
Las especies jóvenes de tiburones y rayas presentan un riesgo de extinción mucho mayor que sus parientes más longevos, según un estudio internacional liderado por la Universidad de Zúrich y publicado en Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences. El análisis, basado en más de 20.000 registros fósiles que abarcan los últimos 145 millones de años, desafía la creencia tradicional de que la edad de una especie no influye en su vulnerabilidad y aporta nueva luz sobre los mecanismos evolutivos que han modelado la diversidad de estos animales marinos.
El equipo de investigación, encabezado por Kristína Kocáková, Catalina Pimiento y Daniele Silvestro, utilizó una base de datos global de fósiles de tiburones y rayas (Neoselachii) para reconstruir la trayectoria de diversificación de estas especies desde el Cretácico hasta la actualidad. Según El GIST, el estudio revela que las especies evolutivamente jóvenes han sido, de forma consistente, las más propensas a desaparecer, independientemente de la causa de extinción.
“Las especies evolutivamente jóvenes se extinguieron con mucha más frecuencia que las más antiguas, independientemente de si su extinción se debió al impacto de un asteroide o a cualquier otro factor”, explicó Kocáková a El GIST.
Este patrón, denominado “extinción dependiente de la edad”, se mantuvo estable a lo largo de los grandes cambios ambientales y biológicos que han marcado la historia de los tiburones y rayas. El hallazgo contradice estudios previos que sugerían que la edad no era un factor determinante o que las especies más antiguas eran más vulnerables, y sitúa a los tiburones y rayas como un caso paradigmático de selectividad evolutiva contra las especies jóvenes.
Para llegar a estas conclusiones, el equipo analizó aproximadamente 1.500 especies a partir de más de 20.000 registros fósiles, empleando métodos estadísticos avanzados que corrigen los sesgos de preservación y muestreo habituales en el registro fósil.

Según el artículo publicado en Proceedings of the Royal Society B, se aplicaron modelos bayesianos y redes neuronales profundas para estimar tasas de extinción y especiación, así como para identificar patrones de dependencia de la edad en la extinción.
El estudio abarcó todos los continentes y cubrió un periodo de 145 millones de años, lo que permitió identificar tanto eventos de extinción masiva conocidos como otros previamente no documentados. La robustez de los resultados se verificó mediante análisis complementarios a diferentes niveles taxonómicos y con métodos alternativos, lo que refuerza la validez de las conclusiones.
A lo largo de este extenso periodo, los investigadores identificaron seis eventos de extinción elevados, cuatro de los cuales no habían sido reconocidos hasta ahora. Entre ellos destaca la extinción masiva al final del Cretácico, hace unos 66 millones de años, que coincidió con la desaparición de los dinosaurios. Sin embargo, Catalina Pimiento, profesora de paleobiología en la Universidad de Zúrich, subrayó en El GIST que “lo notable es que las extinciones más recientes no fueron seguidas por la aparición de nuevas especies... muchas especies se extinguieron, pero prácticamente ninguna nueva surgió después”.
El análisis muestra que, mientras las extinciones antiguas solían ir acompañadas de una rápida diversificación, los eventos más recientes han dejado a los tiburones y rayas con una diversidad reducida y un potencial evolutivo menguante. En particular, el evento ocurrido hace unos 30 millones de años resultó especialmente impactante, ya que la pérdida de especies no se compensó con la aparición de nuevas formas.
El estudio publicado en Proceedings of the Royal Society B detalla que la probabilidad de extinción disminuye a medida que una especie envejece. Las especies con menos de cuatro millones de años de existencia presentaron tasas de extinción significativamente más altas que aquellas con trayectorias evolutivas más largas. Los mecanismos propuestos para explicar esta selectividad incluyen el tamaño reducido de las poblaciones jóvenes, su limitada distribución geográfica y la competencia con especies ya establecidas.

Los investigadores observaron que el riesgo de extinción es máximo durante los primeros 0,5 millones de años de vida de una especie y disminuye de forma pronunciada hasta alcanzar su punto más bajo en las especies más longevas. Este patrón se mantuvo incluso durante los periodos de extinción masiva, lo que sugiere que la edad es un predictor intrínseco y persistente de la vulnerabilidad en tiburones y rayas.
La investigación advierte que la historia evolutiva de los tiburones y rayas ha estado marcada por una pérdida progresiva de diversidad, agravada en los últimos 40 a 50 millones de años por la escasa aparición de nuevas especies. Según El GIST, los datos demuestran que la presión humana actual se suma a una tendencia evolutiva de vulnerabilidad, lo que coloca a estos animales en una situación crítica.
El Dr. Daniele Silvestro, coautor del estudio y uno de los desarrolladores de los métodos empleados, destacó en El GIST la importancia de estos hallazgos para la conservación: “Los tiburones y las rayas modernos ya han perdido gran parte de su potencial evolutivo y ahora también se encuentran bajo la presión humana”.
El trabajo liderado por la Universidad de Zúrich redefine la comprensión de los factores que determinan el riesgo de extinción en tiburones y rayas, y subraya la urgencia de proteger a las especies que aún sobreviven. La investigación concluye que el conocimiento del pasado evolutivo de estos animales es esencial para comprender el valor de su conservación en la actualidad.
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