El análisis de polvo espacial permite identificar la disminución del hielo en el Ártico, según expertos

Investigadores de la Universidad de Washington lograron reconstruir la evolución de la capa helada en el norte del planeta durante los últimos 30 mil años mediante el estudio de partículas cósmicas presentes en sedimentos

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Desde fines de la década
Desde fines de la década del 70 la superficie de hielo marino del Ártico se ha reducido más del cuarenta y dos por ciento lo que expuso grandes extensiones de agua al sol y favoreció la absorción de calor responsable del acelerado derretimiento (Imagen ilustrativa Infobae)

El análisis de polvo cósmico en los sedimentos marinos del Ártico ha permitido a un equipo de la Universidad de Washington reconstruir la historia del hielo marino en la región durante los últimos 30 mil años, mucho antes de la era de los satélites.

Este enfoque innovador, publicado en la revista Science, revela que la presencia o ausencia de polvo espacial en el fondo marino puede anticipar los cambios en la cobertura de hielo, proporcionando información clave sobre el pasado y el futuro del Ártico.

Según los autores, desde 1979, el hielo marino del Ártico ha experimentado una reducción superior al cuarenta y dos por ciento, según los registros de monitoreo satelital. El retroceso y adelgazamiento del hielo expone cada vez más superficie de agua al sol, lo que intensifica la absorción de calor y acelera la pérdida de hielo.

Los modelos climáticos proyectan que el Ártico podría enfrentar veranos sin hielo en las próximas décadas, aunque las consecuencias globales de este fenómeno aún no se comprenden completamente.

Los investigadores analizaron núcleos de
Los investigadores analizaron núcleos de sedimento de tres puntos del Ártico con características diversas de cobertura helada uno cerca del Polo Norte otro en el límite del hielo en septiembre y un tercero de deshielo estacional (Imagen ilustrativa Infobae)

El polvo espacial, compuesto por partículas finas que llegan a la Tierra tras explosiones estelares y colisiones de cometas, cae de manera constante y se acumula en los sedimentos oceánicos. Al acercarse al Sol, este polvo adquiere una forma poco común de helio, el helio-3, que los científicos utilizan para diferenciarlo de los restos terrestres.

“Es como buscar una aguja en un pajar”, explicó Frankie Pavia, profesor asistente de oceanografía de la Universidad de Washington y líder del estudio, al señalar la dificultad de identificar el polvo cósmico entre los abundantes sedimentos terrestres.

El equipo de investigación se centró en la ausencia de polvo cósmico en los sedimentos del Ártico durante la última glaciación. “Durante la última glaciación, casi no había polvo cósmico en los sedimentos del Ártico”, afirmó Pavia.

Esta observación llevó a los científicos a plantear que el polvo cósmico podría funcionar como un indicador indirecto de la presencia de hielo marino en épocas anteriores a la existencia de satélites. El hielo superficial actúa como barrera, impidiendo que el polvo cósmico alcance el fondo marino, mientras que las aguas abiertas permiten su depósito en los sedimentos.

Los resultados evidenciaron que la
Los resultados evidenciaron que la existencia de grandes masas heladas permanentes se asocia a cantidades bajas de polvo cósmico mientras que el deshielo promueve el depósito de estas partículas en los sedimentos oceánicos (Imagen ilustrativa Infobae)

Para reconstruir la evolución del hielo marino, los investigadores analizaron núcleos de sedimento de tres ubicaciones con diferentes características de cobertura de hielo. El primer sitio, próximo al Polo Norte, permanece cubierto de hielo durante todo el año.

El segundo se sitúa en el límite del hielo durante el mínimo anual de septiembre, y el tercero, que en 1980 estaba cubierto de hielo, actualmente queda libre de hielo de manera estacional. “Los tres sitios analizados en el estudio abarcan un espectro de cobertura de hielo actual”, detalló Pavia.

El análisis reveló que la presencia de hielo permanente se asociaba con una menor cantidad de polvo cósmico en los sedimentos, un patrón que también se observó hace unos veinte mil años, durante la última glaciación.

Cuando el planeta comenzó a calentarse y el hielo a retroceder, el polvo cósmico volvió a aparecer en las muestras, lo que permitió a los científicos rastrear los cambios en la cobertura de hielo a lo largo de milenios.

Se constató que el consumo
Se constató que el consumo máximo de nutrientes por los organismos microscópicos marinos ocurre en períodos de menor presencia de hielo y que este uso disminuye cuando el hielo comienza a acumularse sobre la superficie del océano Ártico (Imagen Ilustrativa Infobae)

El estudio también estableció una relación entre la cobertura de hielo y la disponibilidad de nutrientes en el océano Ártico. El equipo utilizó el análisis químico de las conchas de foraminíferos, organismos microscópicos que consumen nitrógeno, para determinar el porcentaje de nutrientes utilizados en diferentes épocas.

Los resultados mostraron que el consumo de nutrientes alcanzaba su máximo cuando el hielo era escaso y disminuía a medida que el hielo se acumulaba. “A medida que el hielo disminuya en el futuro, prevemos un mayor consumo de nutrientes por parte del fitoplancton en el Ártico, lo que tendrá consecuencias para la cadena alimentaria”, señaló Pavia.

Aunque el vínculo entre la reducción del hielo y el aumento del consumo de nutrientes es claro, las causas subyacentes aún requieren mayor investigación. Una hipótesis sugiere que la disminución del hielo marino incrementa la fotosíntesis y, por tanto, el uso de nutrientes por los organismos de la superficie. Otra plantea que el deshielo diluye los nutrientes, lo que también eleva el consumo, pero sin necesariamente aumentar la productividad marina.

Ambos escenarios implican un mayor consumo de nutrientes, aunque solo el primero se traduciría en un incremento de la productividad biológica. En el estudio participaron, además de Pavia, Jesse R. Farmer de la Universidad de Massachusetts Boston, Laura Gemery y Thomas M. Cronin del Servicio Geológico de los Estados Unidos, así como Jonathan Treffkorn y Kenneth A. Farley de Caltech.

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