de la ciudad de Wawa, a unos 745 kilómetros al noroeste de Ottawa y en las inmediaciones del Lago Superior, fue hallada una losa de roca con una inscripción que no corresponde al entorno ni a las tradiciones conocidas de la región.
Según informaron medios locales, la pieza permaneció enterrada durante siglos hasta que la caída accidental de un árbol dejó al descubierto una superficie grabada con 255 símbolos rúnicos, acompañados de una ilustración detallada de un barco, 16 signos adicionales y 14 marcas en forma de X. La escena tallada ha desconcertado incluso a los investigadores más experimentados.

De acuerdo con el Centro de Educación Arqueológica de Ontario, la losa mide aproximadamente 1,2 por 1,5 metros y presenta un nivel de complejidad poco habitual. Ryan Primrose, presidente de la institución, calificó el hallazgo como “absolutamente fascinante” y admitió que nunca había observado algo semejante en su carrera. Las preguntas fundamentales —quién grabó el texto, por qué eligió ese lugar remoto y qué sentido simbólico tenía la inscripción— siguen abiertas.
Autenticación del mensaje y análisis rúnico
Ante la magnitud del hallazgo, el equipo liderado por Primrose actuó con cautela. Aunque existe evidencia documentada de presencia vikinga en América del Norte hace más de mil años, el especialista descartó un vínculo directo con dichas exploraciones. El grupo optó por realizar una investigación profunda e incorporó a expertos internacionales en runología.

Uno de los aportes centrales provino de Henrik Williams, profesor emérito de runología de la Universidad de Uppsala. Según reportes del equipo, Williams inspeccionó el sitio personalmente bajo condiciones climáticas adversas y con iluminación artificial. Su análisis reveló que la inscripción utiliza el sistema rúnico Futhark, uno de los alfabetos más antiguos del norte de Europa.
Williams concluyó que el tallado presenta elementos formales que respaldan su autenticidad desde el punto de vista estilístico y técnico. Esta evaluación aportó un marco de referencia confiable para su interpretación histórica.
El legado del Futhark y una conexión sueca

El alfabeto rúnico Futhark se utilizó entre los siglos II y VIII d.C. en diversas regiones germánicas del norte de Europa. Aunque su uso decayó con la cristianización y la adopción del alfabeto latino, la tradición pervivió en círculos académicos y esotéricos. En el siglo XVII, Johannes Bureus, un erudito sueco, adaptó el Futhark a su idioma natal y elaboró una versión manuscrita del Padrenuestro en sueco utilizando estas runas. La práctica, aunque minoritaria, se mantuvo entre ciertos intelectuales escandinavos durante los siglos siguientes.
La inscripción descubierta en Canadá replica precisamente esa versión del Padrenuestro de Bureus, lo que indica una referencia cultural específica y poco difundida, incluso en su época. Este vínculo refuerza la hipótesis de una autoría sueca moderna.
Posibles autores y contexto histórico
La investigación contemporánea ha descartado la teoría de una procedencia vikinga y apunta hacia un origen más reciente. Según informó el Centro de Educación Arqueológica de Ontario, en el siglo XIX la Compañía de la Bahía de Hudson contrató trabajadores suecos para sus operaciones en Canadá. Coincidentemente, durante ese mismo periodo circulaban copias impresas del Padrenuestro rúnico de Bureus.
Estas coincidencias sustentan la hipótesis de que uno o más empleados suecos podrían haber realizado el grabado, impulsados por razones religiosas o personales. El esfuerzo requerido para tallar la losa, que habría tomado varias semanas, sugiere una motivación significativa, posiblemente relacionada con la necesidad de crear un espacio espiritual o conmemorativo lejos de su país de origen.
Conservación y preguntas abiertas
Actualmente, el sitio se encuentra en proceso de protección. Conservacionistas han iniciado gestiones con los propietarios del terreno para establecer un espacio patrimonial que resguarde la losa frente a factores ambientales. Según los investigadores, la intención es construir una estructura que permita preservar la inscripción a largo plazo.
Pese al avance en su análisis, persisten varias incógnitas. La losa estaba enterrada bajo varios centímetros de tierra y no se hallaron objetos asociados que permitan contextualizar su función. No se ha determinado si fue utilizada como espacio ritual, acto de devoción individual o manifestación de nostalgia migrante. Aunque se estima que tiene alrededor de dos siglos de antigüedad, el misterio radica en el propósito del mensaje y la elección de una región tan remota para plasmarlo.
La inscripción, más allá de su datación, sigue siendo una fuente de intriga y estímulo para la investigación arqueológica contemporánea.
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