
Parecería imposible que una persona que nunca ha visto pueda comprender qué es el color. Sin embargo, el estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences y realizado por científicos de la Universidad Johns Hopkins demostró que las personas con ceguera congénita poseen una comprensión profunda del color, similar a la de quienes sí ven.
Utilizando pruebas cognitivas y descripciones verbales, los investigadores evaluaron cómo estas personas razonan sobre los tonos y objetos sin experiencia visual directa. Las resonancias magnéticas mostraron que el conocimiento del color se almacena en regiones del cerebro ligadas al lenguaje, lo que evidencia que la visión no es indispensable para entender fenómenos visuales complejos como el color o el arcoíris.
A través de un enfoque innovador, el estudio demostró que, aunque las personas ciegas no pueden experimentar el color a través de la vista, poseen una profunda comprensión del mismo gracias al lenguaje y al razonamiento, que equipara su conocimiento al de las personas videntes.
Las investigaciones revelan que este conocimiento no proviene de experiencias sensoriales, sino del lenguaje y el razonamiento abstracto. Así, se rompe con la idea de que la percepción directa es la única vía para entender fenómenos visuales como el color.
Para quienes nacieron ciegos, aprender que una manzana es roja o que el cielo es azul no es solo memorizar una asociación: es construir un sistema lógico de causas, funciones y regularidades que dan sentido al color.

Cómo fue el estudio
El equipo de la Universidad Johns Hopkins, liderado por la psicóloga cognitiva Marina Bedny, diseñó un experimento en dos partes con el fin de analizar la comprensión del color en personas ciegas de nacimiento. El objetivo era distinguir si el conocimiento sobre los colores era meramente memorístico o si reflejaba un razonamiento profundo y estructurado.
En la primera parte, tanto personas ciegas congénitas como videntes respondieron a preguntas sobre objetos comunes, como frutas, flores o electrodomésticos. Por ejemplo: ¿de qué color son las bananas? ¿Por qué tienen ese color? Aunque los ciegos no siempre coincidían en las asociaciones directas (algunos no sabían que los plátanos son amarillos), sí ofrecían explicaciones causales similares: afirmaban que su color se debe a factores biológicos o normas culturales.
En la segunda etapa, los participantes imaginaron objetos ficticios en un escenario hipotético llamado “explorador en una isla”. A través de descripciones verbales —como una “gema verde puntiaguda del tamaño de una mano”— se les pedía inferir si objetos similares compartirían el mismo color. Los resultados mostraron que ambos grupos razonaban de manera equivalente, extendiendo su comprensión incluso a objetos nunca antes descritos en su entorno real.
Según Marina Bedny, investigadora líder y profesora asociada en la Escuela Krieger de Artes y Ciencias, el trabajo aborda una concepción histórica errónea vinculada al filósofo John Locke. “Una intuición común que se remonta a Locke es que una persona ciega podría aprender el hecho arbitrario de que las caléndulas son ‘amarillas’ y los tomates son ‘rojos’, pero aun así perdería una comprensión profunda del color”, explicó Bedny.

Pensar en colores sin verlos: similitudes sorprendentes en el razonamiento
Una de las revelaciones más impactantes del estudio fue comprobar que las personas ciegas no solo conocen los nombres de los colores, sino que también razonan sobre ellos con la misma lógica que las personas videntes. Esto se evidenció en cómo ambos grupos justificaron el color de distintos objetos, incluso cuando no coincidían en la tonalidad específica.
Por ejemplo, al preguntar por qué los osos polares son de cierto color, los videntes respondieron que son blancos para camuflarse en la nieve, mientras que varios ciegos afirmaron que son negros para absorber el calor. Aunque la respuesta visual era incorrecta, el razonamiento seguía una lógica coherente basada en principios físicos y ecológicos.
“Las personas ciegas dan una explicación coherente del color de un oso polar incluso cuando no están de acuerdo con las personas videntes sobre el color específico”, afimó la investigadora asociada Judy Kim, ahora en la Universidad de Yale.
Las respuestas demuestran que la comprensión del color entre los ciegos no depende de experiencias visuales, sino de un marco racional construido a través del lenguaje, el aprendizaje cultural y la inferencia. Incluso en casos donde el color de un objeto es ambiguo o contradictorio, ambos grupos ofrecieron respuestas estructuradas, fundamentadas y comparables en complejidad.

El color en el cerebro: cómo lo procesan las personas ciegas
Para profundizar en cómo se representa el color en la mente de una persona ciega, los investigadores aplicaron técnicas de resonancia magnética funcional (fMRI). El objetivo fue observar qué regiones del cerebro se activaban cuando los participantes reflexionaban sobre colores como el rojo, el azul o el verde.
En las personas videntes, los conceptos de color activaron áreas del cerebro relacionadas con la percepción visual, como el córtex occipital. Sin embargo, en los ciegos congénitos, las mismas ideas activaron regiones vinculadas al procesamiento del lenguaje y el pensamiento abstracto, como la corteza prefrontal y las zonas asociadas a conceptos morales o sociales.
Además, distintos análisis de la Harvard Gazette y el informe de Nature Communications señalan que, aunque las personas ciegas no pueden percibir fenómenos visuales como el arcoíris, logran conceptualizarlo de maneras abstractas similares a cómo las personas entienden conceptos científicos complejos, a través del lenguaje.
Según el profesor Alfonso Caramazza, coautor del estudio, el cerebro de una persona ciega procesa el color de manera análoga a como una persona vidente procesa ideas complejas como la justicia o la virtud: a través del lenguaje, el contexto y el uso verbal.
Esta similitud en las rutas neuronales entre conceptos visuales y abstractos refuerza la idea de que la vista no es una condición necesaria para desarrollar un entendimiento profundo de los colores.
Rompiendo con Locke: el mito filosófico sobre el color y la ceguera
Durante siglos, la filosofía occidental asumió que ciertos conceptos —como el color— eran inaccesibles para quienes no podían experimentarlos sensorialmente. Esta idea fue popularizada por John Locke, filósofo del siglo XVII, quien sostenía que una persona ciega podría aprender que las caléndulas son “amarillas” y los tomates “rojos”, pero no podría comprender verdaderamente esos colores.
El estudio de la Universidad Johns Hopkins refuta esa noción con evidencia empírica. La investigadora principal, Marina Bedny, explicó que su equipo encontró una comprensión profunda y estructurada del color entre personas ciegas de nacimiento. No se trataba solo de memorizar etiquetas arbitrarias, sino de razonar sobre causas, funciones, consistencias y variaciones del color de los objetos.
Este hallazgo derriba una intuición histórica y cambia el enfoque sobre cómo se forma el conocimiento humano. En lugar de depender únicamente de los sentidos, el estudio demuestra que el lenguaje y la cognición abstracta pueden construir representaciones mentales ricas incluso de conceptos considerados esencialmente visuales.
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