
Mauro Morandi, conocido como el “Robinson Crusoe italiano” por haber vivido en solitario durante 32 años en la paradisíaca isla de Budelli, falleció este fin de semana a los 85 años en su ciudad natal de Módena, en el norte de Italia.
Morandi se convirtió en una figura casi mítica del Mediterráneo cuando, en 1989, una avería en su catamarán rumbo a la Polinesia lo llevó a descubrir Budelli, una pequeña isla del archipiélago de La Maddalena, frente a las costas de Cerdeña, famosa por su playa de arena rosa.
Lo que comenzó como una parada técnica se transformó en una historia de más de tres décadas cuando, al enterarse de que el guardián de la isla estaba por jubilarse, Morandi decidió vender su embarcación y asumir ese papel, abandonando sus planes originales de navegar hacia el Pacífico Sur.

Durante más de 30 años, este antiguo profesor de educación física convertido en ermitaño habitó un refugio de la Segunda Guerra Mundial, desde donde vigilaba la preservación de la isla, mantenía sus senderos y protegía su famosa playa rosa, donde el baño está prohibido desde la década de 1990.
“Me acostumbré al silencio. Ahora es un ruido continuo”, confesó a The Guardian en 2021, después de verse obligado a abandonar su refugio tras una larga disputa con las autoridades del Parque Nacional de La Maddalena, que planeaban convertir la isla en un centro de educación ambiental.

A pesar de su aislamiento voluntario, Morandi se adaptó a los tiempos modernos y se convirtió en una celebridad en redes sociales, acumulando más de 70.000 seguidores en Instagram y Facebook, donde compartía la belleza natural de su paraíso personal y orientaba a los visitantes sobre el ecosistema de la isla.
Su rutina diaria incluía la recepción de provisiones en barco desde La Maddalena, el mantenimiento de un sistema solar casero que le proporcionaba electricidad y, en los últimos años, conectividad a internet. Durante los inviernos solitarios, sus días transcurrían entre la recolección de leña, la lectura y el descanso.

Los problemas comenzaron en 2018, cuando la autoridad del parque de La Maddalena anunció planes para renovar su casa y le comunicó que no habría lugar para él en el futuro. Aunque Morandi se ofreció a continuar como cuidador contratado, las regulaciones le impidieron seguir: por ley no podían emplear a nadie mayor de 81 años.
En 2021, tras su desalojo, se instaló en un modesto apartamento en La Maddalena. Aunque se ofreció a continuar como guardián contratado, las regulaciones impedían emplear a personas mayores de 81 años. “Seguiré difundiendo la belleza en el mundo”, declaró entonces. “Quiero hablar de mi experiencia, hacer fotografías y difundirlas. Porque es verdad, la belleza salvará al mundo”.
En los últimos meses, su salud se deterioró tras sufrir una caída que le causó una fractura en la vértebra cervical, complicada por una diabetes que padecía desde hace años. Tras su fallecimiento, sus seguidores en redes sociales le rindieron emotivos homenajes. “Permanecerás en nuestros corazones, con tu mirada seguirás garantizando al agua de la isla el color de tus ojos”, escribió uno de ellos.
Los turistas que hoy visitan Budelli ya no se encontrarán con la figura solitaria que había elegido la isla en su huida del consumismo, la política y la sociedad moderna. Pero la playa rosa que protegió con tanto celo sigue intacta, como él la preservó durante más de 30 años.
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