
Los eventos de condiciones meteorológicas extremas en la Antártida podrían duplicarse hacia finales de este siglo si no se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero. En ese escenario, un tipo específico de fenómeno climático adquiriría un papel central en la transformación del continente blanco. Se trata de los ríos atmosféricos, bandas estrechas de aire cálido y húmedo que se desplazan desde latitudes tropicales y transportan enormes cantidades de vapor de agua hacia los polos, lo que desencadena lluvias o nevadas intensas.
Así lo plantea un nuevo estudio publicado en la revista Communications Earth & Environment por el British Antarctic Survey (BAS) y un equipo internacional de investigadores. A partir de simulaciones climáticas de alta resolución, los expertos predicen que estos “ríos” de humedad podrían aumentar en número, en intensidad y en precipitación sobre el territorio antártico hacia el año 2100.
El trabajo muestra que, bajo un escenario de altas emisiones, los efectos de los ríos atmosféricos podrían duplicarse, y su precipitación, ya sea en forma de lluvia o nieve, crecería hasta 2,5 veces. Aunque actualmente son poco frecuentes, ya aportan una parte importante de las precipitaciones anuales sobre la Antártida y explican gran parte de su variabilidad interanual, de acuerdo a estos especialistas.

Para Michelle Maclennan, climatóloga del British Antarctic Survey y autora principal del análisis, el hallazgo introduce una nueva dimensión en la comprensión del sistema climático polar: “Este es el primer estudio que considera cómo estos fenómenos meteorológicos extremos en la Antártida podrían cambiar en respuesta al calentamiento antropogénico de este siglo”.
Según la experta, entender estos patrones es clave porque los ríos atmosféricos “aportan precipitaciones masivas a la Antártida e influyen significativamente en la variabilidad de las nevadas”, dos factores esenciales para proyectar la contribución del continente al aumento del nivel del mar.
El estudio también revela que el efecto puede ser contradictorio. En condiciones más cálidas, los ríos atmosféricos pueden generar lluvias y derretimiento superficial, lo que debilita las plataformas de hielo flotantes y podría acelerar su ruptura. Pero en otras circunstancias, esos mismos eventos aportan nevadas que ayudan a reponer el hielo perdido.
Simulaciones: las bases de los nuevos hallazgos
El equipo utilizó un modelo climático global de última generación con 40 simulaciones independientes para proyectar los cambios entre 2066 y 2100, comparándolos con las condiciones actuales. Aplicaron una herramienta específica para detectar ríos atmosféricos en regiones polares, considerando no solo el transporte de humedad sino también el incremento previsto de vapor de agua en la atmósfera.

Ese aumento, siempre según los autores, responde a un principio físico conocido como el efecto de Clausius-Clapeyron: a mayor temperatura, mayor capacidad del aire para retener vapor de agua. Esto generaría que los acontecimientos extremos que hoy son raros, el día de mañana se vuelvan más frecuentes por acción del calentamiento global.
Además, el estudio compara dos escenarios distintos para identificar estos fenómenos: uno que mantiene los umbrales actuales de humedad y otro que los ajusta en función del aumento esperado. Esa diferencia metodológica tuvo un impacto central en los resultados.
Cuáles son los riesgos a futuro
Los investigadores concluyen que, aunque el incremento de las nevadas asociadas a estos eventos puede mitigar temporalmente la pérdida de hielo, la aparición de lluvias sobre plataformas flotantes representa un riesgo considerable. La presencia de agua líquida puede disminuir la reflectividad de la superficie, calentar el manto de nieve y favorecer la formación de grietas, lo que acelera el colapso de estructuras de hielo clave para la estabilidad del continente y de todo el mundo.

La tendencia hacia un clima más húmedo intensifica la inestabilidad interanual que ya causan los ríos atmosféricos. El trabajo subraya la importancia de contar con modelos climáticos capaces de capturar con precisión estos eventos y su impacto localizado para prever con la mayor exactitud posible fenómenos como, por ejemplo, el aumento del nivel del mar.
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