
En un avance sin precedentes para la ciencia marina en Ecuador, el equipo del Proyecto Tiburón Ballena de Galápagos (GWSP, por sus siglas en inglés), en conjunto con la Dirección del Parque Nacional Galápagos (DPNG) y el Galapagos Science Center de la Universidad San Francisco de Quito (GSC-USFQ), ha logrado marcar por primera vez a un macho adulto de tiburón ballena en aguas del archipiélago. Este hito se concretó durante una expedición de 15 días al Arco de Darwin, en el extremo norte de las islas Galápagos, donde también se colocaron dispositivos satelitales a otros seis ejemplares de la especie.
En total, fueron identificados 12 tiburones ballena distintos durante la expedición y marcados siete de ellos con dispositivos SPLASH, adheridos mediante pinzas en la aleta dorsal. Estas marcas permiten rastrear los desplazamientos tanto horizontales como verticales de los animales, lo que resulta crucial para comprender su comportamiento en mar abierto y sus patrones migratorios.
La marcación del primer macho adulto constituye un hecho extraordinario, considerando que alrededor del 99% de los avistamientos de tiburón ballena en el Arco de Darwin corresponden a hembras adultas. Esta circunstancia no solo aporta una nueva dimensión al estudio de la especie en Galápagos, sino que también permitirá comparar el uso del hábitat entre sexos y diferentes estadios de madurez, dado que durante la misma expedición también fueron marcadas tres hembras adultas, una juvenil y una subadulta.

Este esfuerzo científico cobra especial relevancia si se toma en cuenta que el tiburón ballena (Rhincodon typus) es el pez más grande del mundo y se encuentra en peligro de extinción según la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Habita en aguas cálidas de los océanos tropicales y subtropicales, pero las Galápagos tienen una importancia singular para esta especie. Estudios previos han demostrado que más del 95% de los tiburones ballena avistados en la Reserva Marina de Galápagos son hembras preñadas, lo que convierte a la zona en un posible sitio de alumbramiento y en un área crítica para su conservación a nivel mundial.
Durante la expedición también se registró un reencuentro notable: una hembra adulta que fue vista por primera vez por el equipo en septiembre de 2012 en el mismo sitio de buceo del Arco de Darwin fue identificada nuevamente trece años después. La identificación se realizó gracias al uso del algoritmo Groth a través de la plataforma www.sharkbook.ai. El hallazgo confirmó la fidelidad de estos animales a ciertas zonas del océano, al tiempo que permitió inferir una tasa de crecimiento extremadamente baja en la adultez. El tamaño estimado del ejemplar se mantuvo en 13 metros entre ambos encuentros, lo que abre nuevas líneas de estudio sobre el desarrollo de la especie.

Desde inicios de los años 2000, el Proyecto Tiburón Ballena de Galápagos ha logrado registrar un total de 758 ejemplares diferentes dentro de la Reserva Marina de Galápagos, con 23 de ellos avistados en más de una ocasión a lo largo del tiempo. Este trabajo ha sido posible no solo gracias a los investigadores, sino también al valioso aporte de guías naturalistas, buzos, pescadores artesanales y visitantes del archipiélago, quienes han compartido sus observaciones con el equipo científico.
El proyecto cuenta con el respaldo de diversas instituciones y organizaciones. Además del apoyo institucional del Parque Nacional Galápagos y el Galapagos Science Center, también ha recibido financiamiento y respaldo logístico de entidades como Shark Project, Galápagos Shark Diving, Galápagos Conservation Trust, Planeterra, Sea The Future, Kau Family Trust, Garnett Family, entre otros donantes.

La tecnología utilizada —las marcas satelitales SPLASH— permite no solo seguir la ubicación de los animales en tiempo real a través de plataformas como Google Earth, sino también monitorear su comportamiento en columna de agua. La instalación de estos dispositivos es rápida y no invasiva. Un buzo especializado se aproxima al tiburón mientras este nada y en menos de 30 segundos coloca la pinza en su aleta dorsal sin causar daño ni molestia al animal.
Este nuevo hito cobra aún más relevancia frente a los riesgos que enfrentan estos gigantes marinos en aguas cercanas al continente. Investigaciones anteriores del mismo proyecto han documentado la aparición en tierra de marcas satelitales colocadas en tiburones que, posteriormente, habrían tenido encuentros con embarcaciones pesqueras. Estos hallazgos refuerzan la urgencia de crear y fortalecer áreas marinas protegidas, así como mejorar los controles tanto en altamar como en tierra firme, especialmente frente a la permisividad que aún permite la comercialización de especies capturadas bajo la figura de “pesca incidental”.
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