
En la época de los años 90´s, los jóvenes de esos años, al igual que los de ahora, se alistaban casi cada fin de semana para salir a divertirse a alguno de los populares lugares que existían en la capital mexicana. Muchos de estos lugares, eran conocidos como discotecas o “discos”.
En esos tiempos y a inicios de los 2000, en la Ciudad de México, que en esos momentos se llamaba Distrito Federal, existían icónicos lugares, que los jóvenes preferían para irse a tomar una copa y bailar toda la noche con sus amigos. Muchos de ellos, en la actualidad, solo existen en el recuerdo de quienes cada fin de semana iba a bailar y a pasar un buen rato.
Y es que por varias razones, estos lugares poco a poco fueron cerrando sus puertas. Tal es el caso, por ejemplo, de El Alebrije, que se encontraba en Plaza Loreto, al sur de la capital, y en sus inicios podían entrar hasta unas mil 400 personas. Una de las cosas que no eran tan agradables de esta disco, es que tenías que llevarte bien con el cadenero para que te dejara pasar, pues él elegía quien pasaba y quién no.
Rockotitlán es otro de los emblemáticos lugares que sirvieron como centro de diversión de los jóvenes de esos años. Abrió sus puertas por primera vez en 1985, y era, principalmente, para jóvenes que les gustaba el rock. En su escenario desfilaron importantes bandas de Rock nacional como El Tri, Botellita de Jerez, Caifanes y La Maldita Vecindad, entre otros. Estaba ubicado en Insurgentes, casi esquina con eje 5, y los fines de semana se llenaba de jóvenes que querían ver a sus bandas favoritas de rock.

Pero hubo otro lugar que también fue muy importante pero, que desafortunadamente cerró sus puertas gracias a una tragedia.
Eran las 5:10 de la mañana de un día como hoy, 20 de octubre, pero del año 2000. La alerta del cuartel de los bomberos anunció una de las mayores tragedias que se han registrado en un establecimiento de ese tipo en la historia de la capital.
Aquella madrugada, el predio que actualmente alberga la estación de bomberos Ave Fénix, se convirtió en una hoguera en la que 23 personas perdieron la vida calcinadas. Ese día era viernes, y aunque ya casi amanecía, los muros decorados como selva de poliuretano escondían el retumbar de la música tropical del grupo Oro Líquido.
Y es que, además de silenciar el alto volumen de la música, la decoración hecha con el material inflamable ocultaba las horas extras en las que operaba el local sobre avenida Insurgentes, en la colonia San Rafael.
En esas dos horas de más, uno de los tubos que conectaban los aparatos de audio, sobrecalentó y provocó el incendio con mayor número de víctimas en la Ciudad de México. Así lo recuerdan los bomberos que asistieron a la emergencia en el Lobohombo.

Uno de los primeros en llegar al número 50 de la avenida Insurgentes Centro, fue el comandante José Méndez, quien logró escuchar los gritos de la gente desde adentro, pidiendo auxilio a las personas que habían sido encerradas en la discoteca.
Detrás de la puerta principal, las víctimas habían dejado de gritar, después de que los empleados del Lobohombo colocaran candados para evitar que los clientes salieran sin pagar sus cuentas. Méndez recordó en alguna entrevista, el golpe insistente del conductor de una camioneta que estrellaba su vehículo contra la puerta de emergencia del Lobohombo, para tratar de derribarla. No era posible que las embestidas de la camioneta lograran derribar el cerrojo atado con un candado de tela.
Y es que detrás de esa puerta de emergencia, cientos de sillas apiladas y mesas replegadas obstaculizaban la salida.
Con pico en mano, bomberos lograron abrir boquetes en los muros para liberar a las víctimas. Muchas personas salieron con severas quemaduras en sus cuerpos. En total, fueron 30 heridos que salieron en busca de ayuda y 23 personas murieron calcinadas entre las llamas.
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