
La radiación cósmica cautivo a la sociedad desde su descubrimiento, alimentando tanto la imaginación colectiva como la investigación científica. Relatos como el de los "Cuatro Fantásticos" de Marvel popularizaron la idea de que la exposición a estas partículas de alta energía podría conferir habilidades sobresalientes.
La realidad, sin embargo, dista de la ficción: la radiación cósmica no otorga superpoderes, sino que plantea riesgos concretos para la salud, especialmente en la aviación y la exploración espacial. National Geographic detalla los avances científicos en la comprensión de estos riesgos y las estrategias desarrolladas para mitigar el impacto en quienes enfrentan niveles elevados de radiación fuera de la protección natural del planeta.
Qué es la radiación cósmica y de dónde proviene
La radiación cósmica está compuesta por partículas de alta energía provenientes de acontecimientos como explosiones de supernovas y erupciones solares. Dimitra Atri, investigadora del Grupo de Investigación de Marte del Centro de Astrofísica y Ciencias Espaciales de la Universidad de Nueva York en Abu Dabi, explicó a National Geographic que estas partículas viajan casi a la velocidad de la luz y atraviesan el espacio, bombardeando la Tierra desde todas las direcciones.
Su presencia es invisible, ineludible y afecta a toda la superficie terrestre, aunque con distinta intensidad según la altitud y la protección atmosférica disponible. A diferencia de la radiación empleada en procedimientos médicos o industriales, la radiación cósmica es un fenómeno natural permanente.
Efectos de la radiación cósmica en la salud humana
Mientras la ficción asocia la radiación cósmica con la transformación en superhéroes, en la vida real sus efectos son mucho menos espectaculares y considerablemente más peligrosos. National Geographic informó que, en dosis elevadas, los rayos cósmicos pueden dañar el ADN y los tejidos biológicos.

La exposición prolongada favorece un mayor riesgo de cáncer, cataratas, problemas reproductivos y afecta la neurogénesis, el proceso que genera nuevas células cerebrales. Atri señaló la capacidad de estas partículas para penetrar el cuerpo y alterar funciones celulares esenciales, lo que representa un desafío importante para la salud humana en entornos donde la protección de la Tierra es limitada.
Protección natural y diferencias de exposición según la altitud
La vida en la superficie terrestre goza de dos barreras naturales contra la radiación cósmica: la atmósfera y el campo magnético terrestre. La atmósfera absorbe la mayor parte de la energía de estas partículas, mientras que el campo magnético desvía la radiación espacial más dañina.
Según National Geographic, una persona promedio en la superficie de la Tierra recibe cerca de tres milisieverts de radiación al año. Las unidades sievert y milisievert miden la dosis de radiación absorbida por el cuerpo. Sin embargo, la protección disminuye a mayor altitud. Atri explicó que cuanto más se asciende, menor es el espesor atmosférico y mayor la exposición a la radiación.

Residentes de ciudades elevadas, como Denver, reciben más radiación cósmica que quienes viven al nivel del mar, como en Miami. Esta diferencia, aunque pequeña, muestra cómo la altitud influye en la cantidad de radiación recibida.
Exposición en vuelos: dosis, riesgos y estudios
La elevación alcanzada durante vuelos comerciales incrementa la exposición a la radiación cósmica. El medio mencionó que, si bien un vuelo de ida y vuelta entre costas expone a un pasajero a una dosis similar a la de una radiografía de tórax, quienes pasan mucho tiempo en el aire, como pilotos y auxiliares de vuelo, acumulan dosis más altas.

Un estudio de la Universidad de Harvard citado por el medio concluyó que la exposición a la radiación cósmica contribuye a problemas de salud y aumenta los riesgos de cáncer entre las tripulaciones. Otra investigación mostró que estos trabajadores suelen recibir más radiación que quienes trabajan en instalaciones nucleares.
A pesar de estos hallazgos, Atri aclaró que la radiación absorbida en vuelos normalmente no genera daños graves, pues los aviones permanecen bajo parte de la protección del campo magnético y la atmósfera terrestre.
Exposición en el espacio: astronautas y misiones interplanetarias
El panorama cambia fuera de la atmósfera. En la Estación Espacial Internacional (EEI), ubicada a 400 km (260 millas) de altitud, los astronautas reciben en una semana la misma radiación que una persona promedio en la Tierra durante un año. En misiones más allá de la órbita baja, como las destinadas a la Luna o Marte, la exposición es aún mayor.
Un instrumento a bordo del rover Curiosity registró que durante un trayecto de ida y vuelta a Marte de 253 días, un astronauta absorbería aproximadamente 0,66 sieverts, equivalente a 660 radiografías de tórax. La atmósfera marciana, cien veces más delgada que la terrestre, brinda muy poca protección adicional, lo que aumenta la radiación durante la estadía en la superficie.
Las estimaciones señalan que una misión de 500 días en Marte puede exponer a los astronautas a unos un sievert, una cantidad diez veces mayor a la recibida durante seis meses en la EEI. Por ello, muchas agencias espaciales establecen límites estrictos de radiación para la carrera de los astronautas.
Medidas de protección y propuestas futuras
La protección frente a la radiación cósmica constituye un reto fundamental para la exploración espacial. National Geographic informa sobre propuestas para diseñar naves con escudos de agua, materiales ricos en hidrógeno o incluso material planetario, capaces de absorber parte de la radiación durante los viajes. En la superficie de planetas como Marte, se investiga la construcción de hábitats subterráneos o el uso del terreno marciano como blindaje natural.

Atri afirmó: “Se puede construir algo bajo tierra que proporcione un blindaje natural. Eso debería ser suficiente para eliminar prácticamente el componente más extremo de la radiación dañina”.
Además, la comunidad científica estudia medicamentos que reduzcan el impacto de la radiación en el cuerpo humano. Atri remarcó el carácter interdisciplinario de estas investigaciones, que reúnen a médicos, físicos, ingenieros y psicólogos. Aunque se han logrado avances, todavía se necesitan más datos para comprender plenamente la protección más adecuada para futuras misiones espaciales.
Para la gran mayoría de las personas, la radiación cósmica no representa un riesgo considerable en la vida diaria. National Geographic concluyó que, salvo un futuro viaje espacial, la radiación cósmica tiene pocas probabilidades de afectar la salud humana y ninguna posibilidad de conferir superpoderes.
La atmósfera y el campo magnético terrestre continúan siendo defensas esenciales que permiten la vida en nuestro planeta y, mientras la ciencia perfecciona los métodos de protección para la exploración interplanetaria, la vida cotidiana sigue transcurriendo sin amenazas derivadas de la radiación cósmica.
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