
En muchas culturas del mundo, quitarse los zapatos antes de ingresar a una casa es más que un simple acto de higiene; es una costumbre arraigada en tradiciones milenarias que reflejan valores de pureza, respeto y estatus social.
Esta práctica, común en diversas regiones de Asia, Medio Oriente y Europa del Este, responde tanto a consideraciones prácticas—como evitar el ingreso de suciedad, lo cual adquirió popularidad gracias a la pandemia por Covid-19—o creencias simbólicas que asocian los zapatos y los pies con la impureza del mundo exterior.
El significado cultural que tienen los pies
Según Margo DeMello, autora de Feet and Footwear: A Cultural Encyclopedia, los pies suelen representar la parte más impura del cuerpo, ya que están en contacto directo con el suelo y, por ende, con la suciedad del entorno. En contraste, la cabeza se asocia con el alma y la mente, estableciendo una clara dicotomía entre lo espiritual y lo terrenal.
En muchas tradiciones, los pies han sido objeto de ceremonias de limpieza y respeto. En el cristianismo, por ejemplo, el acto de lavar los pies tiene un significado de humildad y servicio, como se ve en el pasaje bíblico en el que Jesús lava los pies de sus discípulos.
Mientras que en religiones como el hinduismo y el islam, el contacto con los pies o el calzado puede interpretarse como una falta de respeto, lo que refuerza la idea de que los pies simbolizan la parte más baja y terrenal del cuerpo.
Más allá de su carga religiosa, la asociación de los pies con la impureza también ha tenido implicaciones sociales. En algunas civilizaciones antiguas, quienes realizaban trabajos físicos y estaban constantemente en contacto con la suciedad solían andar descalzos, mientras que las clases altas utilizaban calzado como una forma de diferenciarse.

Qué dice la ciencia
El doctor Jonathan Sexton, director del laboratorio del Centro de Medioambiente, Ciencias de la Exposición y Evaluación de Riesgos de la Universidad de Arizona, explica que los zapatos pueden transferir microbios desde el exterior a las superficies interiores de una vivienda.
“Sólo piense en todo lo que camina durante el día”, señala el investigador, quien ha encontrado en estudios previos la presencia de bacterias fecales y de la piel en el calzado. Estos patógenos pueden extenderse a los pisos de una casa y a otras superficies con las que entren en contacto.
Un aspecto clave es el tipo de suelo: en superficies duras como baldosas o madera, los microorganismos pueden transferirse con mayor facilidad, pero también son más fáciles de desinfectar. En cambio, en alfombras y otros materiales absorbentes, la propagación es menor, aunque la limpieza resulta más complicada y los microorganismos pueden permanecer atrapados por más tiempo.
¿Es un riesgo para la salud?
A pesar de la evidencia sobre la presencia de microorganismos en los zapatos, Sexton señala que el riesgo para la salud general es relativamente bajo. “La población en general no interactúa con los pisos tanto como se pudiese pensar. No es que nos echemos a rodar en el piso o comamos en él. Eso nos sitúa en un riesgo menor”, explica.
Sin embargo, hay situaciones donde evitar el uso de zapatos en casa podría ser más importante. Por ejemplo, en hogares con bebés que gatean y tienen contacto directo con el suelo, la exposición a bacterias podría ser mayor. También en viviendas donde haya personas con sistemas inmunológicos comprometidos, reducir la presencia de patógenos externos podría ser una precaución adicional.
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