
Volar puede ser una fuente de ansiedad para muchas personas, especialmente bajo condiciones climáticas difíciles como la nieve y la escarcha. Más allá de los vientos, turbulencias y tormentas eléctricas, las heladas representan un riesgo significativo para la seguridad de los vuelos. David Cohen, decano de la Facultad de Aeronáutica de la Universidad Lynn en Florida y coronel retirado de la Fuerza Aérea, explicó a Travel + Leisure los peligros técnicos que estos fenómenos invernales pueden presentar para las aeronaves.
“La escarcha, la nieve y el hielo que se adhieren a un avión, especialmente a las superficies de las alas y la cola, conllevan un riesgo significativo”, afirmó Cohen. La razón detrás de esto es técnica: cualquier alteración en la forma y tamaños específicos de las superficies del avión puede comprometer su capacidad de vuelo.

Cohen sentenció: “La forma de las alas y las superficies de la cola, aunque aparentemente sencillas, son el resultado de cálculos complejos que los fabricantes de aviones dedican años a desarrollar”. Estos cálculos están destinados a optimizar la sustentación, reducir la resistencia y maximizar la eficiencia del combustible.
El problema principal surge cuando “contaminantes” como escarcha, nieve o hielo se adhieren a las alas. Este fenómeno se produce porque el flujo de aire sobre las alas cambia, lo que impide que genere la sustentación necesaria para el vuelo.
“Estudios de la NASA han demostrado que una escarcha tan fina como una lija de grano 80 puede reducir la sustentación en un 30 por ciento”, dijo Cohen a Travel + Leisure.
Además de afectar la sustentación, el peso del hielo acumulado puede ser considerable. Este incremento en el peso puede afectar gravemente el rendimiento del avión durante el despegue y el vuelo.

Cohen explicó: “Si solo hubiera una pulgada de escarcha o nieve en el ala de un Boeing 787, eso aumentaría el peso en aproximadamente 5.000 libras (aproximadamente unos 2.268 kilogramos)”.
Medidas de seguridad en la aviación
Para combatir estos problemas, las aerolíneas y sus pilotos adoptan una serie de medidas de seguridad. Antes del despegue, los pilotos llevan a cabo inspecciones exhaustivas de la aeronave.
“Los pilotos inspeccionan físicamente la aeronave, caminan alrededor del avión para examinarlo visualmente, observar su integridad general y, durante las inclemencias del tiempo, verifican si hay hielo y nieve”, señaló Cohen.
Con base en estas inspecciones, junto con datos sobre la temperatura, la humedad y las precipitaciones previstas, los pilotos pueden determinar si es necesario realizar procedimientos de deshielo/antihielo.

“Las condiciones pueden dictar que la aeronave deba pasar por un proceso de deshielo/antihielo antes del despegue”, afirmó Cohen. Esta decisión también es influenciada por la política de la aerolínea y los requisitos de la Administración Federal de Aviación de Estados Unidos (FAA).
El proceso de deshielo
“El avión se rocía con una solución a base de glicol calentada que derrite cualquier acumulación y previene nuevas formaciones”, detalló Cohen sobre cómo se aseguran que el avión no esté congelado antes de despegar.

Este procedimiento debe ser ágil, ya que la efectividad del glicol calentado solo dura alrededor de 30 minutos. Si el avión no ha despegado en ese tiempo, podría ser necesario repetir el procedimiento. Cohen añadió que no es raro que un avión sea tratado varias veces antes de despegar, especialmente en condiciones de clima extremo.
“Los pilotos, el personal de tierra y los controladores de tráfico aéreo deben coordinarse meticulosamente para garantizar el trato adecuado de los aviones antes del despegue”, concluyó el ex piloto. A pesar de los desafíos que la escarcha y la nieve pueden presentar, Cohen enfatizó que la seguridad de los pasajeros siempre es la prioridad.
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