La cultura contemporánea vincula el saber con el progreso y la productividad, pero lo desconocido no necesariamente constituye una amenaza, sino que puede ofrecer beneficios insospechados para quienes eligen explorarlo. Según plantea Psychology Today, abrazar la incertidumbre puede enriquecer nuestras vidas.
El valor social del conocimiento se encuentra profundamente arraigado en la vida moderna. Desde la infancia, las personas reciben incentivos para aprender y demostrar lo que saben, ya que el conocimiento se asocia al avance individual y colectivo. La autora del análisis, Maja Wrzesien, reconoce que su labor de ciencia psicológica contribuye a este modelo de realidad basado en datos y razonamiento. Durante siglos, la acumulación de información y la experimentación han permitido construir modelos cada vez más precisos del mundo. Ante este contexto, la psicóloga se cuestiona por qué la incertidumbre suele considerarse negativa y si, en realidad, no saber podría aportar valor a la vida.
La dificultad para tolerar la incertidumbre obedece tanto a factores culturales como biológicos. Un estudio realizado por el University College de Londres, citado por Psychology Today, comprobó que la incertidumbre genera más estrés que el dolor físico: la posibilidad de recibir una descarga eléctrica produce mayor ansiedad que la certeza de recibirla. Este fenómeno se extiende a experiencias cotidianas, como la espera por un tren retrasado o el inicio de una relación sentimental cuyos sentimientos son desconocidos. En un contexto que privilegia el control y la eficiencia, aceptar la incertidumbre puede resultar atemorizante. Sin embargo, Psychology Today sostiene que abrirse a lo desconocido aporta beneficios.
Según el economista Russ Roberts, evitar la incertidumbre puede conllevar autoengaño, especialmente ante los que él denomina “problemas salvajes” de la vida. Roberts advierte que, en decisiones trascendentales como la paternidad o un cambio radical de carrera, los datos y el análisis resultan insuficientes e incluso obsoletos. Un simple cálculo de costo-beneficio no abarca la complejidad de esas elecciones, que transforman tanto la identidad como el rumbo vital. En esta línea, la ambivalencia de no saber, de acuerdo con los comentaristas Jess Linz y Anna Secor, abre la puerta a nuevas posibilidades. Psychology Today recoge su reflexión: “Quedarse con ambivalencia es quedarse sintiendo multiplicidades al respecto, donde todo es posible y ontológicamente indeterminado”.

El valor de la incertidumbre también ha sido explorado por la literatura y la filosofía. Sara Ahmed señala que la sociedad enseña a presentar la vida como un trayecto limpio y ordenado, ocultando las luchas internas asociadas al crecimiento. En realidad, la vida se parece más a un ejercicio exigente, en el que las personas tropiezan y se levantan mientras descubren su identidad. Un monje inglés anónimo, autor de “The Cloud of Unknowing”, propuso que la mejor manera de enfrentar lo desconocido es experimentarlo, como si se atravesara una nube. Esta metáfora invita a avanzar con confianza y cautela, aun cuando el camino es indeterminado. Psychology Today ilustra este concepto con la experiencia de caminar por el campo en una mañana nublada, donde la confianza en la claridad es más difícil de aplicar a grandes decisiones. Según Rogers, reconocido por el medio, aceptar la falta de control no significa que todo esté fuera de control: implica confiar y estar atentos a información novedosa capaz de modificar el rumbo personal.
Distante de representar un obstáculo para el progreso, la incertidumbre se presenta como una herramienta útil para establecer una relación más profunda con los desafíos vitales. Psychology Today, a partir de las ideas de Linz y Secor, sostiene que permanecer en la ambivalencia no necesariamente impulsa el avance tradicional, pero sí permite una conexión genuina con la complejidad de los problemas. Renunciar al dominio absoluto del conocimiento ofrece un regalo inesperado: la oportunidad de vincularse con algo más grande y aceptar que la vida, en su esencia, permanece irresoluble.
Así, la incertidumbre deja de ser un vacío de información y se transforma en un espacio fecundo, donde el asombro, los enigmas y el misterio enriquecen la experiencia humana, abriendo la puerta a nuevas formas de comprender y explorar la vida, concluye Psychology Today.
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