
Desde hace décadas, los pasajeros han notado un fenómeno cada vez más difícil de ignorar: los asientos de los aviones se sienten más estrechos, el espacio para las piernas más limitado y la experiencia de volar, en general, más incómoda.
Esta sensación no es producto de la imaginación ni de una percepción aislada. Expertos en aviación y estudios comparativos confirman que los asientos en las principales aerolíneas se han achicado considerablemente desde la década de 1980, mientras que los cuerpos de los pasajeros han seguido un camino inverso: crecer en tamaño y peso. Esta combinación está generando no solo una experiencia incómoda, sino potencialmente peligrosa.
Una transformación iniciada en 1978
El punto de inflexión que dio origen a este proceso se remonta a la Ley de Desregulación de Aerolíneas de 1978 en los EEUU, una norma que eliminó el control estatal sobre tarifas, rutas y servicios en el sector aéreo. Antes de esta legislación, las aerolíneas funcionaban como servicios públicos, con precios regulados y estándares mínimos de confort integrados al servicio.
Tras la desregulación, el mercado se abrió a la competencia libre con la promesa de precios más bajos y mejores servicios. Si bien en un inicio esto estimuló la aparición de nuevas compañías, rápidamente derivó en una ola de consolidación: hoy, solo cuatro aerolíneas controlan cerca del 80 % del mercado estadounidense.
En busca de rentabilidad, las aerolíneas comenzaron a optimizar el espacio en sus cabinas. Esto significó reducir el ancho de los asientos y el espacio entre filas para sumar más pasajeros por vuelo. Según el especialista William McGee, miembro del American Enterprise Institute, las aerolíneas han reducido entre 5 y 12,7 centímetros de espacio para las piernas desde los años 80.
En los años noventa, el espacio promedio era de 89 centímetros; hoy, ronda los 78 centímetros en las principales compañías, y puede descender a apenas 71 centímetros en aerolíneas de bajo costo.
Un público que ya no cabe en su asiento

El recorte de espacio ocurre en paralelo con un cambio demográfico sustancial. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EEUU, desde 1990 el adulto promedio en Estados Unidos ha ganado cerca de 7 kilogramos de peso. Las mujeres adultas hoy pesan lo mismo que los hombres a fines de los años noventa, y también se registró un leve aumento en la estatura media. La infraestructura de la aviación, sin embargo, no ha seguido esta evolución.
Paul Hudson, presidente de la organización FlyersRights, observa que mientras otros sectores —como la industria automotriz o los teatros— han adaptado el tamaño de sus asientos a los nuevos estándares corporales, las aerolíneas tomaron la dirección opuesta. “Solo en las aerolíneas se han vuelto más pequeños”, afirmó en diálogo con Popular Science.
De la incomodidad al riesgo físico
Más allá del malestar, los asientos reducidos pueden representar un peligro tangible. McGee y Hudson alertan sobre los riesgos de salud que conlleva pasar muchas horas en un espacio reducido, especialmente en vuelos de larga distancia. Uno de los mayores peligros es el desarrollo de trombosis venosa profunda, una afección que puede derivar en embolias pulmonares, particularmente entre personas con obesidad. La recomendación de los CDC es que los pasajeros se levanten y caminen cada dos o tres horas para reducir este riesgo, algo que muchas veces no resulta viable en cabinas sobrecargadas o en medio de turbulencias.
Pero las amenazas no se limitan a la salud individual. También inciden en la seguridad general del vuelo. Las regulaciones actuales de la FAA exigen que las aerolíneas puedan evacuar un avión lleno en 90 segundos. Sin embargo, con cabinas más estrechas, más pasajeros, más equipaje de mano y mayor número de objetos personales, este objetivo se vuelve cada vez más difícil de alcanzar. “El desafío de evacuar con seguridad un avión en una emergencia de vida o muerte sigue aumentando”, alertó McGee.
Simulaciones cuestionadas y falta de regulación

Aunque la FAA tiene la autoridad para imponer dimensiones mínimas de asiento por razones de seguridad, ha optado por no hacerlo. En 2019, la agencia realizó una simulación para evaluar si el tamaño de los asientos afectaba la evacuación. Concluyó que no había efectos negativos, pero Hudson, quien participó en la observación de la prueba, denunció que se trató de una simulación poco realista: sin pasajeros mayores, menores, personas con discapacidades ni pasajeros con sobrepeso.
Estas críticas también fueron recogidas por la senadora Tammy Duckworth, quien en 2022 presentó una iniciativa legislativa exigiendo pruebas más representativas. “¿Cómo pueden más de 150 pasajeros evacuar de forma segura en menos tiempo del que se tarda en cepillarse los dientes?”, cuestionó.
Ante la falta de intervención estatal, la responsabilidad ha recaído en los viajeros. McGee recomienda que quienes puedan, paguen por clases superiores como Economy Plus, que ofrecen algunos centímetros adicionales de espacio. Otros optan por adquirir dos asientos contiguos para mayor comodidad, aunque las aerolíneas no siempre garantizan que estos asientos permanezcan juntos. Por su parte, Hudson aconseja aprovechar cualquier oportunidad para moverse dentro del avión.
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