
En 1858 estalló la Guerra de Reforma con el Plan de Tacubaya, con el que se desconoció la presidencia de Benito Juárez y ocuparon la capital las fuerzas conservadoras. Para 1860, la guerra estaba por ser ganada y Porfirio Díaz se encontraba en el sitio Oaxaca. En marzo de ese año recibió la noticia de que su hermano Felipe Díaz estaba a las afueras del estado.
No se habían visto en seis años. Porfirio y Felipe, que ahora se llamaba Félix, hablaron acerca de lo que había acontecido en ese tiempo. Le habló a su hermano mayor acerca de su vida en el norte del país y sus batallas contra los apaches y comanches, después le comentó la razón por la que se dirigió a Oaxaca y se encontraron tan fortuitamente.
Ante la situación política en la nación, Porfirio Díaz dejó sus estudios para participar en la rebelión en contra de Antonio López de Santa Anna, quien fue proclamado presidente en 1853. Sus ideas liberales lo llevaron a unirse a la causa en contra de un gobierno conservador que arremetió en contra de los políticos y funcionarios liberales.
Su hermano, mejor conocido como el Chato, se unió a los conservadores. Él había sentido gran admiración por los militares y mostró un gran interés por desempeñarse en ese campo, aunque Porfirio lo convenció de primero continuar sus estudios. En 1854 partió a la Ciudad de México e ingresó al Colegio Militar gracias a la influencia de Marcos Pérez, político y amigo cercano de Porfirio.

El hermano menor era de una complexión más gruesa y deportiva pues “era muy afecto a todos los ejercicios atléticos y, como su constitución era robusta y muscular, y se había dedicado a la gimnasia, llegó a adquirir una gran fuerza física”, de acuerdo con las memorias de Porfirio. Fue aceptado en el Colegio y quedó bajo el mando de Miguel Miramón.
Sin embargo, tras ser reconocido Santa Anna como presidente por los militares, al pertenecer al Colegio Militar, el Chato siguió la corriente y se mantuvo en el bando conservador al igual que muchos de sus compañeros. Así continuó hasta la Guerra de Reforma.
En 1858 y 1859, de acuerdo con Porfirio Díaz, “mi hermano se sintió profundamente disgustado al saber que yo militaba en las filas contrarias, porque no podía él faltar a sus compromisos sin cometer una mala acción”.
Sin embargo, esto no duró mucho. Un día, en un periódico de Oaxaca o de la capital, se publicó una lista de nombres de personas que habían muerto, entre ellos figuró el de su querido hermano Porfirio. El Chato quedó devastado.

Félix admiraba a Porfirio debido a que lo veía como una figura paterna pues su padre había muerto meses antes de su nacimiento: “Aunque la diferencia entre nuestras edades era insignificante (...) me trataba y consideraba como padre, más que como hermano”. En sus memorias, Porfirio mencionó que después de leer la noticia, el Chato cambió de bando al ejército liberal.
En 1860, tras abandonar las fuerzas conservadoras regresó a Oaxaca donde Porfirio estaba iniciando un sitio. Así, después de seis años sin saber mucho el uno del otro, volvieron a las andadas, hablaron acerca de lo que habían vivido y no volvieron a separarse, pues el Chato continuó en las campañas del ejército liberal aún durante la Segunda Intervención Francesa donde dio muestras de valentía y eficacia.
Sin embargo, murió de forma terrible en 1871 a manos de los pobladores de Juchitán, quienes lo castraron y le prendieron fuego después de una represión violenta ejercida por él y de haber destrozado el santo patrono del pueblo.
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