
Un reciente estudio de la Universidad de Yale permitió descubrir cómo ciertas convulsiones que se originan en el lóbulo frontal del cerebro pueden llevar a la pérdida de consciencia. Este hallazgo ayuda a explicar un misterio que durante años intrigó a médicos, pacientes y familias: ¿por qué algunas personas con epilepsia frontal dejan de responder o parecen “ausentes” durante una crisis, y otras no?
Comprender esta diferencia no solo representa un avance académico, sino que además abre la puerta a desarrollar tratamientos que mejoren la calidad de vida de quienes sufren estas crisis. El estudio fue realizado por un equipo encabezado por Elaheh Salardini y Hal Blumenfeld y los resultados se publicaron en la revista Neurology.
Según explicó la Universidad de Yale, la clave está en la extensión de la actividad epiléptica: cuando la crisis se propaga más allá del lóbulo frontal hacia otras zonas del cerebro, ocurre la pérdida de consciencia. Esto distingue las convulsiones frontales de otros tipos de epilepsia y plantea nuevos caminos para futuros tratamientos.

Blumenfeld, director del Centro de Imagenología en Neurociencias Clínicas de Yale, afirmó que el equipo descubrió un subconjunto de convulsiones que causa deterioro de la consciencia al extenderse a otras áreas cerebrales de mayor tamaño. Indicó también que en esos casos la actividad epiléptica invade regiones esenciales para el mantenimiento de la consciencia, mientras que las crisis que permanecen limitadas al lóbulo frontal no provocan esa alteración.
¿Qué sucede en el cerebro durante una crisis epiléptica?
Para entenderlo, imaginemos el cerebro como una gran ciudad iluminada, donde cada sector tiene su función específica. Durante una convulsión, ocurre algo similar a un apagón eléctrico limitado a un barrio: si la falla queda aislada, lo esencial sigue funcionando. Pero cuando el cortocircuito se extiende y afecta zonas estratégicas, toda la ciudad sufre y las funciones principales se apagan, igual que la consciencia en el cerebro.
El estudio de Yale analizó registros de electroencefalografía intracraneal (EEG) provenientes de 30 pacientes y 65 episodios convulsivos, recopilados en 3 centros médicos. El equipo clasificó las crisis según si la consciencia se mantenía, se alteraba o si se transformaban en convulsiones generalizadas.

Cómo identificaron los patrones de las crisis
Los episodios se agruparon en tres tipos: convulsiones focales con consciencia preservada (CPP), convulsiones focales con consciencia alterada (CIF) y convulsiones tónico-clónicas bilaterales (TCFB).
El análisis mostró que las crisis restringidas al lóbulo frontal producían un aumento moderado de la actividad eléctrica, de entre 40% y 50%, que quedaba en esa región.
En las convulsiones CIF, en cambio, el incremento de la actividad eléctrica fue mucho mayor y se extendió a otras áreas corticales. En las crisis TCFB, el aumento fue hasta seis veces mayor tanto en el lóbulo frontal como en el resto de regiones cerebrales.

Salardini explicó que este aumento generalizado de potencia eléctrica es clave para comprender por qué, en ciertos episodios, los pacientes pierden completamente la consciencia y, en otros, permanecen lúcidos.
Los autores señalaron que el mecanismo identificado es distinto del que se observa en la epilepsia del lóbulo temporal, donde la pérdida de consciencia suele deberse a ondas lentas corticales que “adormecen” zonas específicas del cerebro. Las convulsiones frontales comprometen grandes regiones corticales a través de otros mecanismos fisiológicos.
Qué significa para el futuro de los tratamientos
La investigación subraya que la alteración de la consciencia es una de las consecuencias más graves para la calidad de vida de quienes sufren epilepsia.

Blumenfeld sostuvo que comprender estos mecanismos puede facilitar el desarrollo de tratamientos personalizados, como la estimulación cerebral dirigida, cuyo objetivo sería restaurar la consciencia durante las crisis o incluso prevenir la propagación de la tormenta eléctrica cerebral.
Este avance abre la posibilidad de prevenir episodios peligrosos relacionados con la pérdida de consciencia, como caídas y accidentes, y favorecer la autonomía de quienes viven con epilepsia frontal.
En suma, el estudio liderado por el equipo de la Universidad de Yale representa un primer paso hacia intervenciones más precisas para prevenir la pérdida de consciencia y mejorar la vida diaria de quienes padecen epilepsia frontal. Si la ciencia logra anticipar y bloquear la expansión anormal de la actividad cerebral, pacientes y familias podrán afrontar la enfermedad con mayor seguridad.
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