
De acuerdo a un reporte emitido por WWF Colombia el pasado 26 de julio, el país solo cuenta con un 18% de la población total que tiene consciencia de que la forma en que nos alimentamos es una de las principales causas de la pérdida de naturaleza y de la degradación ambiental. El 65% de la misma es optimista ante la situación ambiental actual y cree que se puede hacer producción de alimentos sin tener un impacto negativo en la naturaleza, y el 62%, que ésta solo contamina por el uso de pesticidas.
Producto de una investigación en conjunto con la agencia SANCHO BBDO, WWF obtuvo información de 1950 personas y 47 hogares en ocho ciudades diferentes de Colombia, respecto a tres paradojas en el imaginario de los colombianos que terminan perjudicando la naturaleza e incluso, el bolsillo de los hogares. La gente cree que su alimentación es variada, pero no lo es, principalmente porque sus hábitos de compra son siempre los mismos.
El 43,7% de los encuestados considera que su alimentación es lo suficientemente variada, aunque repite con frecuencia alimentos como el arroz y el café. Sin embargo, afirman comprar siempre las mismas marcas y frecuentar las mismas tiendas, lo cual dificulta que se incorporen nuevos ingredientes a la alimentación, un aspecto clave para reducir las presiones sobre la naturaleza y aprovechar la biodiversidad de Colombia.
Si bien el 84% de las personas considera importante consumir alimentos variados, también afirman que la tradición familiar es la segunda razón que más ha definido su manera de comer. Las prácticas alimentarias que son heredadas y son parte de la herencia cultural no generan daños ambientales. Al estar atadas a las tradiciones no se ven como un peligro para la naturaleza, sino como prácticas que acompañan una enseñanza familiar.
En la investigación se identificó que la mayoría de las personas piensa que los alimentos procesados son los que causan el mayor impacto en la naturaleza debido a los químicos, e ignora que la producción de alimentos frescos también tiene un impacto. El 53,7% de los encuestados asocian alimentos como empacados y enlatados como aquellos que más efectos negativos tienen frente al ambiente, mientras que, solo el 8% cree que las frutas y las verduras causan este mismo efecto. Esto indica que hay una falsa asociación: lo más natural no causa daño ambiental.

¿Qué implicaciones tiene?
La mayoría de los colombianos piensa que cuando una fruta o verdura es arrojada a la caneca, volverá a la naturaleza, pero se ignora que, al descomponerse, contribuye a la generación de gases efecto invernadero, responsables del cambio climático. Justamente las frutas y verduras son los alimentos que más se pierden o desperdician en el país.
El 80,8% de los encuestados considera que la estética y la buena apariencia de los alimentos son características importantes al momento de comprar. Esto lleva al desperdicio de muchos alimentos con formas irregulares, que tienen algún defecto mínimo, pero son igualmente nutritivos.
Un 70% de los encuestados han realizado cambios en su alimentación motivados por estar más sanos y un 49%, afirma que ésta es la principal razón por la que su forma de comer cambió. Mientras tanto, ayudar al ambiente se encuentra en último lugar con un 3%, lo que denota un desconocimiento de la relación entre alimentación y naturaleza.
¿Cómo nos afecta?
Globalmente, la forma como producimos y consumimos alimentos ha ocasionado el 80% de la deforestación, es responsable del 70% de la pérdida de biodiversidad en ecosistemas terrestres y del 50% en ecosistemas de agua dulce, y genera el 29% de las emisiones de gases de efecto invernadero.
El cambio climático pone en riesgo la producción de alimentos a nivel global, y Colombia no es la excepción. Incluso el café, uno de los cultivos insignia del país, está en grave riesgo si la temperatura del planeta sigue aumentando.
Los polinizadores son una de las maneras más evidentes de ver cómo la comida depende de la naturaleza. El declive en las poblaciones de abejas, por ejemplo, está poniendo en jaque a los productores y ocasionando grandes pérdidas económicas.
Biodiversidad, clima y alimentación hacen parte de una dinámica que puede ser positiva para todos, pero que actualmente no lo es. La forma actual de comer y alimentarnos no es sana, ni para las personas, ni para el planeta. Más de 2.000 millones de personas son obesas o tienen sobrepeso a nivel global, y a la vez, 690 millones de personas pasan hambre. Sin embargo, el 40% de la comida que se produce no se consume (según el Departamento Nacional de Planeación, en Colombia, al menos el 34% de los alimentos que se producen terminan en la caneca).
¿Soluciones?
La entidad recomienda comer más variado, más local y evitar el desperdicio, aunque el panorama parezca poco alentador, mucho más en el contexto actual de aumento de precios de los alimentos e incertidumbre global.

“Necesitamos entender el verdadero valor de los alimentos. No sólo fijarnos en su precio y garantizar que todos quienes padecen hambre puedan obtener los alimentos que necesitan, sino además empezar a entender que detrás de cada alimento hay un costo para el planeta”, explica Camila Cammaert, coordinadora de Sistemas Alimentarios Sostenibles de WWF Colombia. “Si sabemos que para producir un banano se pueden llegar a usar hasta 160 litros de agua, el equivalente a ducharse durante 18 minutos sin cerrar la llave, seguro lo pensamos dos veces antes de botarlo a la caneca porque está muy pecoso”, agrega.
Esto ejerce una gran presión sobre los ecosistemas pues se empiezan a requerir grandes extensiones de tierra para cultivar un solo tipo de alimento que tiene una gran demanda. No en vano el sistema alimentario global es responsable del 70% de la pérdida de biodiversidad en ecosistemas terrestres y del 50% en ecosistemas de agua dulce, y desde inicios del siglo XX, cerca del 75 % de la variedad de cultivos del mundo ha desaparecido de los campos de los agricultores.
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