
El papa Francisco dejó una huella indeleble no sólo en la Iglesia Católica, sino también en los debates sociales, políticos y culturales del siglo XXI. A lo largo de sus doce años de pontificado, su voz resonó como una guía moral que no esquivó los temas incómodos: habló de capitalismo, de migración, de derechos de las mujeres y de medioambiente.
El pontífice murió este lunes a los 88 años, según confirmó el Vaticano en un comunicado difundido a través de su canal oficial en Telegram. El deceso se produjo apenas un día después de que el pontífice hiciera una aparición pública desde el balcón de la basílica de San Pedro, durante la celebración de Pascua, en lo que se convirtió en su último mensaje al mundo.
Una Iglesia con los pies en la tierra
Desde su primer contacto con la prensa, Francisco dejó en claro qué tipo de liderazgo venía a proponer. “¡Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres!”, dijo en marzo de 2013, apenas días después de ser elegido papa.
Lejos de los ornamentos, puso el foco en las periferias, “Salir de nosotros mismos para ir al encuentro de los más alejados, los olvidados y quienes necesitan comprensión, consuelo y ayuda”, pidió.

Su visión también incluyó una autocrítica interna: consideró un “gran pecado” la masculinización de la Iglesia y llamó a “desmasculinizarla”, especialmente desde la teología, dando espacio a más mujeres teólogas.
Crítico del sistema económico global
El ex arzobispo de Buenos Aires nunca ocultó su mirada crítica hacia el modelo capitalista.
“El ser humano está en peligro. En el mundo no manda el hombre, sino el dinero”, denunció en junio de 2013, en una de sus primeras intervenciones públicas sobre economía. Ese mismo mes en la Cumbre del G8 dijo, “El dinero debe servir y no gobernar”.
A lo largo de los años, reforzó esa idea con advertencias sobre los efectos de un “capitalismo salvaje” y la lógica del beneficio “a cualquier coste”. Incluso en plena pandemia, lanzó una oración cargada de denuncia: “Recemos por aquellos que hacen negocio con los necesitados... Que el Señor toque su corazón y los convierta”.
Migración y dignidad humana

Uno de los temas que más lo interpeló fue la crisis migratoria.
En 2013, tras el naufragio de una embarcación con 500 migrantes en Lampedusa, confesó sentir “vergüenza”. Años más tarde, describió la emergencia de refugiados como “la tragedia más grande después de la Segunda Guerra Mundial”.
Desde entonces, no dejó de exigir políticas más humanas y de recordar que “el Mediterráneo es cuna de civilización. No es tolerable que se convierta en tumba”.
En febrero de 2025, ante las deportaciones masivas en Estados Unidos, reafirmó su compromiso con los derechos de los migrantes, “Lastiman la dignidad de muchos hombres”, dijo, e instó a la Iglesia a “no ceder ante narrativas que discriminan”.
La homosexualidad y el derecho a ser amado

Francisco también rompió moldes con su mirada pastoral sobre la homosexualidad.
“¿Quién soy yo para juzgarlo?”, respondió en 2013 cuando le preguntaron por personas homosexuales que buscan a Dios con buena voluntad.
Años más tarde, pidió a padres y madres que “no condenen ni ignoren” a sus hijos homosexuales, “Eres mi hijo o mi hija como eres”, sostuvo. Si bien ratificó la definición tradicional del matrimonio para la Iglesia, se mostró partidario de leyes civiles que protejan a las parejas del mismo sexo y sus derechos, “Son hermanos y hermanas y les tenemos que acompañar”.
En una entrevista que marcó un antes y un después en el abordaje eclesiástico sobre la diversidad sexual, el papa Francisco volvió a poner sobre la mesa su mirada más humana y comprensiva.

Fue en enero de 2023, durante su primera entrevista tras la muerte de Benedicto XVI, cuando el pontífice sorprendió al calificar como “injustas” a las leyes que criminalizan la homosexualidad.
“Ser homosexual no es un delito”, sentenció en diálogo con la agencia Associated Press, reafirmando así una postura que, si bien no cambia la doctrina, sí interpela a la Iglesia a repensar su lugar frente a las minorías sexuales.
Una voz firme por la paz y contra la hipocresía de la guerra
A lo largo de su pontificado, Francisco alzó la voz con contundencia contra los conflictos armados y la industria bélica, dejando frases que incomodaron a más de un líder mundial.
“Quien habla de paz y no la hace está en una contradicción. Y quien habla de paz y favorece la guerra con la venta de armas es un hipócrita”, disparó en junio de 2015, durante su viaje de regreso desde Sarajevo, en una de sus declaraciones más filosas sobre el rol de los gobiernos en la perpetuación de la violencia.

Con el correr de los años, su mensaje no perdió fuerza.
En diciembre de 2021 calificó como “escandaloso” el gasto militar de los países que, al mismo tiempo, proclaman la paz en foros internacionales. “Por favor, nunca más la guerra”, rogó en febrero de 2022, ante el estallido del conflicto en Ucrania, mientras que unos meses más tarde, en plena audiencia navideña, recordó que “en nombre de ningún Dios se puede declarar santa una guerra”.
Ya en octubre de 2023, tras el ataque de Hamás a Israel, Francisco sostuvo que ese país tenía derecho a defenderse, aunque expresó su “profunda preocupación” por el cerco total impuesto sobre Gaza y el alto número de víctimas civiles.
En enero de 2025, con motivo de un nuevo alto el fuego, volvió a insistir en una “solución justa” que contemple la existencia de dos Estados, uno israelí y otro palestino, como única vía posible hacia la paz duradera.
Las mujeres y el medioambiente

El papa argentino también denunció la desigualdad de género y la violencia simbólica hacia las mujeres. “Un mundo en el que las mujeres son marginadas es un mundo estéril”, afirmó en 2015. En varias ocasiones cuestionó los “excesos del machismo” y la cosificación femenina en los medios.
Su encíclica Laudato Si’ es quizás uno de los legados más poderosos de su pontificado. “Cualquier daño al ambiente es un daño a la humanidad”, declaró ante la ONU. Consideró que el cambio climático es “una cuestión de justicia intergeneracional”, y apoyó activamente a jóvenes como Greta Thunberg, a quien bendijo en Plaza San Pedro.
Una voz latinoamericana y popular
Francisco nunca olvidó sus raíces. Desde Quito pidió que Latinoamérica dejara atrás “el control desmedido y la merma de libertades”.
En Paraguay condenó a las dictaduras y a la corrupción. En México, abrazó a los pueblos originarios, “De modo sistemático y estructural, sus pueblos han sido incomprendidos y excluidos de la sociedad. ¡Qué tristeza! Qué bien nos haría aprender a decir perdón”.
Incluso fue directo con figuras del poder global.
En 2016, al ser consultado sobre Donald Trump, entonces candidato presidencial en EE. UU., lamentó que alguien que “piensa en construir muros” pueda autodefinirse como cristiano.
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